24 de septiembre de 2010

Colores, dame colores

Hace sólo unas noches pensaba en la posibilidad de morirme de amor. Esta noche, sin embargo, veo mucho más probable el llegar a morirme de hambre. Tengo que hacer muchas cosas y todo lo que hago es reirme y fumar. Mientras fumo me río de cualquier cosa. Después, al momento, pienso que debo llenar la nevera, pasear por la zona monumental que tanto me gustó en su momento, visitar la mezquita de Córdoba, asistir a clase, recoger a coco del coche y no gastarme tanto dinero y, de tener que hacerlo, emplearlo en comida. Yo pienso mucho, y muy rápidamente, pero luego no ejecuto una mierda. Intento procurarme un mundo en el que ya no todo sea mirar aquello que me queda debajo. Ahora que vuelvo a sentirme radiante mirando hacia arriba, habiendo escuchado de su boca que huele a carolina herrera, procuro reconducirme pero sólo lo pienso. Pienso en un mundo mejor, mientras mastico la primera carne caliente que pruebo en seis días, aceptando de buen grado el aire fresco que me llega desde la calle frente al palacio de deportes. A mucha gente le gustaría estar ahora en mi lugar y yo no estoy ni conmigo misma, sólo me dibujo. Aún no me creo que la otra noche fuese Angel quien me cogiera en volandas, girándome a todo ángulo. Creo que sigo mareada. Tengo que aprender a vivir a todo color, desde ya.