El campo estos días está que da gusto verlo.
Esto me hace pensar que menos mal que la naturaleza no se dedica a ver gran hermano o sucedió en madrí. El campo está precioso, decía, de estampa primaveral, y se va a llenar de espárragos de un momento a otro para que vaya yo a cogerlos. Los espárragos que la naturaleza va a ofrecerme son espárragos trigueros, muy esquivos, largos y muy verdes.
Aunque a mi me gusta más el color azul.
Siempre me ha gustado mucho. Me gusta el color azul desde siempre y desde aquí, desde la terraza de mi casa. Me gusta desde antes de saber que el azul es justamente el color asociado a sagitario. Me gustaba el azul antes de conocer el mar, antes de aprender a nadar y después. Me gusta el color azul, sí, el azul me gusta mucho y me seguirá gustando, aunque sus ojos sean del color del puto otoño.
No quisiera hoy quejarme, me encuentro encantada, aquí, mirando el cielo. No todo el mundo tiene la posibilidad o la suerte de ver el cielo, tal y como yo lo estoy viendo, tan azul, tan inmenso. Algunos miran hacia arriba y ven caer misiles de diferentes tamaños. Otros miran hacia arriba pero enseguida vuelven a mirar hacia abajo, puede que la explosión se produzca ahora, puede que dentro de un rato. Yo miro, y vuelvo a mirar, y todo lo que veo me gusta.
He entrado en una fase inexplorada para mi en la que sólo tengo mis dos brazos y un inmenso cielo azul bajo el que, a partir de ahora, pretendo abrazarme a aquello que más me rente. Y me siento bien, en ambos verbos. El verde voy a dejármelo cualquier día de estos en el transcurrir de una de las acequias hurdanas de Aldehuela.
2 comentarios:
Ha llegado la primavera y con ella la adquisición de mi complejo vitamínico.
Tú ya has elegido, ¿no?
¿Es fácil elegir?
Publicar un comentario