21 de septiembre de 2009

El principio del fin

-Que Angel me quiera (...) sólo un poco-

Hace aproximadamente dos años yo me recitaba en silencio esas palabras mientras la chica del estante en el estanco, muy sonriente, me indicaba que pidiese un deseo y ataba en mi muñeca izquierda la pulserita gratuita y primeramente amarilla que he perdido este mismo fin de semana. Creo recordar que lo pedí de forma literal, tal y como he hecho desde entonces cuando, tanto Mario como Susana, me han ido preguntando por su misterioso significado y su evidente decadencia. Susana, este verano, al comprobar el mísero estado de la ya no amarilla, me indicó que ella misma me la arrancaría sin que yo me diese cuenta. Recuerdo suplicarla entre risas que no lo hiciera y recuerdo también el decirla que si tardaba tanto en desprenderse quizá se cumpliera el deseo.

El viernes me estoy fumando un cigarro con Mario alrededor de las nueve de la noche y la pulsera sigue conmigo, yo misma la coloco ya que se ha enredado como tantas otras veces con la cadena de plata, entre la concha que me traje de Port Lligat y la otra que me arranqué de un bolso. Bajo a casa a cenar, ceno poco y me ducho rápido. Me miro en el espejo del baño unos segundos antes de salir de casa, me veo bien aunque he intentado disimular las ojeras con un poco de maquillaje y creo que funcionará tan sólo un par de horas, el tiempo justo para haberme bebido dos o tres copas y olvidar el asunto. Estoy completamente segura que la pulserita llega conmigo a la fiesta, su cordón con unos catorce nudos de vez en cuando me hace cosquillas cerca de la palma de la mano.

La pulsera se me cae a lo largo de la noche, una noche en la que no es la una de la madrugada y Angel ya ha llegado. Una noche en la que todos están bebiendo mucho y yo quizá más que nadie, todo son risas y me parece que vuelvo a volar en un pasodoble. Sí me consta que Pocholo viene a pegarse a mí en varios momentos y que no le presto mucha atención y a Angel, que se encuentra algo más allá, ninguna. César es la primera persona que me dice que no siga bebiendo pero no puedo parar de hablar y no le hago caso mientras el novio francés de Noelia me besa por enésima vez en la cara repitiéndome la subida de ego que viene aplicándome toda la noche. Son ya muchas horas y muchos besos y me encuentro, acto seguido, riéndome con Amparo de no sé el qué cuando Angel se acerca a mí tocándome en el brazo con pulsera o sin ella. Viene extremadamente sonriente y de no haber luna estoy segura que salió en ese instante.

No sé cómo le recibo ni qué es lo que digo porque estoy borracha pero sí sé que Él, lo primero que hace es plantarme dos besos y lo segundo preguntarme animado que qué pasa con Toledo. Yo no sé ni dónde está el norte ni dónde está el sur porque tengo la felicidad cegándome delante y le explico de mala manera, atropellándome, que aquél día fue un día malísimo, que me hacía ilusión irme a Toledo pero que tardé poco en irme a la mierda. Él, muy explicativo, me indica que no puede aportarme mucha información y se ayuda de las manos para contarme que el polígono industrial está allí, Buena Vista aquí y yo no sé qué otro sitio algo más allá. No tengo idea ya de todo lo no poco que me relata pero sé que yo asiento y le sigo la conversación. Puede que la pulsera se me cayera en ese rato o puede que no.

No tengo ánimo ni fuerza ninguna para hablarle de Córdoba ya que antes de comer supe que no me aceptaron y que he de quedarme en madrí capital. No estoy segura tampoco de explicarle los motivos por los que dejo de trabajar, pero sé que la conversación va derivando y que pide ayuda a la novia de su amigo y que ésta le da la razón, Él nunca contesta sms, y que seguidamente el amigo hace lo propio. Hablamos de chorradas que nada importan pero Él sonríe todo el tiempo y ha sido Él quien ha venido expresamente a hablarme y se mantiene en todo momento muy simpático y muy agradable.

No sé cuánto tiempo transcurre pero Él y sus amigos se marchan y yo me dejo llevar por César y salimos de allí a recargar las copas. Mientras César me carga la que le indico será la última que me beba, me quedo dormida en el sofá. En un principio me despierto y me río, las palabras del francés se mezclan con la sonrisa de Angel en mi cabeza y creo que digo cosas sin mucho sentido. Mi hermano Pedro, Noelia y César me piden que no me duerma y sólo cuando mi hermano me promete que me llevará a casa sin entretenerse por el camino acepto levantarme del sofá y agarrarme de su brazo. Doy las buenas noches y salgo sin ver la puerta, cuando me despierto harta de dormir son las cuatro de la tarde y en la cama la pulsera no está.

Me miro de nuevo en el espejo del baño, me como una magdalena y decido ir a los toros. No pienso en lo que ocurrió el año pasado, me veo con ánimo suficiente como para ver matar a siete. Llamo a Fran y le pido que me compre la entrada. Lo primero que hago al ver a Mario es contarle que ya se me ha caído la pulsera, la sangría que él mismo ha fabricado está deliciosa y hay suficientes barras de pan, queso y chorizo para todos. Canto y aplaudo la vergüenza nacional porque estoy feliz y con Fran cerca no puedo dejar de reirme. Matan ante nuestros ojos a cuatro toros, cuatro, y me voy de allí muy contenta porque no tengo pulsera y porque Angel sonríe continuamente en mi cabeza.

Me doy cuenta que el barça está goleando a Su atleti cuando debe haberse terminado la primera parte del partido. Alguien me acompaña al puesto ambulante más cercano y ceno un perrito caliente. Comienzo a beber vodka a menor velocidad que la noche anterior y transcurren varias horas sin deslumbrarme. Pocholo regresa varias veces a dejarme saliva en los oídos, el pelo le huele peor que mal, pelo que continuamente me roza los labios y me dan arcadas. Su hijo está ya con él y yo me alegro mucho pero comienza a incomodarme, siento que me persigue. A su tercera o cuarta venida de la noche le digo claramente que no quiero que se ofenda pero que no pretendo que ni él ni nadie sea mi sombra, que me está agobiando. Insiste en fumarse un porro conmigo y allí mismo le dejo.

Me cruzo con Angel algo después, voy a recargar pero él tiene su copa rebosando y me indica que más tarde se vendrá. Más tarde, en un momento dado, César me indica que vea algo, me lo dice divertido cogiéndome del brazo. Me asomo donde me dice y lo que veo es un claro de gente y Pocholo tirado en el suelo boca arriba con los brazos y las piernas abiertas. Creo que suena Rosendo y César me dice cayéndose de la risa que Pocholo está así porque le tengo enamoradito perdido, yo me desentiendo porque me caigo pero de la lástima. Miro alrededor y todo el mundo le está viendo, me alejo.

Al rato falta poco para que la fiesta finalice y compruebo que Angel está a tan solo unos pasos, se encuentra de espaldas y decido acercarme. Le pregunto cómo ha quedado el partido puesto que en casa simplemente he visto el 4-2, me dice que han ganado y le miro con sorna, acabo entendiendo que me habla de un partido que han jugado esa misma mañana. Nos encontramos prácticamente gritándonos porque la música no deja oírnos y tanto él como yo nos justificamos señalando el escenario. Algo me dice y yo tengo que contestarle pero no me llega la voz, le indico que nos vayamos algo más allá. Está de acuerdo y como me precede compruebo que adonde se dirige se encuentra Pocholo por lo que le indico con señas que cambie el rumbo y no pone objeción ninguna.

Ahí hablamos de lo que sea que nada importa y yo enlazo y le comento que sé que la noche anterior hablamos de Toledo pero que no sé si se enteró de algo porque me harté de beber y no recuerdo la conversación. Me dice que sí y me pregunta seguidamente por qué me quiero ir de madrí. No le hablo de nada de lo que debiera contarle, le digo simplemente que en madrí no puedo comprar propiedad ninguna y que ahora veía la oportunidad de salir y estudiar fuera. Él también me miente, me pregunta si conozco la casa de su tía cuando de sobra sabe que he comido allí dos veces, me llena de explicaciones sin que yo le pregunte y me cuenta que ahora vive en el mismo bloque pero distinto piso, vive alquilado junto con su amigo, tal y como me explicó que haría este invierno.

Me cuenta que se mudó al poco tiempo, cuánto paga, quién se lo alquila, cuántos coches tienen que aparcar, que no pasa frío y que ahora lleva más de un mes solo porque su amigo trabaja en levante. La crisis económica parece nuestra razón de ser cuando su grupo de amigos, tres, le dicen, ya sin música y desde allí a lo lejos, que se marchan en busca de copas. Les dice que se esperen y sorprendentemente les indica a voces que nos vamos los cinco porque yo invito.

Por el camino me dedico a incomodar a uno de ellos diciéndole que en internet comentó que no asistiría por irse a otro sitio. No cito ni dónde ni de qué manera y es Angel el que pregunta si ha sido en el facebook. Llegamos y, hablando de unas cosas y otras, Angel comenta que tiene ascendentes familiares en La Habana (léase mato por ir a Cuba), yo no puedo ser más feliz porque le he preguntado si va a marcharse ya mismo y me ha dicho que no y le he pedido que entonces me acompañe después a fumarme un porro y ha aceptado.

Cuando salimos por la puerta está amaneciendo, son cerca de las ocho de la mañana. Le pregunto quién conduce y como conduce Él entiendo que no está borracho y le indico que nos marchemos por ahí a fumar. Les indica a los amigos que después volverá y echamos a andar. No sé por qué me cuenta que ha cenado alcachofas y antes de encontrar unos escalones donde sentarnos ya estamos hablando de nuevo del colesterol y su puta madre. Se sienta a mi lado y le pido un cigarro, le he pedido ya cuatro o cinco a lo largo de la noche pero no me dice nada. Le indico que le he engañado, que no tengo hachís y llevo un mes sin fumar, creo que tampoco se inmuta.

Comienza a confundirse la noche con el día y como sé que no hay mucho tiempo, mientras sus pupilas siguen a los coches que se marchan y Él habla sin mirarme a los ojos, le digo que quiero comentarle algo. Le hago saber que no entiendo por qué en su día me dijo que su intención era la de ser amigos y llevarnos bien si luego no ha procurado esto. Me voy metiendo yo misma en un callejón sin sentido y la conversación comienza a alterarse, se muestra molesto e incómodo, a partes iguales. Todo comienza a enredarse y Él no se está quieto, se defiende diciéndome que le hablo de cosas que pasaron hace muchos años y que no recuerda nada. Su chulería me saca de quicio y le digo que no entiendo por qué miente. Él estira las piernas y niega que esté mintiendo y me dice con todas las letras que yo le doy muchas vueltas a las cosas, que Él cree que siempre nos hemos llevado bien y que si a mí me molesta que a veces no me salude Él es así y siempre lo ha sido. Le digo que no le creo y se muestra muy a la defensiva, alterado, y me parece captar en su forma cierto pasotismo.

Me indigna y, como no quiero enfrentar nada de tan chulo que le veo, le pongo varios ejemplos de una amistad que él mismo eligió pero que a veces no ha sido, él se desentiende y me insiste en que no recuerda. Como es más listo que yo me dice que si yo le hablase del año anterior sí recordaría pero que estoy removiendo cosas que él ya no sabe, me desespera y no me gusta que me chulee de esa forma. Mantiene su postura y en un momento dado comienza a enumerarme lo que sabe de mí de un tiempo a esta parte, haciendo hincapié en que me fui a Ibiza pero no sabe si con amigos o con amigas. Yo le digo con sorna que todo lo que sabe es porque yo misma me he ocupado en decírselo y no por haberme preguntado. Me pregunta con cierto sarcasmo si acaso siempre hablamos de Él y le respondo mirándole fijamente que prácticamente sí. Esto creo que le colma y entonces se levanta de pronto y me dice que piense lo que quiera, que es tarde y que mejor nos vamos.

No me da la gana y le hago sentarse de nuevo. Le reconozco que desde hace un tiempo sí lo veo todo más normal pero que durante un tiempo así no fueron las cosas, que mi intención es comprender. Se cierra y sigue sin mantenerme la mirada, niega que sea él quien maneje la situación entre nosotros como yo le digo, sí dice recordar aquella conversación de la amistad pero la cambia de sitio, yo le contradigo y él insiste en colocarla en otro sitio. Cuando se expresa generalizando en sus explicaciones me trata como chica y a mi eso me suena de lo más despectivo, a su tercer chica se lo digo y me explica que es una manía que ha cogido, le digo que me importa poco y desde entonces a cada chica le sigue mi nombre disculpándose divertido.

Soy consciente que el orgullo de ambos no da pie a aclarar nada, enredándonos una y otra vez con uno de los malditos ejemplos que yo aporto. Le repito varias veces que no se trata de aclarar ese ejemplo en concreto, tengo intención de preguntarle qué es lo que quiere de mí pero no me da tiempo porque él vuelve una y otra vez a negar recordar algo. Creo que sí lo recuerda porque después de aquello cuando nos encontramos me saludó preguntándome si estaba enfadada, sabe perfectamente lo que hizo pero se niega a decirme. Antes de incorporarnos me pregunta no sé cómo que si he aclarado algo y le respondo mirándole a los ojos que no mucho pero que algo sí me deja claro, que todo le da igual y que le importa poco. Creo que no contesta directamente, creo que se mueve como cansado y achaca la hora mirando el reloj, las ocho y media.

Vamos andando hacia donde partimos y nos cruzamos a César que se va a dormir, yo me río con él por la hora que es y ambos le despedimos sin pararnos. En unos metros Él debe continuar andando hacia adelante pero yo he de tomar la esquina. Cojo la esquina continuando andando sin más preámbulo y absolutamente en silencio. Desde su posición dice algo como "bueno... Chafan...", en lo que venía a ser su hasta luego conciliador, pero no lo termina porque yo no me rodeo siquiera a verle la cara, me marcho enfadada conmigo misma y con Él, por ese orden. No sé si se queda allí parado o si continúa andando, yo lo que siento es que me he equivocado y que pido imposibles, me da rabia ser tan torpe y sentirle tan dentro. Continúo andando hasta casa.

Cuando el domingo me levanto de la cama compruebo que, aparte de la pulsera, he perdido la voz y desde entonces me encuentro afónica. Antes de montarme en el coche y regresar a madrí encuentro una llamada perdida en mi móvil y un sms, ambos de Pocholo que me dice que lo siente mucho.

5 comentarios:

patry dijo...

Los pasos hacia la realidad pueden ser muy duros, eso no indica que el final del camino sea de color negro, puede ser de muchos colores, incluso azul, como la sonrisa de una nube de los Simpsons que le pega una patada a la gris que trae tormentas....
Nada esta escrito.
AÚN!!

Anonymous dijo...

parece que tengas 15 años

nanablap dijo...

Hacía mucho que no me pasaba por aquí. Me ha gustado leer tus historias otra vez. Besos

sonrisa dijo...

A mí me gusta como eres, EL podría haberte dicho que le agobias, que le dejes en paz y no haber querido ir contiigo a ningún sitio pero no ha sido asi. no te preocupes y sigue adelante, bss

patry dijo...

Escuchando esto no he podido parar de recordarte:

http://www.youtube.com/watch?v=uyroxImKc6I

Espero que te sepa a algo