Cuando me dejo llevar por la magia, vuelvo a creer en el amor y en el sol que saldrá mañana. Nada nuevo.
Sin embargo, al encender la tele, aparte de que vuelven a salir de dentro siempre los mismos señores, me he descubierto posturas a estas alturas socialmente trascendentales tales como que prefiero ser toro y morir en la plaza antes que ser perro y pasarme la vida entre treinta metros cuadrados. Debe ser jodido igualmente ser rata de laboratorio, pollita ponedora o un pavo en estadosunidos, pero ante todo no quiero esa vida perra y escojo crecer libre en la dehesa extremeña, saliendo al ruedo y que me den la vuelta póstuma en un cuadro sangriento más de corrida goyesca.
He aprendido también que no hay memoria ni vergüenza y que ya cualquier luna es la mejor del mundo.