26 de mayo de 2009

Con la falda remangada

Podría retirarme tranquilamente, junto con mis hermanos Pedro y Juan, a una isla desierta y seguro que todo lo que allí aconteciese merecería la pena.

Este fin de semana, sin ir más lejos, lo hemos pasado los tres juntos en Bilbao. Se me ocurrió esta propuesta ya hace un tiempo, cuando fui consciente que era rematadamente difícil que el athletic de juan le ganara la copa al barça de pep. Quería que todo saliese bien, quería que tanto uno como otro disfrutasen de la estancia allí y se llevasen un buen recuerdo. No había pensado en que las cosas, todas las cosas, iban a venir dadas tan de cara y tan chulamente.

Nada de lo que hemos vivido ha tenido desperdicio. Incluso puedo llegar a firmar que me gustó el correr la calle Licenciado Poza abajo y arriba, aun sintiendo la carga policial detrás, escuchando a unos metros las pelotas de goma postpartido. Qué importa que cierren el metro por seguridad, si hemos llegado en tranvía se pueden recorrer andando las vías en dirección opuesta y en paz.

Qué importa que la señora que nos hospeda nos señale en el mapa, ya no con boli negro bic sino con rotring rojo, la zona adosada al casco viejo de la ciudad donde es recomendable no adentrarse si bien sabemos todos que habiendo ganas de reir y de beber no sirven de nada las recomendaciones. No hables con desconocidos también dicen por ahí.

Qué importa que el mapa se moje y que nosotros también, o las voces que demos al discutir, o por dónde vaya a salir el sol, dónde esté Santurtzi o cuánto dinero quede, qué importa qué tipo de arte se exponga en el guggenheim si tenemos allí a Pedro para señalarnos, entre otras cosas, que el esculpido a tamaño natural, el que da la espalda al museo, es TioAntonio que allá va ya a ordeñar.

Nada de lo que hemos vivido ha tenido desperdicio. (1-4). El atleti con este resultado entra en champions y hemos ido y hemos vuelto en Su coche, pero realmente me he traído ganas de todo menos de escribir episodios como estos.

No voy a olvidar nunca el haber visto a la ilusión metida en el cuerpo de Juan corriendo hacia abajo por la avenida Joaquín Arana, atropellándose, para decirle unas palabras a un jugador de fútbol. No, no creo que olvide ninguno de los detalles de este viaje a pesar de la borrachera que me cogí el viernes.

No sabría de qué forma describir todo lo acontecido. Mentira. Por supuesto que puedo describirlo, puedo escribir cosas preciosas como "la corriente del agua de la ría va hacia arriba, como mi ánimo (metafóricamente -su polla-) siendo Él quien me mira". Puedo escribir cositas chulas así y muchas más si yo quisiera, pero no quiero. Ahora mismo la verdad es que no sé qué es lo que quiero.

Bueno, sí, pero si yo fuese igual de feliz siempre, como lo he sido durante estos días, seguro que entonces no tendría este blog para escribir aquí de mala manera.

21 de mayo de 2009

Y cuando no sana

No tengo necesidad de mentir pero, aún así, lo hago.

He mentido al médico asegurándole que voy a tomarme los 0.50 mg diarios de trankimazín que me ha hecho constar en la única receta que me ha proporcionado. Pretende que yo siga esas indicaciones, durante quince días hasta terminarme la caja, y que después de ese tiempo vuelva a verle para decirle que efectivamente, ya me siento mejor.

No pienso hacerlo. De hecho, desde que salí de la consulta, no he querido volver a tomarme ni una sola pastilla y no las he probado aun llevando la cajita correspondiente dentro de mi bolso. Con saber que ahí están me basta y no quiero que se me acaben.

Le dije la verdad, le dije que necesito esas pastillas para mi propia seguridad, pero no me hizo caso. Yo también escuché lo absurda que suena mi explicación pero no creo que eso sea motivo para comenzar ahora un tratamiento de dos pastillas diarias.

Como no me apetece llevarle la contraria a nadie le dije, y le volveré a decir, lo justo y lo necesario para no crearme problemas y si para conseguir mi propósito hay que mentir se miente y punto. Regresaré a consulta en quince días, por supuesto que lo haré, pero será para pedirle más dosis porque todavía no me encuentro bien.

En definitiva, si se niega a darme pastillas por las buenas lo tendrá que hacer por las malas.

18 de mayo de 2009

Deltoya

De la noche a la mañana todo se puede ir a tomar por culo.

Un día me como el mundo a mordiscos y al siguiente siento que me hundo en la más absoluta insignificancia. Sin términos medios, como siempre.

No entiendo cómo es posible que pueda acostarme encantada de la vida tras pasar una noche de borrachera ferial de risas y fotos y luego, horas más tarde, despertarme sin resaca alguna pero con una inquietud que no sé de dónde aparece procurando no hiperventilar pero con un hormigueo corporal constante, angustiada por no sé muy bien qué y temerosa de no poder llegar en condiciones óptimas hasta siquiera la cocina.

Desde esa mañana de viernes todo lo que ha transcurrido lo ha vivido otra que no soy yo, sólamente he estado allí y poco más.

He ido atendiendo y sorteando los distintos compromisos sociales que se me han ido presentando pero sin decir a nadie que me encuentro drogada a base de besitran y trankimazín. Me automedico desde esa misma mañana porque tengo pánico a esta debilidad, por si volviese a paralizarme cuando menos lo espero o regresasen las crisis de ansiedad.

Hoy mismo he pedido cita con el médico porque el besitran que me sobró hace cinco años caducará en junio. Necesito drogas y amor, más que nunca.

14 de mayo de 2009

me corroLEER

(...)
¿por qué será tan triste?
El piano cantaba
los valses de Berger
Ella me dijo buena
-no me viste ayer,
al pasar por tu lado
estabas distraído,
así como encantado
no me quisiste saludar-

Y yo con la nostalgia
de la música triste
y porque yo la quiero
le dije: no te vi.


Federico García Lorca





Esta mañana he recorrido, como otras tantas veces, la línea cinco de metro.
Primeramente he ido sentadita en uno de los asientos con los auriculares puestos, las piernas cruzadas y los ojos cerrados en el imposible de pretender dormir mientras iba pensando en que si anteayer descarriló un tren en línea seis por qué no pudiera ocurrirnos lo mismo hoy.

Después, me he dormido.

Y en un momento dado, cuando pasábamos por Ventas o así, he abierto los ojos no sé por qué pero sin haber aún concluído el sueño que me ocupaba y me he quedado mirando por pura inercia a la persona que estaba sentada frente a mi. No le volveré a ver en mi vida pero me ha dejado aquí, sin pretenderlo, la absoluta nitidez de mi historia angelical representada en fernando torres desde el andén vistiendo de emidio tucci.

He logrado ver esta historia mía, entre sueño y despertar, con una claridad tal que la persona que tenía sentada enfrente ha reparado en mi sonrisa, un instante, acompañándola con la suya en lo que ha tardado la nitidez en desvanecerse. Entonces lo he comprendido todo y no le he plantado un beso en la frente a esa persona porque me ha dado vergüenza pero qué alegría más grande y qué simple y qué clarito he llegado a verlo.

Al llegar a la estación que me correspondía me he levantado enérgica del asiento (predisposición del todo inusual) y he bajado corriendo las escaleras mecánicas. He abierto la puerta a un ciego dejándole paso y a la vieja que le seguía también la he sonreído. He comprobado que el sol seguía ahí en lo más alto y me he echado a la calle con ganas de abrazar al kioskero.

Ahora sólo espero que esto que me ha llegado de forma tan nítida sea tan cierto como yo lo llego a sentir por dentro, que se acurruque donde acierte pero aquí, conmigo, y que no trasponga al igual que el sueño.

¡Larga vida a San Isidro Labrador y al Rei de Copes!

12 de mayo de 2009

Rebelde III

-A veces tenemos miedo a enfrentar un problema que parece difícil, ¿o será que lo difícil del problema es que tenemos miedo?-









El domingo estuve comiendo raciones con César en un local por su barrio y me estuvo contando, entre otras cosas, cómo le fue en el cumpleaños del viernes al que finalmente no quise asistir. Mientras me explicaba me daba claustrofia o algo similar de imaginarme allí -sin ánimo de socializar- encerrada en el mismo sitio rodeada de extraños hasta las siete de la mañana. Si me paro a pensarlo, me costó setenta euros contrareembolso el cursillo que me enseñó que ese tipo de ansiedad concreto es agorafobia, invertí para conseguir unos puntitos de nada y metérselos por el culo a esperanza aguirre.

Tras la comida, tal y como habíamos quedado, nos fuimos en su coche hacia el punto de encuentro para tomarnos unas copas junto a Ana y su novio. A los dos nos apetecía y esto llevaba un tiempo planificado aunque hasta ahora no habíamos coincidido. Si lo pienso, resulta que César y yo hacemos todo juntos, juntos vamos y juntos venimos, todo lo hacemos juntos o lo hemos hecho, todo, menos sudar por placer. Y él, al menos, va al gimnasio de vez en cuando. Me ha visto las tetas blancas y también morenas, me ha visto el culo, morirme de risa y morirme de miedo, me ha visto llorar, alucinar, y me ha escuchado hablar dormida. Sólo me falta metérmelo en la bañera.

Aunque yo no llevara esa intención lo cierto es que ellos me hicieron hablar mucho acerca de mi nueva vida aun habiendo muchos detalles de la misma que desconozco. La posibilidad de Barcelona no la mencioné siquiera y principalmente porque el novio de Ana habla rápido y de forma contínua y siempre me da la sensación que no escucha. Más tarde sí hablé de esto con César, estando ya los dos solos, mientras el barça iba ganando tres a uno y era momentáneamente campeón de liga. Siempre que hablo con él de algún tema interesante César acaba aportándome detalles en los que yo no había reparado. Entiendo que esto es lo máximo que se le puede pedir a una persona y quizá por ello el entenderme con él me ha resultado siempre muy fácil.

Lo díficil, lo que no es fácil, es manejar mi miedo que nada tiene que ver con mi porvenir laboral ni con este no follar eterno. Mi miedo me sobrevuela desde hace un tiempo en prácticamente todas mis cosas, quizá porque soy más consciente que nunca de que lo tengo. No sé exactamente qué quiere decirme pero algo es y a veces pienso que me deja en evidencia. De hecho, cuando Ana puso la enésima cara de vergüenza ajena ante comentarios de su novio, a mi miedo no se le ocurrió otra cosa que cambiar el servilletero de sitio y tragar saliva. Guardé silencio y disimulé como pude porque es lo que me convenía hacer en ese momento y también porque ya son muchos los días que llevo sabiendo que, en ocasiones, es mejor callarse y más aún cuando ves que se calla la parte interesada.

Este miedo no lo puedo explicar, ya lo intenté (una y dos veces) pero me resulta muy difícil, tan sólo lo tengo y ya. Posteriormente, cuando ya estamos César y yo solos, intento reiteradamente y en silencio ponerle palabras a cómo me siento respecto a mi miedo para así poder tratarlo con él pero no lo consigo. Quizá el saber que al barça le estaban empatando a tres me hubiera servido pero no fue así, no nos enteramos del resultado hasta meternos en casa.

*En resumidas cuentas, aquél que tenga miedo además del miedo tiene un problema, está bien claro.

De nada me sirve volver a intentar explicar el miedo ahora y aquí porque no lo voy a conseguir. Ahora bien, estoy aprendiendo un huevo por lo que al final se cagará la perra o el miedo. Una de dos.

Por otra parte, habrá que ponerle una vela a San Andrés.

9 de mayo de 2009

Rotura de anterior cruzado

Supongamos que anoche, mientras yo dormía semidesnuda y plácidamente en mi cama, al jefe del sitio donde trabajo le dio una angina de pecho y la palmó estando acostado en la suya sin darle siquiera tiempo a despedirse de su mujer, que dormía a medio metro con su pijama de franela abotonado hasta el cuello. Bien. Partiendo de esta base, yo puedo decir que hoy me he ligado a todos los (tres) ejemplares masculinos que me han hablado a los ojos.

Tras comer yo sóla en el burguer de la calle Esparteros, en Sol, voy caminando con los auriculares puestos por la calle Mayor. No quiero mirar hacia la plaza porque debajo de uno de sus arcos, en mitad de los escalones y el efecto del vino, decidí acompañar a Ben a su hotel y follármelo; en ese orden. No quiero mirar hacia la plaza, hacia dos años atrás, no quiero. Lo que quiero son cosas nuevas, un no parar de hacerlas. Continúo caminando por la calle Mayor hasta el Palacio Real, donde me junto con Ché, y desde allí, tras no poder ver la colección del Carlos IV por causas ajenas a metro, continuamos bajando andando por la Puerta de Toledo hasta la Ronda de Valencia.

Estamos dentro de La Casa Encendida porque ofrece gratis Retratos de NY: fotografías del MoMA. Como no veo del todo bien me acerco mucho a cada una de las fotos para así poder leer sus títulos. Cindy Sherman, Lee Friedlander, Berenice Abbott, Weegee, Alfred Stieglitz y Cartier-Bresson, entre algún otro. Tanto Ché como yo vamos intercambiando opiniones y detalles sobre las imágenes porque ella entiende bastante más que yo y eso me gusta y me anima a participar. El chico de uno noventa que nos viene siguiendo desde la lámina 6, estando ya en la 18 o más, según leo en voz alta impresión en gelatina de plata abre la boca por vez primera en su seguimiento y, ante mi apunte, dice que para no entender tengo mucha sensibilidad para la fotografía. *Colocar aquí imagen de ligamento 1.

Una vez en la calle, y mientras dejamos atrás la fachada del Reina Sofía, Ché me recuerda el especial que se dedicó a Salvador Dalí en esas instalaciones. No quiero recordar esos hechos, aquella visita, porque entonces recuerdo la ansiedad ahogándome, mi salida al claustro para tomar aire y mi no entendimiento con Alberto, que por entonces me acompañaba. No quiero recordar cinco años atrás o seis, o la semana pasada, no quiero. Lo que quiero son cosas nuevas, un no parar de hacerlas, ya lo he dicho. Confirmo a Ché que haremos más cosas juntas y me despido posteriormente de ella cuando llegamos a la glorieta de Atocha.

Llamo por teléfono a César mientras camino por el paso de peatones que da acceso a la estación del ave. Tengo que llamarlo porque me he comprometido con él en acompañarlo hoy a un cumpleaños y son las siete de la tarde y todavía no me ha dicho la hora ni el sitio donde encontrarnos. Suena tono tras tono y no contesta por lo que decido acceder a la renfe. Me cruzo el jardín tropical cubierto en su plenitud valorando si irme ya para casa o acercarme a Alcorcón y, mientras estoy pasando los torniquetes del control de acceso, el chico que pasa a mi izquierda y que guarda un cierto parecido con el Alfonso de Borbón me indica algo así como que debería estar prohibido que pagasen las guapasverdadpreciosa. *Colocar aquí imagen de ligamento 2.

Aunque no calienta el sol, la gente igualmente se cobija a la sombra de los bancos en la parada de los taxis. Al rodear la esquina de la calle en cuestión escucho, ya desde ahí, la música que sale del interior del bar. Me paro y me enciendo un cigarro porque entiendo que no habrá gente dentro. Al entrar encuentro que sólo está el camarero, recostado en un taburete sobre la máquina de café, medio silbando acompañando la música. Me reconoce, y no tiene acuarius, no tiene nestea, no tiene cocacola, sólo tiene ganas de mirarme a los ojos. Me sirve la cocacola light, toma asiento de nuevo frente a mi taburete y comienza a hacerme preguntas, Tánger, Asilah, Tetuán, Rabat, Chaouen, Zagora, Masokh, afirma llamarse fonéticamente Masokh. De Marrakesh no me dice nada.

Despacha rápido al paisano que acaba de entrar y lo hace con fonemas que no entiendo. Yo hago lo propio con quien me sirve el hachís. Volvemos a quedarnos solos y ahora ya no me pregunta, ahora ya considera el camino hecho estando yo, al otro lado de la barra, cansada de tanto andar. Me habla de la crisis económica y de ahí pasa a hablarme de la sentimental y, yo no sé bien cómo pero, todo se sale de madre y acaba diciéndome literalmente que quiere salir conmigo. *Colocar aquí imagen de ligamento 3.

A mi me da la risa y aunque quisiera poder hacer algo que no fuese reirme me es imposible. Sin darme tiempo a responder vuelven las preguntas, mi verano, mi casa, mi novio, mi exnovio, mi nombre. No se acordaba de mi nombre y con mi nombre se entretiene pero a mi ya me entran las prisas y, aunque él me habla entusiasmado del significado de mi nombre en árabe, le corto y cierro diciendo que ya me lo sabía y que allá en Marruecos mi nombre se terminó convirtiendo en la canción de barrio sésamo.

Coco. *Colocar aquí imagen de ligamento 4, 5 y lo que rima.

Cerca.

Lejos.

Sí, me sigo drogando. Soy débil.

Ya no son cuatro o cinco porros diarios. Ahora son tres (tres) y no me hacen ni cosquillas.

Salgo del bar al poco rato de decirle lo que realmente me interesaba: el chocolate que me venden es una mierda. Una mierda, sí, aunque cuando regreso a la renfe me fumo el que ha sido el cuarto de la tarde mientras espero en el andén la llegada del tren que me traería a casa. Desde allí, porro en mano y risa en boca, contesto a César al teléfono. Quiero salir con él así que nos veremos comer el domingo.

5 de mayo de 2009

No vale la pena que hable de su encanto

El mes de mayo es un mes maldito.

Sólo hay que echar un vistazo al santoral del mismo. Día del trabajo, Felipe, Florián, Eulogio, Augusto, Acacio, Nicolás Albergato, Ntra. Sra de los desamparados, Evelio, Pancracio, Matías, Isidro, Máxima, Pascual Bailón, Partemio, Bernardino, Rita de Casia, Basileo, Gregorio, Mariana. Qué bárbaro, hay que tener valor para ir por la vida haciéndote llamar Acacio, por mucho mes de flores en el que hayas nacido.

El mes de mayo es un mes maldito, decía, es una puta mierda, igual que abril pero algo más coloreado. La gente se encuentra como más animada, comienza a dejarse ver algún que otro tirante, comienza a sudar el metro y las tardes de oficina comienzan a pesar sin remedio. La primavera es muy puta cuando quiere y entonces, a falta de alergias, no hay que descuidarse puesto que puede embriagarte, en la parte trasera del coche de cualquier imbécil que se muestre físicamente apetecible, o dejarte ahí atravesada en un sinfollar sin sentido, justo lo que está haciendo conmigo este año.

He buscado esta mañana Frigidez en el diccionario a través del gugel, más que nada por si tengo que irme acostumbrando al calificativo de frígida, pero por el momento creo que no porque no he leído nada respecto a la autosatisfacción sexual y yo me autosatisfago de puta madre desde siempre y cuando mejor me parece.

Pretendo encontrar un razonamiento para este no follar que me habita, y en el que sólo veo feos, y para esta nueva ansiedad que me acecha cuando menos lo espero y que me fulmina. Pienso que todo guarda relación puesto que a quien me quiero follar no le veo nunca y todo lo que veo es infollable. De aquí a la estabilidad hay un abismo, en resumen. Entiendo que debo procurarme una calma que ni tengo ni sé de dónde sacarla.

Y me hago demasiadas preguntas estúpidas en busca de un motivo, una razón, que me coloque en el sitio que me corresponde, o un sitio al que al menos sienta que pertenezco. Quisiera encontrarlo o sentirme menos patética al vivir de este modo y es que nunca conocí racha igual en mi vida. Las preguntas que me hago abarcan un abanico muy amplio desde la típica "¿cuándo terminará esto, será así siempre?" hasta lo de "a aquell@s que llevamos un año o más sin mojar en compañía ¿se nos notará en la cara?".

No consigo evitar el pensar en esta ansiedad, de dónde viene y quién la trajo, cómo evitarla.

4 de mayo de 2009

2-6 de culo y 2-6 de cara

El sábado día dos, a las seis y media de la tarde, mientras me encontraba en un más que visible relax, un dolor de ovarios y un ataque de ansiedad intentaron acabar conmigo, de forma conjunta.

-si ya no puedo fiarme de mi propio cuerpo ¿qué es lo que me queda?

Me preguntaba esto interiormente, una y otra vez, mientras César me juntaba las dos manos debajo del pecho y me las apretaba ayudándose de una de las suyas. Yo yacía en el suelo, tendida, entre el sol y sombra que dibujaban los barrotes de la puerta que da entrada al recinto, yacía en el suelo entre espasmos de frío y ráfagas de calor continuas, azules y granas, sí, pero agarrotada en pies y manos y deseando morir. Me preguntaba también por qué a mi, con lo agustito que yo estaba minutos antes.

Evidentemente nadie muere por un ataque de ansiedad con dolor de ovarios y entonces yo, que allí yacía, al rato pensaba en morirme pero en morirme de la vergüenza ante todos los presentes y sin poder desaparecer o explicar un algo.


El sábado día dos, cerca de las ocho de la tarde y en las horas posteriores, me encontraba encantada de haber nacido tan culé y tan así.












Hay cosas que no se pueden explicar, hay que vivirlas.