25 de abril de 2012

En el espacio infinito

Mi vida se está convirtiendo en un suceder de horas, unas detrás de otras, no se sabe con qué propósito. Las horas pasan como si yo no estuviera y, aunque en ocasiones me reconozco masticando o vaciando el cenicero, la mayor parte del tiempo no me inmuto.

Ahora que he aprendido a mentir creo haber alcanzado el perdón. El perdón es amor y paso las horas perdonándome a mí misma todas las horas, todas y todo lo que pasa. Nada salvo el amor me lleva a sentarme en una terraza a beber cerveza fría. Qué, si no el amor, me hace reír o llorar ante los sucesos. Solo el amor es capaz de hacerme mover el culo de la silla, giratoria por otra parte. El amor es perdón y es verdad o realmente parece que no sé vivir sin ambas cosas.

Esto del perdón está muy bien y lo seguirá estando. Los otros pensarán que han hecho mal o no, pero a mí ya me dará igual porque les perdonaré de todos modos por la escasa importancia que llegarán a tener. Y qué si hemos coincidido en la red una vez, dos veces, tres veces y no me habla; posiblemente se continúen sucediendo las horas entre perdones y días, muerta ya la culpa y toda expectativa. 

Es probable que, dadas las circunstancias, otra Chafan sea la que ponga los ojos sobre las cosas. Unos ojos verdaderos, con sus ojeras. Una mirada que dicen intensa. Una que seré yo misma, aquella que nunca creí que fuese a ser. Yo, yo misma y mi envergadura. Vergas duras por momentos también deseo tener a mano, aunque no acontecen mis horas en estos deseos precisamente.

Pensar en el cosmos me hace encontrar cierto apego por la vida, pensar en el amor me duele lo suficiente como para no querer beber cerveza fría ni reír ni saltar de la silla y pensar en culos hace que recuerde el suyo, aunque al rato me perdono y así sucesivamente. Estoy un poco harta de pensar tanto y tan deprisa.

Todas las personas que quiero terminan alejándose de mí, no hay remedio.

16 de abril de 2012

que campean por Espanya

Soria si no lo es poco falta para ser la capital de provincia más despoblada de Espanya. Para ello pelea con Teruel, pero no me gusta ver cómo discuten. El caso es que Soria es el típico lugar al cual nunca nadie se plantea ir, a no ser que seas único heredero de la casa rural de tu tía abuela. Hay quien dice Soria Pura, cabeza de Extremadura, pero como polla dura no cree en dios me abstengo de hacer más comentarios al respecto.

Hace unos días, en algún recóndito lugar de esas mismas tierras castellanas donde Juana la Loca, madre de Carlos V, se soltase la melena, ocurrió un hecho digno de mención, algo no corriente. Es seguro que no fue en la esquina ni dentro del instituto Antonio Machado, pero cierto es que un disparo troncó la serenidad reinante en los amplios campos de Soria. Hubo quien se llevó las manos a la cabeza pero el mal ya estaba hecho. Nuestro protagonista, cuyo nombre no quiero decir porque es muy largo, se acababa de volar la tapa de las zapatillas, calibre 36, reventándose la falange proximal del segundo metatarsiano con trece años, unos meses y muy pocas luces.

No se trataba de un subnormal cualquiera, se trataba nada más y nada menos que de un sucesor a la corona real de Espanya, concretamente el número cinco y de ahí la rima y su protagonismo. Mientras el derramamiento de sangre tenía lugar, su abuelo materno y actual rey de Espanya y de veintiséis sitios más, Gran Maestre de la orden de Alfonso X el Sabio, Gran Collar de la Reina de Saba, Conde de Flandes y Jefe de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire Espanyol, cazaba elefantes en la sabana africana de Bostwana lejos del mundanal tacto de su esposa reina y blanca. Y es que, hasta el momento en que se destapó la corrupción dentro de los sucios negocios del tío del protagonista, todo era muy blanco en esta familia. Los negocios familiares clandestinos tenían carta blanca y la coca que esnifaban también lo era.

Yo dormí esa noche a pierna suelta no lejos de Madinat al-Zahra, ignorante ante los aconteceres del reino y de Castilla, pero no tardaron en dejarse oir los ecos de la fatal noticia. Incluso en los confines de la corte y de Catalunya se tiene conocimiento de que el protagonista y su abuelo materno, y actual rey de Espanya y Gran Cordón de la Suprema Orden del Crisantemo de Japón, comparten habitación como pacientes en una clínica madrileña. Del técnico que realizó la prueba radiográfica de ambos, quizá irradiándoles el escroto, no se conoce absolutamente nada pero sí podemos ver, incluso en gráfico, las escopetas de cañón doble iguales a las que ellos debieron utilizar tanto para dispararse en el pié como para matar al hermano, respectivamente.

Ninguno de ellos tiene anatómicamente ningún daño de gravedad pero sí mucho en común. A nuestra Excelencia de protagonista parece que le han adosado una compresa con alas puesto que podrá montar a caballo con su alteza real madre la Infanta si así lo desea, podrá esquiar en las pistas de Baqueira Beret siempre que apruebe gimnasia y si quiere incluso podrá jugar una pachanga de fútbol con los amigos de Guti. Y al rey, que no es rey por voluntad divina sino porque sus antepasados se lo montaron divinamente, le han operado la cadera y deberá atender sus asuntos desde la capital del reino, perdiéndose seguramente el viaje a Carabanchel para presenciar la final de Copa de fútbol. Sabia es Su Majestad ya que, por otra parte, el Calderón nunca ha sido blanco.

Y justamente ahí quería yo llegar, al pasado y presente de palco blanco de los polvos de talco.

Hace un tiempo, en domingo y cuando en la Cañada Real de la Castellana jugaba un tal zidane, que dicen que se daba un aire al ilustre Andrés Iniesta, nuestra Excelencia de protagonista demostró que ya apuntaba maneras. No sabemos si también iba armado pero sí que pegó un chicle de menta en el culo de uno de sus guardaespaldas y preguntó seguidamente la hora a su padre. Éste, Caballero Divisero y Duque de Lugo hasta poco tiempo atrás, contestó que las 20:55 antes de hacer amago de entrar a la zona vip del estadio. Pero este propósito no resultó del todo sencillo. La seguridad que otras veces encontraron entre los blancos audífonos que les rodeaban, ahora se esmeraba en cerrar su paso.

Por orden de un ser superior no estaba permitido al hombre de blanco que acompañaba a Su Excelencia acceder a dicha zona. Nuestro protagonista, inquieto y mostradamente contrariado, preguntó a dichos sujetos si acaso sabían con quién estaban tratando. Ellos, muy sutilmente, hicieron saber a nuestro protagonista que su acompañante no era más que un plebeyo. El quinto heredero a la Corona Real extrajo entonces el teléfono móvil del bolsillo interior de su cazadora dispuesto a llamar al número uno, cuando una mano de sangre no tan roja pero amigo de Rubalcaba detuvo las intenciones del chaval. Él mismo cedería su asiento en el palco al antes Duque de Luego sí así se lo hacía saber después a la abuela de su Excelencia, reina de Espanya, princesa de Grecia y Dama de la Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa.

Un tonto hace a ciento y éste no era el único porque en el estadio había más de setenta mil. Ya se atisbaban, por entonces, los grandes logros empresariales con calcetines blancos y falda oscura en el aeropuerto por parte de aquella que ocupaba tres asientos más abajo, esperanza aguirre, Condesa consorte de Murillo y Grande de Espanya. Ya se veía que el jugador que portaba el 7 estaba más muerto que Juanito, pero todo era blanco e incluso los ultra sur portaban banderas blancas. Todo muy blanco, oh sí, tan blanco que hasta el argelino metió el gol que le valió su aumento de sueldo.