29 de diciembre de 2008

Lo redondeo, lo miro con deseo

Aquél de mi infancia, mi primer amor, el Dañino, me enseña una foto el sábado de cuando él y yo éramos tan sólo parvulitos, de cuando él todavía se dejaba caer mocos verdes y gigantes que se le escurrían, sin orden ni acierto, haciéndole juego con el color de sus ojos.
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Éstos, -los ojos-, le sirvieron, durante un tiempo, para no hacer los deberes, para besar a toda aquella besable y para que, de cuando en cuando, yo me los encontrara pegaditos en mis cosas y enamorarme otro poco desde el lodo marrón de los míos.
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-¿tú has follado alguna vez? (...) yo es que ya lo he intentado con todas-

Cuando él me lanzó esa frase y dilapidó mi adolescencia, su abuelo materno, un buen hombre junto al cual recuerdo comer gusanitos viendo el gordo y el flaco, aún no se había ahorcado de una biga en la cochera de la casa y, evidentemente, su madre aún no se lo había encontrado colgando, faltaban todavía algunos años para ello.

Yo, me reconozco en la foto y con ella verifico que hubo otra época anterior a que yo escuchase aquello. Veo que tengo el pelo largísimo y recogido por una coleta, que hablo con Esa y por lo tanto la instantánea me coge de perfil y que llevo puestos poco más de cuatro años y lo que pudiera pasar por ser un pijama. Yo, le quería a él y a ningún otro, fue el primero y sólo hay uno y así fue durante años; el mundo se me terminaba tras verle sonarse los mocos.

Él, que siempre ignoró su daño y mi amor, me muestra la foto ahora, y lo hace divertido, del mismo modo que me mostró el año pasado las seis marchas de su deportivo. Aquella noche, antes de seguirle el rollo y subirme a su auto, le vi cómo despachaba a su novia y le vi venir sin moco de ninguna clase y de tanto estirar la noche calentándole la polla salió el sol por la mañana y tuvo que acostarse con la misma de siempre. Recuerdo que le dejé comerme la boca un par de veces porque quería ver a qué sabía. Todo lo demás que hice fue martirizarle.

No habíamos vuelto a hablar desde ese capítulo del año pasado y ahí estaba de nuevo, feliz de la vida, y me enseña la foto para ver si soy capaz de encontrarme en ella y, mientras yo sonrío preguntándole quiénes son algun@s de los que aparecen con nosotros en la imagen, afirmo que todos hemos cambiado mucho pero lo que estoy realmente pensando es que, por aquel entonces, él ya apuntaba a hijo de perra y yo a pardilla itinerante. Bastaba con echarnos un vistazo.

Horas después me encuentro, pensando en todo esto y en más, en el coche de Mario.

Nos encontramos los dos solos en plena madrugada y llevo todo el transcurso del día fumando. Ya hemos vuelto pero da igual, de no haber siquiera salido, la situación sería exactamente la misma. Hablamos de otras gentes, de unos y de otros, yo no sé para qué ni cómo. De nosotros hablamos muy poquito, yo digo cosas como que ya está lloviendo otra vez, que hace frío y que algunas gentes me dan miedo.

Aunque la noche es oscura, Mario reconoce todos y cada uno de los coches que pasan a unos trescientos metros de donde nos encontramos. Nadie parece percatarse que allí estamos puesto que sólo enciendo la luz para quemar y posteriormente liar, después la apago. Me cuenta quiénes son los conductores y sus parejas, -tod@s conocidos de ambos-. Sabemos y/o entendemos que están moviéndose por los caminos en busca de un buen paraje donde echar un polvo y lo que, de primeras, pudiera suscitarnos envidia, se convierte en una puta pena cuando vemos que algunos regresan en cuestión de veinte minutos y, sobre todo, cuando Mario me hace conocedora de algunos detalles de sus vidas. Llega a decirme que prefiere estar allí conmigo a que le jodan la suya por ahí.

Por otra parte, prácticamente toda la gente con la que me detengo a hablar me pregunta por Fran aún desconociendo que éste pasará el fin de año en mi casa. Tod@s me preguntan y a mí se me ha olvidado el día en que vuelve. Les miro a los ojos y, muy tranquilamente, les digo la verdad, que no recuerdo cuándo me dijo que regresaba ya que siempre me habla de unas cosas y de otras hasta que me pierdo.

Vergüenza, sí, ese es el resumen de este fin de semana.

26 de diciembre de 2008

Ni tú, ni yo, ni perro que nos ladre, ni el calor del sol

No hay mejor cosa que hacer, en nochebuena, que emborracharse.
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Sólo así me explico cómo aquellas pequeñas cosas que son del todo tristes me den la risa. Sólo así termino hablando con gentes que, siendo otra la fecha, no llegaría a hablarles jamás. Sólo así me olvido que, esa misma noche de hace diez años, me llevé lo que terminó siendo mi primer golpe angelical. Sólo así se hace medianamente llevadera una cena de esas características, en la que estamos todos los que somos, faltando el más importante entre nosotros. Sólo así se comprende que ahora, a posteriori, me sea imposible el poder narrar los hechos.
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Ya por la tarde supe que habría gente que faltaría por vez primera esa noche, durante el día hubo dos entierros y todo incitaba a la bebida sin remedio. El anís antes de darme frío me hizo un poquito más feliz y esto, unido al vino que tomé cenando, al cava posterior y todo el martini que se me antojó beber, hizo de mí lo que allí tuvo lugar llegando incluso a gustarme las sevillanas que escuchaba, la actitud de ese o de esa y la simpatía de esa otra.
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Como no veo la tv no sé si es, o no, una cuestión de moda pero a gente que habla conmigo le da ahora por agarrarme la cabeza, o directamente abrazarme, y darme sucesivos besos en las mejillas. Lo hacen repitiendo mi nombre mientras proceden a su besar repentino, encantad@s de la vida. Tanto ímpetu me es sorprendente, si fuese una cuestión de moda creo que me jodería y no es causa de la navidaz porque viene ocurriendo desde antes.
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No ligué absolutamente con nadie, me ocupé de beber y reirme en todo momento. Por otra parte, sigo pColor del textoensando que a la gente le pueden dar a toda por el culo, me es indiferente, ni un amago de arrebato tuve de besar yo por mi cuenta, ni uno sólo siquiera. También es cierto que, aun siendo todo esto así, acabé escuchando y presenciando tragedias y vítores de todo tipo entre besos y vasos al suelo.
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No sé qué querían de mí o qué pretendían manifestarme realmente, mientras yo, tan sólo esperaba que pasase la noche cuanto antes. Yo, también y desde hace ya tiempo, no les digo a los demás lo que realmente pienso y creo que esto es mejor así y máxime cuando voy más pedo que alfredo y podría llegar a decir cualquier cosa.
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Esta nochebuena no ha sido la mía. Tampoco lo fue aquélla, en la que recibí el primer golpe angelical a la altura de mi egopecho, aunque en un cuaderno que ya hace años que hice añicos quedó escrita. Bah, buena gana de escribir, ni siquiera fue un buen golpe pues sabía de sobra que no debía acudir adonde no se me había invitado.
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Pienso, por otro lado, que si se me diera la ocasión de vivir mi nochebuena y después contarla en un blog, sería algo que acabaría escribiendo cualquier otro conmigo muerta. No sería cosa díficil, no me entretendría en hablar con unos y con otras, sería todo muy sencillito y con poca cosa que contar, me pasaría toda la noche haciendo el amor hasta quedar exhausta.
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Puede que haya quien piense que es una buena fecha para ahorcarse.

22 de diciembre de 2008

Fun fun fún

Ni le he visto ni he sabido de él.

No es que esperara que fuese a felicitarme, cosa que no ha hecho ni me importa, pero sí esperaba encontrarme con él este sábado. Esperaba verle, volver a hablar con él y cerrar así un día eterno. No ha sido así y vuelven de nuevo a mí los pensamientos de imaginarme ya vieja y que todo seguirá estando como está, intacto y con un silencio perpetuo. Lo demás me da un poco igual: el cumpleaños, la navidad, el trabajo, fin de año y su puta madre.

No tengo vocación de nada que no sea querer acercarlo.

La gente vuelve a importarme una puta mierda, mienten y mienten y vuelven a mentir. La mayoría de las cosas que he vivido estos días me son indiferentes y termino inmersa en un vacío existencial bastante considerable. Puede llegar de pronto uno con una metralleta y matar a cuarenta y cinco, delante de mis narices o enterarme luego, y no darme pena ninguna. Tampoco es que me estorbe alguien -Bea incluso me ha hecho gracia al encontrarme con una llamada suya el domingo y no el sábado que es lo correspondiente- pero, que se mueran no me importa, creo que yo ya debí matarlos en mis adentros hace tiempo.
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Bien podría nevar e incomunicarnos todos, con una sola avalancha de guapos me conformo.
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Con lo feliz que estaba yo al haber podido olerle de nuevo, al pensar en los últimos hechos y al saber después que llamó la atención de Sandra, simpático como nunca y que la llamó por su nombre y la estuvo explicando que él y yo nos habíamos visto y que habíamos estado hablando, que la llenó a ella también de explicaciones, joder. Yo estaba feliz y todo era estupendo pero ahora, otra vez, este puto silencio que no deja de sonar en mi cabeza.
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Tengo las mismas ganas de cenar langostinos que las de recoger aceitunas.

18 de diciembre de 2008

punto de inflexión II

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Lo he dejado atrás, claramente sí. Lo he hecho.
Supongo que a esto se le llama cambiar. Porque cambiar no es la mierda esa -que cuentan- de casarse de blanco con tarta a juego y sentar la cabeza; la cabeza no se sienta, la cabeza se utiliza. Y yo ya he aprendido, entre otras cosas, a cuándo no hay que utilizarla, a controlar mi ansiedad en cierta medida, al menos en la justa.
Aún me quedan muchas cosas por dejar atrás, o todo, según se mire.
Necesitaba, creo, sí, quizás, necesitaba sentirme así tal y como me siento ahora tras los últimos acontecimientos, para dejar atrás el lado oscuro. Y lo he hecho, cómo no, con su ayuda. Lo he conseguido.

13 de diciembre de 2008

14km

Fran me recomendó esta película.

Es una historia africana y hay que verla.

A mi me tocó en casa de éste, ya me había hablado de ella y le apetecía verla conmigo, me había dicho que le impactó mucho y que se acordó de mí. El domingo por la noche no teníamos, ninguno de los dos, otra cosa mejor que hacer y yo ya me había fumado lo bastante.

Lo que Fran no sabía es que en esa película aparece Asilah, un pueblo de la costa marroquí en el que estuve tres noches y cuatro días, allá por abril de dosmilcinco, y cuyas calles -encaladas y blanquiazules todas- todavía reconozco y eso que de periquita tengo poco. Allí en Asilah conseguí probar un hachís con cierto remanente a doble cero y, allí compramos diez gramos con el correspondiente dieciseis por ciento o así de ktjdn.

Tampoco sabía Fran, y le anduve explicando, que justamente otra de las secuencias de la película/documental estaba grabada en el interior de una pensión -por llamarla de alguna manera- en la cual pasé un par de noches allá por diciembre de dosmilcuatro, dentro del zoco de Tánger. Le expliqué que la llamada al mohamed comosellame no es igual a las tres de la mañana que, por impresionante, a las cinco de la tarde.
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Recuerdo las filigranas a hierro forjado de las barandillas de esa pensión, sé que es esa porque era una de las más famosas, y aún tengo la foto de cuando allí estábamos y el barça ganaba a no se quién europeo y lo veíamos por tve1 y que salió el tonto de siempre hablando en el telediario en los deportes y que de las ciento cincuenta cabezas o así que habría en ese momento en el salón sólo yo llevaba pendientes. Las únicas tetas de la sala, las mías, y yo no sé cómo entre unos y otros amigos todos que si santacoloma que si valencia, me acabaron colocando en el centro de la estancia y ahí quedé, retratada, rodeada de bigotes y fumada que te cagas. También, en esa terraza el Alberto, hasta arriba de hierba buena, se dejó ocho euros otra noche comprándole al amigo dos candelabros de plata mala.

A Fran, que parece que quiere bajar alguna vez conmigo, no le dije que seguramente uno de los niños descalzos de los que tan pronto te hablan en perfecto cristiano como en alemán a la espera de que abras la boca y te definas, habría llevado de la mano al cámara y acompañantes hasta la terraza del amigo, y que casi que yo apostaría porque así fue. Tampoco le dije que esa misma perspectiva del barrio antiguo de la ciudad la había visto yo, mientras me bebía el té que me habían servido de gratis y seguía el timo de las alfombritas que le hacía otro amigo al Rodolfo, que entre porros y baratobarato no se enteraba de nada.

A pesar de rodar también acerca de Mali, Ibrahínes no salía ninguno.

De Marruecos, en esta película, sale sólamente el engaño, sí, y muy bien plasmado.
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Los zapatos retorcidos que devuelve el mar supongo que seguirán en su sitio y el dirham seguirá a once o así, con crisis o sin ella.
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Allí hay miles de ojos, siempre, acechando, mirándote.

Catorce y una imágenes me llevaron a aquél agujero en el suelo en el que se meaba y se cagaba todo dios y todo alá, y al que después, la señora de la fabada que trasnochaba para esos menesteres, le lanzaba un cubo de agua. Recuerdo el momento preciso en el que Noelia y yo constatamos la presencia de la señora de la fabada y cómo ella espoleó en árabe y de muy malas maneras al bigotudo que nos precedía para que éste diera paso a las damas y recuerdo también, hasta con el estómago, que a Noelia la ardían los ojos y no la salían las palabras y que la música en directo nunca se acababa.

Lloré con escenas de la película y lloré en aquel tren que nos subía desde Rabat allá por diciembre de dosmilcuatro. El arcoiris aquella tarde daba la vuelta al cielo y nunca jamás antes había visto yo el cielo tan inmensamente ardiente al anochecer y el Alberto dormía sobre la quinta mochila de nuestro vagón y yo escuchaba no se qué tragedias a Cheba Zahouania a través del discman y la guapísima del pañuelo yo no sé a dónde miraba pero el del bigote del asiento contiguo no me quitaba la vista de encima.

Ni a Fran ni a nadie le he dicho nunca por qué lloraba sin desprender mi vista de la ciudad de Tánger, aún ya quedando a lo lejos, desde el ferry, sentadita en una caja de hierro, balanceándome, en un recoveco. Ese fue, por otra parte, mi último regreso.
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Tampoco le digo a nadie que aquel otro amigo tenía razón cuando me miró a los ojos y me dijo que él y yo éramos iguales.

El olor a sardinas repercutido me lleva siempre a aquella esquina, siempre, y allí me deja mientras visualizo cómo aquel morito del tenderete vecino coge con las manos las patatas recién fritas y las vuelca sobre la hoja del periódico. Y aquél amigo de tarde entera, algunas veces por memoria, está comiéndose nuevamente con las manos la sardina estofada o lo parece y menos mal que la memoria no huele porque vomito y se la dan a probar sólo porque nos ha llevado a ese sitio, donde según nos cuentan se rodaron películas y marlon brando o no se quién dijo esto o aquéllo.
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Cuando aquel otro amigo me vio la tarjeta de bp de la gasolinera no sé por qué me dijo que él portaba en su cartera la tarjeta de carmen ordoñez, la enfarlopada o lo parece en la bañera. Me explicó que estuvo viéndose con ella durante un par de meses y que era buena persona, relató y relató su ir y venir con ella e incluso me anduvo diciendo qué productos bajaba él a comprar cuando carmen ordoñez le invitaba a protegerla el fin de semana, bajaba al hiper y a la farmacia. Se supone que yo ahora voy funcionando con la tarjeta de bp de carmen ordoñez por madrid y aquel otro amigo funciona con la mía, eso daría para una película. Y el caso es que, en nuestra vuelta a madrí, en carabanchel, la pasé para ver los puntos y tenía dos mil más que en la mía. Los canjeé y me gusta pensar que tengo el secador de pelo de la carmina ordoñez.

No falta -en la película de 14km- el local de turno, creo que lo colocan en Níger y lo hacen llamar "el fin del camino", que acaba siendo una utopía que te cagas. Mientras lo veo en silencio con Fran recuerdo que yo, por tener cara de espanyola divertida para asomarla a través de un ventanuco a la autoridad competente, conseguí que nos dejaran pasar a nosotros y a los amigos a lo menos tres sitios que ya estaban cerrados pasadas ya las tres de la mañana y las cuatro.
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Estos amigos lo parecieron de verdad y terminaron llevándonos en su fiat punto a la entrada del zoco dónde nos alojábamos pasadas ya las seis y nos invitaron a coca y no quiero gracias, y se liaron los porros de su chocolate y rulaban las cervezas una detrás de otra. Uno de ellos primero me tradujo una canción del cheb khaled y luego entre otras cosas me contó que su mujer estaba acostada porque ése era su deber, lo estuvimos discutiendo y recuerdo que luego me daba besos en el gorro rojo para hacer las paces. Estos amigos tenían dinero, todo tipo de drogas y muchas ganas de juerga, no nos dejaron pagar ni una sóla ronda. El día siguiente lo hablamos entre nosotros y nadie había pagado nada.

Pero no es nada agradable encontrarte dentro de un sitio que bien pudiera pasar por ser el palacio de las mil y una noches y que, mientras tú te entretienes en observar las columnas, te venga la furcia más próxima a darte consecutivos golpes debajo de las rodillas. Allí se viven momentos en los que, entre unas cosas y otras y la utopía flotando, te hacen sentir vacía, sobre todo en el instante preciso en el que caes en la cuenta que la noche, allí, es para las putas como yo y como ellas.

En resumen, en la película muere quien tiene que morir y ya sólo por la música merece la pena.

Los 14km están llenos de historias, esto son sólo un par de ellas.

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Fran también pretende ver conmigo desde hace algún tiempo, Un novio para yasmina. Estamos esperando que deje de descargarse porno en su emule y mi ares. Quiere verla conmigo porque sabe que mi hermano Miguel se ha casado con Al-Ain y que la está esperando.

11 de diciembre de 2008

La vida es una puta tómbola de luz y de color


-Hacerlo a la pata coja no me gusta-
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Esta y otras expresiones similares utilizaba yo cuando tenía alrededor de ocho años, y más concretamente, cuando portaba la cara que se puede apreciar, de cuando accedí al primer grado o así y yo seguía siendo todo inocencia.

Ya había adquirido yo, por entonces, la marca o señal en mi labio superior debido a un corte que me hice con una esquina del patio del colegio adjuntándome, junto al corte, un complejo súper gigante que se mantuvo muchos años conmigo y un odio inmenso, desde entonces, hacia los cazadores puesto que, ese día, el médico debería haber estado pasando consulta y no de safari para así, de ese modo, haberme podido grapar los puntos en el labio por dentro y no por fuera como hizo al día siguiente.

No sé si yo tenía esa cara ya, o parecida, cuando aquél veinte de diciembre me regalaron por mi cumpleaños un balón de color rojo y negro, de plástico, el cual me entregó mi ma'. El balón en cuestión, tal como supe poco después, valió veinte duros, pero aún así fue el mejor regalo que me han hecho en mi puta vida.

Yo tenía bastante con mi mundo imaginario, con mi amiga la hormiga, que a cuántas hormigas distintas no vería yo!, pero me emperré en que esa hormiga era mi amiga. Me debía estar leyendo la colección de Mi hermana Clara o Alí Babá o semejantes flipadas para llegar a vivir propiamente aquella fantasía, no sé, ya no recuerdo.

Lo que no mata, engorda. Se decía. En aquellos años y otros posteriores, a primeros de los noventa, mientras aquél enredaba su piernecilla izquierda entre los radios de mi bh rosa por empeñarse en montar atrás, otros mordían tres, cuatro veces, la tarta que había hecho mi ma' y lo desechaban argumentando que estaba muy fuerte.

Mi ma' reconoció más de una vez que el único pedo que se había cogido en la vida fue bebiendo sol y sombra, como en los toros. Nunca jamás en la puta vida, por años que pasen, olvidaré que una mañana primaveral de finales de los noventa, Angel mediante, me levanté con mi pedo oliendo el pañal de LaMía que esperaba a ser levantada desde la cama contigua y que acabé vomitando entre las sábanas el kilo y medio de banderillas -como en los toros- que me había comido entre cerveza ocho y cerveza diecinueve mientras estuve bebiendo con Julián en aquel bar y tampoco se me olvida que era el bar del pensionista. Muchas son las veces que me acuerdo de todo aquello cuando me veo extendiendo una fregona.

La última vez que vi toros y caballos en directo yo tenía la misma cara de niña o así y por sólo (*balón rojo) quinientas pesetas podía acceder a la plaza; por eso y por mi cara bonita. Que ya me lo dijo aquel cura que se parecía al bajito del dúo dinámico -tienes una cara muy bonita-, y recuerdo que añadió que de no ser cura sería pederasta si acaso no pudiera ejercer de las dos cosas o no sé.

Sigo queriendo saber, por otra parte, quién fue aquél/la que en mi trece cumpleaños guardó silencio y pasó desapercibido en la entrega de regalos. Descubrí el suyo media hora más tarde, una vez se hubieron ido tod@s de casa, creo que me lo dio alguien de mi familia, quizá mi hermano Pedro, y seguía envuelto, a falta de entrega. El papel que lo envolvía era de un periódico y contenía un blog para dibujo técnico y creo recordar que también unos rotuladores de colores.
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Sé que ningún año antes de ese trece se había congregado tanto personal en mi cumpleaños. Nunca antes había abierto tantos regalos, ya no recuerdo ni mi forma de abrirlos, ni el antes, ni el después, ni la mayoría de ellos, ni la mitad de invitados, pero algo debía haber en mí para que ese alguien optase por no entregarme nada. Es un sentimiento extraño el que se me queda de todo aquello, siempre he sido muy egoista pero qué debió pasar, o cómo debí comportarme para que optase por esconder el suyo, no lo recuerdo. Sí que recuerdo que yo también callé, como ese alguien, y jamás le dije a nadie en el colegio ni en parte ninguna que había encontrado un regalo sin abrir.

Tampoco creo que olvide que aquel trece cumpleaños lo viví por vez primera junto a César, Mario, Noelia y el amigo gay que toda mujer quisiera tener, siendo este último el más niño de todos los allí congregados. Y sé que allí había gente que luego me hizo, en su momento, el suficiente daño como para hacerme más fuerte.
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Y hablando de daño y la rosa y sus espinas...

-Esto es muy largo y hay prisa-

Esto, o una expresión similar, es lo que me dije a los casi, dieciocho, cuando me crucé con esa niña bonita y la robé los ojos.

Esta, la niña bonita (que tan bien representa esta imagen), no existió hasta entonces en mi vida, hasta mis casi dieciocho. No me martirizaba todavía y siempre entre los mismos cálculos, putos números, putas posibilidades.
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Entiendo que ella ya estaría desde años atrás haciendo de las suyas, echando humo, enamorando a su paso como si tal cosa, y enseñándole al mundo sus dientes. Andaría ya rondándole en la cabeza la idea de fracturarle el corazón para ponerlo en mi camino o no sé, lo que es seguro es que ya era guapa.

Joder, sigo preguntándome todavía hoy si no sería mejor quizá no haberla conocido nunca y de esa forma no llegar a sentirme nunca más como la niña gorda de la bañera ya que así me ha hecho sentir y, si me paro a pensarlo, casi que lo doy todo por estrenar, de nuevo, la camiseta que llevo ahi puesta en la foto de primaria, la cual recuerdo que era de barrio sésamo.

De Coco paso de hablar porque a Angel no le hizo ninguna gracia cuando le dije que me lo había regalado el Alberto, lo soltó de pronto, como si diera calambre. El veinte de diciembre de dosmilseis mi hermana María me regaló un Coco según ella / un Monstruo de las Galletas según yo, súper gigante, que se le saldría el culo al sentarle en una silla y que, ahora mismo, y a mis casi veintiocho, me está observando con uno sólo de sus ojos, me amenaza diciendo que haga el favor de fumarme otro porro y que deje de escribir ya aquí tanta lancha junta.
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Creo que he cambiado mucho desde primaria.
Ya no espero nada.
Ya se me olvida que el mismo día que me dejé más de treintamil pesetas en el dentista, la recepcionista muy gorda y muy mona ella, me dijo que mi señal en el labio con dos gotitas de nada de silicona se eliminaba.
Ya no voy dándome besos con lengua, en el antebrazo o al espejo, probando a ver cómo se besa, ya sé que la culpa de no besar no la tiene mi señal en el labio.
Ya sé que de mayor no soy, ni voy a ser, como Juana la del Sergio.
Ya no acepto caramelos de hombres mayores a cambio de retorcerme el moflete.
Ya veo pasar los años, a mi pesar.
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-Ya no me roban el alma las fotos ni, mucho menos, la inocencia-

Esto lo digo hoy, tal cual suena, con mis casi veintiocho y lo puedo decir cuantas veces quiera, pero paso de subir foto actual de fumada, es algo evidente.

8 de diciembre de 2008

¿y tú me preguntas qué es poesía?

Hoy le he visto. Le he visto y me ha mirado, hoy creo en Dios.
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Si no me metieran un puro por plagio diría que esto lo acuñé yo el sábado por la noche y si la belleza se paga, éste, no gana para letras. .
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No sé de dónde me viene la calma pero me mantengo todo el rato en mis cosas. Estoy yo medianamente pasable ahí, a medio reir, y con ganas de disfrutar de Fran. Parece ser que estoy guapa y tengo pipas en el bolsillo del abrigo. Entre unas cosas y otras, media hora de reloj y la distancia en el medio, yo -por mucho que me indique Mario- no veo una mierda, por lo que comienzo a olvidarme de cualquier cosa y a no desesperarme porque el que no ve, no ve y ya.
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Entonces aparece él.
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Se cruza entera la pista de baile, la cual se encuentra completamente vacía, y se la cruza diametralmente y con un pie delante y el otro detrás, él sólo y de frente. Y yo le veo acercarse, y acercarse más, y veo que es él, ahí, a metro y medio ya, y que viene, y que sigue, y que viene, y que veo que es que viene expresamente a verme, que se ha cruzado la pista para hablarme. A mí.
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Entonces se abre el cielo y yo me meto para dentro.
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Me mira con esos, sus ojos, y yo observo que porta barba crecida de unos cuatro días y una sonrisa envidiable. Se me planta ahí con ánimos de quedarse y lo primero que me dice es una gracia, contestando que anda -con los pies-, y no hablamos absolutamente nada de nosotros dos de este loquesea que nos traemos entre manos, pero permanece allí conmigo algo más de veinte minutos de reloj hablando de todo un poco. Le traen otra copa más pero de ahí no se mueve. Mucho y divertido.
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Creo que soy yo la que va enlazando unas conversaciones con otras y tras todo el recorrido de su boca a la mía llego a saber cosas que no valen para nada, cosas importantes y cosas que no tienen que ver con nosotros. Acabamos hablando tanto de tanto que me sería imposible transcribirlo.
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Sé que allí estaba yo, con mi mano en su hombro, y él mostrándome el lóbulo de la oreja al roce. Y sé que me miraba a los ojos, explicándose, y que me seguía toda la conversación interesado y que cambió de postura, ocho o nueve veces, pero que de allí no se iba, que los silencios eran mínimos y yo le veía encantado ahí explicándose.
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Por vez primera dentro de esta historia he tenido constancia, y así lo he sentido, que está interesado en mi. Lo sé, y así lo siento, y de la forma más absurda y más inesperada lo he visto y constatado con mis propios ojos, con mi propia yo ahí en ello. De hecho, nunca antes recuerdo haberle visto tanto interés en algo como tuvo ahí, todo el tiempo, charlando conmigo. Él, que está tan serio siempre, sin embargo, ahí estaba jugueteando conmigo dentro de todas y cada una de las conversaciones.
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Qué dientes más blancos y qué agradable es y qué guapo por dios santo.
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Había pensado ya en varias ocasiones en el próximo encuentro. Siempre me veía envuelta en triste y barajaba, de algún modo, distintas formas de frialdad entre los dos, de aparente frialdad, de frialdad extrema, de indiferencia, de indiferencia fingida, de mierda, de mierda media, de mierda llena, de mierda rebosante.
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Pero esto no, eh.
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Esto se sale del esquema y acabamos montando un tablero aparte y él tiene el dado. Me encanta, me encanta y me vuelve a encantar.
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Dice, ya no sé cuándo, que se va para allá a ver qué hacen aquellos y allá marcha, pero y a mí ya qué más me da si ya ha hecho la noche, allí conmigo, si yo ya sé que es cierto todo eso que me cuenta que vive hecho un abuelo y no sale de fiesta ni nada y a las dos se acuesta. Yo, ante su marcha, sencillamente floto y flotando llego hasta Fran que, antes de que llegue, ya me ve venir y lo primero que me dice es que Angel siempre me sorprende.
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Tontita perdía es poco.
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No se puede enamorar por ahí a las gentes y luego dejarlas ahi en medio de la pista de baile.
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No, eh.
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No puede ser que se haya metido coca, no, no, eso no es, coca seguro que no ha tomado, y no está nada machito, no, tampoco, y le pongo nervioso, sí, sí, soy yo la que le está poniendo nervioso, y qué divertido está y qué cercano y qué simpático.
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No sé si es que huelo a Sergi, o a qué huelo, pero esta vez ha venido a hablarme y ahí permanece y a esta distancia me huele fijo, me está oliendo, y a esta, y a esta también y qué bien huele él, y cómo puede ser que tenga tanta suerte, yo de pronto, para poder estar presenciando hechos tan estupendos.
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No puede ser ya todo más espléndido. A todo color.
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Una noche muy propensa para que, definitivamente, hubiera pasado de mi por completo. Perfectamente podría haberme ignorado, yo desde mi posición ni tan siquiera le hubiese visto y, sin embargo, él hace justo lo contrario, viene buscándome y terminamos hablando de todo un poco y más que nunca.
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Para rebajarme la euforia y en el colmo de la amistad que ya no le puedo reprochar, le he enviado un sms a las 16.04, hoy día ocho,
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-Angel, prenda, felicidades! no sé si hay que darte veintiocho besos o tirarte de las orejas o las dos cosas o ninguna. en cualquier caso, disfruta del día que para eso es tuyo-
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No me ha contestado. Supongo que, como somos amigos. no pasa nada. Luego con venirme poniendo ojitos, mentón por delante, sabe que se me olvida.

4 de diciembre de 2008

en el país de las maravillas

A veces doy pie y manos a la fantasía, como hoy.

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Me da por creerme que voy a comprarme una casa y me leo de arriba abajo el periódico su vivienda y comparo precios y después elijo el que me es más asequible y luego ya, sobre plano, miro con detenimiento dónde quedará el baño respecto a la habitación, la luminosidad del salón comedor y por último imagino y me creo las dotaciones sociales en el barrio. Me veo bajando en el ascensor, pisando la tarima flotante y sacando la basura.
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También me imagino que finalmente quedo con Sergi tal como me dijo la otra noche, pienso en que me llama y que nos vemos en los alrededores de plaza castilla y que le encuentro tan guapo como le veo siempre, que nos sentamos frente a frente en cualquier cafetería y que hablamos de cosas intrascendentes y que en un momento dado me pregunta qué podemos hacer y yo respondo diciéndole si acaso sólo yo quiero comerle la boca o si pensamos los dos lo mismo y estupendamente. No sé ni lo que me contesta pero hacía mil años que no sabía de él y ahora vamos a vernos.
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Me creo que voy a ser mucho más responsable a partir de ahora y por ello hoy me dedico casi exclusivamente, aparte de lo mencionado, a subir aquí minuciosa y pacientemente todas y cada una de las obsesiones que vienen teniendo lugar y sentido -dentro de mí- de forma demasiado frecuente para ver si así, juntándolas y dejándolas presentes, reviento ya de una vez o se hacen amigas y me dejan en paz. El caso es que no sabía que en un sólo día fuese capaz de pensar en tantas y pienso en superarlas todas.
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Me digo a mí misma muy seriamente que voy a estudiar y todo, incluso voy a pagarme un par de cursos contrareembolso y como me propongo hacer cosas de provecho me ha dado por colocar aquí un reloj que da la hora tamaño miopía para tener presente el tiempo que pierdo, detalles no más, y a la vez recordarme que he de ir de una vez a revisarme la vista.
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Pero sé, perfectamente, que por muy grande que me ponga el reloj voy a seguir haciendo lo que me venga en gana. Sé que no voy a estudiar todo lo que debiera y que detrás de todas estas obsesiones vendrán otras tantas. Sé que no me voy a comprar uno de esos pisitos en la puta vida, al igual que sé que he quedado con el Sergi para después del puente inmaculado porque ya puede estar todo lo guapo que está pero yo necesito días para encontrar ganas verdaderas de algo, días para depilarme y días para creerme que así, de pronto, le entren tantas ganas de verme..
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Y es que me paro a pensar en lo que realmente sé que voy a terminar haciendo y la fantasía se me va a tomar por culo porque pienso en los deberes y en todo lo que no he hecho. Me pasa igual que cuando tenía doce años.

1 de diciembre de 2008

Para bailar la bamba se necesita

Yo no sé si esto se mastica o se traga tal cual.

Ahora, además de botellines, a Ángel le ofrecen sexo sin compromiso. Él, con su pedo, con su chándal y con barba de unos ocho días, lo rechaza. Como gay no es y como yo me he decidido a quererle sin más, me pregunto si acaso estará pensando en hacerse maqui un día de estos y echarse al monte o cómo es la cosa. Allí estaba la Sandra para escuchar la oferta y retransmitírmelo varios días después vía msn porque para qué vamos a llamar no existiendo beneficio ninguno de por medio.

Estaba él con sus amigotes a altas horas de la madrugada vaciando cajas de cerveza como ya es costumbre y allí presente estaba la chica ofertable en cuestión rozándose con unos y con otros en plan ay qué risa qué pedo llevo y fíjate éste qué guapo. Entonces uno de los amigotes le pregunta a Ángel por qué no se lleva a la chica por ahí y se la folla -literalmente-, y para más señas le añade que se la lleve a dar una vuelta por ahí y se la meta. Él, parece ser, que todo lo que hizo fue sonreir y negarse.

Entiendo, hasta donde llega mi entender en este tipo de barbaridades, que si ni aún estando con sus amigotes de risas opta por vacilar, debe haber algo en él que se nos escapa tanto a ellos como a mí y por esto sólo le decimos burradas. Y también entiendo que si el amigote ese u otro imbécil semejante le hace esas propuestas debe ser porque actualmente Ángel no se está viendo con nadie.

Con episodios de esta índole lo que también tengo claro es que no me voy a desenredar de esta historia en la vida, o eso parece. Con lo sencillo, aunque doloroso, que sería que me llegase la Sandra un día diciendo que le ha oído o visto hacer o decir esto o lo otro, entonces yo podría resumirlo en que es un gilipollas y de ese modo se me iría a tomar por culo el querer pero no, padre, él tiene que estar ahí en su línea de no tienes de qué culparme y yo aquí echando el tiempo pensando en él en mi intento de atar cabos.
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Luego dicen por ahí que son todos iguales, me meo yo en todo eso, bah.

La misma digestión hice en su día cuando en un arrebato bastante considerable le pedí a Ana en dosmilseis que le llamase por teléfono con cualquier excusa barata y hablase con él de lo que creyese conveniente comportándose, eso sí, lo más zorra y sensual posible. El resultado fue el mismo de ahora, idéntica su forma de actuar, ni un solo vacile y todo lo que la dijo era cierto, ni siquiera hubo una sóla puta pregunta o respuesta reprochable, fue todo timidez y encanto a partes iguales.

Ahora que lo pienso a mí nadie me llama nunca investigándome de manera fraudulenta. Tampoco me llaman investigándome, a secas. Hace algún tiempo sí que me llamaba quien sea y siempre ocultando su número y yo respondía y él o ella me escuchaba en silencio y yo vacilaba como mejor me parecía y el silencio se prolongaba y ya al ratito me colgaba sin despedirse siquiera ni darme las buenas tardes, bah 2.

El caso es que es muy triste todo aunque no haya nada por lo que lamentarse. Y, sobre todo, es triste porque tanto él como yo cumpliremos años de nuevo y tararearemos villancicos si es preciso pero respecto a nosotros todo parece que seguirá como hasta ahora en este rumiar mío de obsesiones que no sé cómo lo hago pero que siempre acabo en él y en sus cosas.

Esto, por otra parte, es lo que trae diciembre junto a este puto frío.