Vela, asomando la cabeza en la sala donde me encuentro trabajando, me dice sonriente que ella ha vuelto indicándome que esta vez viene acompañando a una prima. Lo más rápido posible consigo que mi compañera me sustituya, no cuento con mucho tiempo por lo que me retiro los guantes y vuelo por el pasillo hacia las salas de espera. Asomo la cabeza en la primera, no distingo a las personas sentadas en las sillas y llego volando a la segunda. En la segunda no hay nadie y a mi regreso a la primera sala entiendo que debe tratarse de la mujer que habla con otra dándome la espalda, con el pelo completamente blanco. La escucho hablar y sí, es ella. Recojo mis alas porque vengo volando y la llamo por su nombre. En cuanto se gira a mirarme me apresuro a plantarle dos besos, sin dejarle levantarse, mostrando una amplia sonrisa que pretendo sea de alegría.
-uy, eres tú? ...Chafan?
El uy también parece salir de su boca con cierta alegría, pero a su vez hace evidente que no me recuerda. Yo sí la recordaba perfectamente, el mismo corte de pelo antes teñido de caoba o negro y ahora absolutamente blanco. La misma cara, esta vez con doce años más encima. La encuentro mejor de lo que podía esperar tras mi conversación con Vela. Tan elegante como entonces, con muchas ganas de hablar conmigo y de contarme cosas. Me coge las manos y me arrima contra ella cariñosamente desde el principio, está contenta. Ángel me había dicho que hablaría con su madre a la mañana siguiente porque ya estaba acostada y ahora ella, por sí sola, me cuenta que Ángel entró en la habitación muy tarde y le pidió que no se asustara, que Chafan le había dicho que se podía quedar tranquila ya que todo estaba bien. Se muestra agradecida en su manera de tratarme y le explica a su señora acompañante que es que soy muy amiga de su hijo. Permito que me haga el resumen de lo que ya sabía por Vela y después me llena de información sacándome del invierno.
Se ha mostrado tan cómoda y confiada en su conversación conmigo que todavía me dura la perplejidad. Como ya hiciera con Vela, se ofrece a darme detalle del calvario de su enfermedad y de los trastornos de memoria que padece desde entonces. Afirma en un par de ocasiones que ella ya no es la misma. Intento animarla, como su hijo hizo conmigo la otra noche hasta que se fija, en un momento dado, que tengo un cigarrillo en la mano y dice que me está entreteniendo y que está encantada de haberme conocido. Yo entonces replico que ella y yo nos conocimos en casa de M y Ch, los padres del Alberto, pero no parece inmutarse. Pienso de pronto en sus pérdidas de memoria y termino diciendo que de eso hace ya mucho tiempo. No me recuerda o no me ha entendido porque comienza a hablar de mi pueblo y de la madre del Dañino, que también es muy amiga suya y no sé en qué momento decido salir a la calle a fumarme un cigarro porque no puedo con la vida. Comienzo a fumar con bastante ansiedad mientras pienso en que su elegancia va a salir por la puerta con sus dos señoras acompañantes de un momento a otro y algo tendré que decirles. No he apagado el cigarro cuando efectivamente ya la oigo de nuevo hablando.
Se gira comprobando que efectivamente estoy ahí fumando y algo le digo que ya no recuerdo. No sé cómo ni por qué pero es ella quien se me acerca hablando con la misma confianza que mostró antes en la sala de espera. De nuevo nos encontramos charlando acerca de lo malita que ha estado y no sé por qué una de sus señoras acompañantes me sorprende gratamente al inmiscuirse en nuestro diálogo para recordarle que yo estuve en el hospital cuando estuvo ingresada. Ella entonces, mientras sigue tocándome sin soltarme, apenas interrumpe su relato para quedarse a medio giro contestando
-ya lo sé, si me lo dijo mi hijo!
Habla mucho, necesita ser escuchada. Habla con tanto sentimiento que va emocionándose mientras lo cuenta de forma que comienza a llorar recordando episodios, detallándome minuciosamente uno de ellos con Ángel como testigo en la cocina de su casa. Y la tengo ahí, agarrándome y explicándome cómo lloraba entonces Ángel intentando ayudarla a recordar y cómo ella no entendía nada. En ese momento sé que no escribiré a Ángel después contándole de este encuentro no vaya a reconocerme demasiado cerca y nos haga regresar de nuevo a capítulos de huida. Prefiero que sea ella quien le cuente y que sea lo que sea. La brillan los ojos y continúa llorando por momentos mientras las tres intentamos consolarla como buenamente podemos, creo que lo consigo alejándola del morir. Vuelve a mostrarse agradecida sin darme las gracias, ya me las dio su hijo dos veces la otra noche.
Antes de despedirnos dice quedar encantada de haberme visto y que le hablará a Ángel acerca de lo buenas amigas que tiene. No sé por qué añade que espera que éste se case pronto para tener nuera de compañía y yo, entendiéndola desde lo más profundo, no disimulo mi sonrisa preguntándole si tiene ganas de ser abuela. La encanta y vuelvo entonces a dejarla invadir mi espacio, mientras la conversación deriva en su hija supongo que por ser la única que tiene pareja. Después de decir que espera verme en mi pueblo y tras mostrarme una vez más las bolsas con sus compras comienza a alejarse elegante, junto a las demás señoras risueñas, dejándome con ganas de volver a verla.
Me emocioné al leer este post. Como varios de los tuyos con Ángel. Tenemos tu blog referenciado en los "gatunos hugo y porcia" y siempre que entro veo cuando actualizas entradas. ¡¡Te deseo buena primavera!!
ResponderEliminarPorcia
Leí hace tiempo entradas de tu blog con jota ká, pero como no puedo con la vida hace mucho que no leo a nadie. Agradezco tu interés de todas formas.
ResponderEliminarA veces no podemos con la vida, o con las personas o... con nosotras mismas, mismamente. Por esa razón yo escribo. Para soltar los demonios. Y leo mucho. Supongo que tú llevas ya demasiado tiempo en el mundo bloguero y ya estarás de vuelta de todo esto. A mí, que soy gata curiosa, me interesan las vidas (reales o mejoradas o inventadas) de los demás. Y me encanta como escribes. No lo dejes aunque no publiques nada. "Exortiza" que te cagas ;))
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