13 de noviembre de 2009

Sin mover las manos ni los pies

Yo antes llegaba hasta aquí, a estas mismas teclas, rebosante de información y con cientos de palabras con tendencia a enredarse y enquistarse en mi cabeza. Las soltaba según me iba pareciendo, lo hacía deprisa siempre, sin pausa, supongo que con el fin de desquitarme aunque esto lo consiguiera muy pocas veces. Era como si tuviera muchísimas cosas que decir aun no habiendo entendido nada acerca de lo vivido. Era algo extraño pero era algo mío. Se llama ansiedad.

Me han bastado tres fotos, tres, para entender lo que no está escrito. Son secuencias, las tres, de mi borracha conversación con Angel en septiembre, la noche de la pérdida de mi pulsera hablándole de Toledo, de Cuenca y quién sabe si de Córdoba y otros mundos. Son imágenes tomadas por Susana con alevosía, en las que aparecemos en primer plano, relatando, y de las que mi borrachera y yo no teníamos constancia hasta ahora. Son ejemplos, las tres, de todo aquello que pasa y no pasa y me importa una mierda no saber escribirlo porque no lo necesito. Tengo las fotos.

El haberlas visto y vuelto a ver me aporta la serenidad necesaria para, horas después de haberme encontrado con ellas, poder acercarme a darle dos besos y mirarle a los ojos. Nos encontramos en Su bar de siempre el sábado por la tarde. Él, además de fijarse en la serenidad de mis ojos, también se queda mirando mi boca porque de ella salen cosas muy interesantes y no así de la suya que todo lo que dice es que se ha vuelto muy eclesiástico. Lo que me dice siempre es igual de absurdo. No tiene importancia.

Ahora que sé tantas cosas me permito el no escribirlas, siempre he sido así de irrazonable, son muchos años de perfeccionamiento y a egoista no me gana nadie. Por otra parte, este sitio cada vez es menos mío.

Me gustaría mucho más saber de Sus besos y no de Sus fotos pero, por el momento, es lo que hay. Unas cuarenta y algunas. Tres de ellas conmigo, riéndome, mirándome, sonriéndome, rozándome. Tocándome la espalda, el brazo. Yo lo que tengo son tres fotos, una lección y ninguna queja.

Me gustaría mucho, sí, llenar de Sus besos mis noches y creo que, ahora sí, he comprendido. No juega conmigo al escondite, como pensé cuando no nos veíamos por ningún sitio, ni a las prendas porque yo misma le vi subirse los pantalones en cero coma cinco segundos. Tampoco juega al teléfono roto, aunque no me llame nunca y siga sin entender la mitad de lo que me dice, ni a los médicos, por mucho que siempre le duela algo. Simple y sencillamente, como a él le gusta, juega al tú la llevas.

Creo que ya entendí, pero lo que Él no sabe es que a mi la pena ésta ya me estorba, puede irse preparando.

Su amigo, que parece que es mío, me ha invitado a una fiesta de solteros este sábado a la que Él no asistirá o no creo que asista pudiendo irse al pueblo a matar ciervas. De todos modos, no hay de qué preocuparse, poco importa, no pienso casarme con nadie.

5 comentarios:

LOLA dijo...

Haces muy bien !!!!
:)

Lola Cienfuegos

Uno de los dueños del blog de Chafan... dijo...

Mi propósito es que encuentres la felicidad y dejes de escribir

cuentagotas dijo...

Suscribo lo que dice Uno de los dueños... (Yo sólo pasaba por aquí y decidí quedarme, oiga).

dijo...

Si consideras que este sitio cada vez es menos tuyo elimínalo. A mí me funciona.

Teseo dijo...

El escribir es sólo un medio.