26 de febrero de 2017

La fábula que iluminaba mi soñar

Roncaba en decubito supino y yo rodeé con mi brazo su cintura encontrando poros en su muslo izquierdo. Rasqué los poros con mis uñas y no se inmutó. Jugué con el poco pelo de su pecho y tampoco. Merodeé con mis dedos sobre su ombligo y entonces, en un movimiento que considero inconsciente, cogió mi antebrazo con suavidad y lo paralizó encima de su abdomen durante un rato. Me mantuve entretenida escuchandole durante más de dos horas con mi cabeza apoyada sobre su hombro derecho y su brazo extendido. Sólo cambié de almohada transcurrido ese tiempo cuando sintió que se le había dormido el brazo y me pidió recuperarlo, entonces no tuve más remedio que entregárselo.

Roncaba, pero era feliz pegadita a él. Su respiración, caliente, me abanicaba la cara y con su pie derecho a veces rozaba levemente la planta del mío. Me conté mil y un cuentos pasando la noche en vela, no quise dormir porque soñaba despierta. Huele estupendamente, no me canso de decirlo. Y esta vez, aparte de correrme como es habitual, también me dedicó un masaje dejando el nivel muy alto para la posteridad.

6 de febrero de 2017

Llévame en tu bicicleta

Y aunque no tenga razón en mis razones, son mías y en principio no contemplo otras. En muy sosegado tono de voz han de llegarme las demás para considerarlas y por suerte o por amor él me entrega varias más cada noche que ha de venir a aclarar las cosas.

Esta vez, tras explicarme y después explicarse él, llegó a decir que entendía que ambos habíamos malinterpretado el debate que mantuvimos mientras sonaba esa puta canción y que por eso nos habíamos sacado de quicio mutuamente. Pero después añadió que él también había pasado mala noche disgustado por ello y entonces pude recordar que, tal y como me pidió, al meterme en la cama le escribí diciendo que había llegado viva y en el colmo del dolor añadí que no volvería a molestarle. Él, sin embargo, contestó la mañana siguiente y sin entender mis razones.

El contenido del sueño que tuve hace un par de noches reflejaba esto que habita dentro de mí. Nunca he conseguido verle de forma nítida en sueños y esta vez ni siquiera aparecía. Estábamos juntos, pero ni estaba allí conmigo ni llamaba ni escribía ni daba señales de vida. Parecía tratarse de un día señalado pero no se presentó, mientras yo en el fondo le esperaba. Allí sólo aparecieron Julián y su hermano, que me hacían sonreír todo el tiempo aun echándole de menos.