25 de septiembre de 2015

Quiero navegar contigo en un mundo nuevo

Tanta comunicación por su parte me tiene perpleja y babeante.

Bea me pidió el teléfono del Rufo y para conseguirlo tuve que escribirle el martes. No tardó en darmelo ni en girar la conversación, dejándome situada entre la risa y el asombro dadas sus diversas preguntas y su animada participación tras mis respuestas.

Esta mañana de jueves ha sido él quien me ha escrito por su cuenta, iluminándome el resto del día con mensajes que se han ido prolongando incluyendo la tarde y la noche. En ellos me cuenta que vendrá a verme en fecha próxima y aún incierta, reiterando que antes no pudo venir, tras yo insistirle en que no quiso. Dice que vendrá y dice y dice y hasta me envía fotos de lo que está cenando con su hermana y los amigos.

Ya en los comienzos de hoy viernes me ha escrito al regresar al portal de su casa y me ha lanzado la última pregunta. Después me ha escrito de nuevo despidiéndose y antes de meterse en la cama. Quizá esta noche sueñe volando en el espacio o acariciando su cuerpo.

Quizá por fin estemos cerca de entendernos, no hay cosa que más quiera en esta vida.

20 de septiembre de 2015

Me arropa el olor de ayer

Creí que se iba a casa con los demás, eso parecía y me lo dijo al vernos a las seis en el fin de fiesta, pero sorprendentemente regresó solito a buscarme a la puerta del local media hora después. No le esperaba, tenía pensado fumarme otro porro con Pocholo e irme a dormir, pero me cambió la noche. Vino para quedarse conmigo hasta acercarme en su coche a la puerta de mi casa pasadas las ocho, con el amigo de la cosecha de tomates dormido desde las cuatro en la parte trasera.

Sus propósitos deben ser recónditos o inexistentes, porque no tiene prisa ninguna en mostrarlos. Me explica todo lo que le pregunto y otras tantas cosas por su propia cuenta; me entretiene y juega conmigo como nadie. Continúa sentado a mi lado mientras me despido del amigo gay que toda mujer quisiera primero, luego de Pocholo y después de César. Puede ver y escuchar cómo Pocholo me da dos besos, me dice bonita y que me llamará porque tardaremos en coincidir unos quince días.

Tiene muy buena memoria y los calcetines blancos. Él no tiene frío, pero acepta de buen grado llevarme a casa. Antes de subir al coche primero se aleja para mear y luego se acerca rodeándome con los brazos la cintura en un amago de beso que no llega a materializar porque no le dejo puesto que menciona las canas de mi cabeza y me saca de quicio. Antes de bajarme del coche le pido que me escriba o algo porque entiendo que tardaremos en vernos y su primera excusa es que nunca escribe a nadie, la segunda que no sabe qué contarme y cuando me harta me pide que yo también le escriba.

Me da miedo hablarle del querer porque lo que quiero es que me quiera cerca y creo que continúa sin poder querer a nadie. Y ahí estamos, tan paseantes como ya es costumbre, tan sonrientes como siempre y tan idiotas.

6 de septiembre de 2015

Sólo quieres quererme cuando tú quieras

Anoche me cantó el título con todas las letras y a cinco centímetros escasos de mi boca. Le podría haber matado a golpes, pero sólo pude sonreír como una estúpida.

Sigo sin comprenderle y está empezando a ponerme nerviosa. Nuestro encuentro ha vuelto a ser casual, inesperado para mí. Nuestra noche ha vuelto a enlazarse hasta deshacer el nudo al montarnos por la mañana temprano en nuestros respectivos coches. Nuestro destino se muestra confuso y paseante.

No quiero que salga de mi vida y no voy a ser yo quien le eche. Quiero que venga cuantas veces quiera a hablar conmigo porque la intensidad de la vida se me mueve por dentro cuando le tengo delante. Él no sé lo que quiere y tampoco lo dice.

Se niega a proporcionar cariño a nuestro amigo común, aunque le pido que lo haga al advertir que parece necesitarlo. Se niega a darlo ya que dice no dárselo ni a sí mismo, utilizando con ello idénticas palabras a las que yo usé recriminando su búsqueda de novia para Rufo.

Esta vez me ha dicho cosas interesantes y payasadas varias como siempre. Continúa muy dispuesto a hacerme reír, dejándome constancia de que guarda porciones de conversación conmigo en su cabeza, cosa que me alegra enormemente. Esta vez no hubo abrazos pero se encuentra tan cerca que no me importa.

4 de septiembre de 2015

Mañana estaremos llenos de energía

Cuando es el malagueño quien me ha escrito, la costumbre diaria de ver que lo ha hecho ya no me aporta nada. Tardo en leer y contesto con cierta desgana.

Cuando es Ángel quien me ha escrito, mi alma se remueve en su sitio y una porción de saliva me sube desde la tráquea. Tardo varios segundos en tragarmela y un par de minutos en leer y contestar. Quien antaño me dijera/me dijeran que no escribe nunca ahora me dedica largos párrafos que ojalá no terminasen. Sigue teniendo más faltas de ortografía que defectos y enreda conmigo a conciencia. Me ve con buenos ojos, restandome pesares. Le recrimino jugando y no parece importarle, parece disfrutarlo. Después me nombra para decir que si quiero seguiremos la conversación mañana pues sólo va a poder dormir cuatro horas. Se despide de mí dos veces, la última como hacía mi abuela

-bueno hasta mañana.que pases buena noche

Cuando Ángel me escribe no recuerdo si luego duermo feliz y contenta o quizá no pego ojo en toda la noche. En definitiva, tiene razón: pienso demasiado.