17 de agosto de 2014

Tranquila, mañana te cegará el sol

Atraviesa entera la pista de baile para venir a saludarme, no es la primera vez en la vida que lo hace. Ni siquiera me había dado tiempo a divisarle en la lejanía. Quizá me viese minutos atrás hablando con el hermano de Elfeo. Quizá escuchó a Pocholo llamarme Cosa Bonita o le viera abrazándome contra su pecho en el colmo del regocijo o cogiéndome la cara entre sus manos más de una vez. Quizá no viese nada, no se lo pregunto.

Atraviesa entera la pista de baile para venir a saludarme, llega sonriente y yo le quiero todavía mucho por lo que también sonrío. Inmediatamente siento ahí que esta historia sigue viva dentro de mí. Trae ganas de hablar y dejaré que lo haga. Tras ponerme al día acerca de su situación laboral, la cual poco ha variado, aparece el primer silencio, el cual aprovecho para regresar a mi mundo que no es otro que el de las necesidades. Le pregunto si tiene posibilidad de conseguir papel de fumar y le advierto que tengo pensado fumar con Pocholo, quien se encuentra a su espalda y que con sus aspavientos musicales acaba de tirar literalmente al suelo sin querer a otro desconocido aún más borracho. Mientras Pocholo ayuda al otro a levantarse del suelo yo dejo espacio a éste que nos explica que el borracho se ha caído solo. Ángel me dice que sí que puede conseguirme ese papel. Vente, añade, y yo le sigo.

Atravesamos ambos la pista de baile, todos los que allí están me ven llegar tras él. Pregunta a quien no tiene, pero sí tendrá la hermana de éste que me entregará siete papeles. Mientras estoy dando las gracias y guardándolos en el bolsillo trasero derecho de mi pantalón nuestro amigo común se acerca saludándome. A éste le explico sinceramente que le encuentro una mejoría física que no acierto a definir y entonces Ángel aprovecha para criticarle cuanto puede. Tiene ganas de reirse y podré disfrutar cada una de las veces que lo haga. Nos deja solos unos minutos, no le interesan las municipalidades que yo curioseo al también concejal. Vuelve impetuoso diciendo que nos invita a una copa, nuestro amigo común lo rechaza y yo acepto de buen grado.

Le acompaño a la barra y allí seguimos hablando sin importancia. Al otro lado se encuentra el novio de la Sandra, que me tira besos sonriente desde la distancia y me pega la risa. Ángel a mi lado, sin yo preguntarle, comienza a explicarme por qué no acudió a esa fiesta donde un año atrás nos desnudamos y me hace concentrar en él los cinco sentidos. Tiene más ganas de hablar que nunca, parece que le han dado cuerda. Confunde de lugar antiguas anécdotas y se ríe de varias de mis expresiones pareciendo encantado. Yo también lo estoy, sigo dependiendo de él, aunque hablemos de gentes y cosas que no me interesan. Nos interrumpirá su primo y luego César a quien le presento; también el novio de la Sandra con quien me dejará sola unos minutos y Bea que pide perdón por si interrumpe.

Tanta interrupción me hace volver a mi mundo de necesidad. Le recuerdo que cuando hablamos meses atrás no me encontraba bien y que las dos veces posteriores en que nos hemos visto y no me ha preguntado siquiera aún me siguen doliendo. Entonces confunde las veces y las formas hasta que me cansa y ya no sonrío. Es ahora cuando rememora al detalle qué fue lo que hizo en ambas situaciones y parece entender lo que no debió hacer. Añade que tengo razón (a una persona se le pregunta qué tal está y más aún sabiendo que la última vez esa persona estaba mal) y que tengo derecho a enfadarme por ello (mi seriedad produce tremendos efectos desde tiempos inmemoriales). Enfadada no estoy, le indago si acaso no me preguntó adrede porque no le interese mi estado y esto lo niega firmemente. Creo que nos hemos entendido, aunque no sabe decirme el por qué de ese comportamiento o no quiere decirlo. Procura después que hablemos de aquel bajón y por agarrarme a esta no evolución como fuente de los bajones me repite, como ya hiciera años atrás, que le doy demasiadas vueltas a las cosas y que no hay que pensar tanto. Me desespera su simpleza, intenta empatizar conmigo con su propio ejemplo no evolutivo pero no me sirve. Debatimos ampliamente, pero ya amaneció hace un rato y Bea regresa para llevarme con ella y llevarse dos besos de él.

Podríamos habernos visto la noche siguiente y seguir hablando, tal y como le propuse, pero a pesar de aceptarlo con agrado y antelación ya después en directo no se acercó ni para darme las buenas noches. Necesito que me quieran y él no está dispuesto a hacerlo, no puedo evitar llorar mientras escribo.