10 de abril de 2011

Cristiana blanca y reina mora

Me sigue interesando todo tan poco que no entiendo para qué me molesto en escribirlo, aunque quizá lo hago para recordar que ya no me es necesario.

Anoche terminé la fiesta follando en un daewoo, aunque se trate de marcas y actos ya inservibles. Como estoy loca perdida supongo que me convenció el hecho de asegurarme su reciente vasectomía. Quería correrme y aún ahora, quince o veinte horas después, mi deseo no varía. Lógicamente fue algo que no conseguí en su compañía. Tuvo suerte, me regaló una pieza de hachís antes de irnos de la fiesta, me estuvo mostrando la ciudad nocturna de Córdoba desde no sé qué altura de Sierra Morena y me dijo tonterías con un acento que desconocía habiendo perdido la cuenta, tiempo atrás, del número de vasos de tinto que me había bebido.

Él recordará mis pies descalzos sobre la luna del coche y mi elasticidad difícil de conseguir a su edad. Quizá recuerde que mis ojos son marrones y no negros, cómo liar un porro entre curvas, que no consiguió desabrocharme el sujetador, que yo dejo señales si me da la gana y un largo etc, dada su llamada esta mañana. Entiendo que jamás cambiará su forma de ver la sexualidad, no entenderá que el ritmo que ponga a sus maniobras poco hace en nuestro bienestar, ni comprenderá nunca que si digo "así no son las cosas" significa que no voy a dar explicaciones.

Yo recordaré la poca consideración que tuve hacia su supuesta esposa enferma terminal, la iluminación nocturna del Arenal, su comentario referente al bello de mis brazos, sus contínuas alusiones a su más que evidente futura calvicie, su estúpida manía de añadir guapa a cada frase, mi poco más de un euro en efectivo durante toda la noche en el interior de mi bolso como siempre que me divierto, el hipo que me entró mientras atravesábamos la avenida del aeropuerto y el techo del daewoo dándome vueltas tras cada curva.