22 de diciembre de 2011

Con el corazón blandito, subiendo hasta lo más alto

Me ha tocado la lotería.

Ángel comenzó anoche su conversación conmigo a través del chat de facebook a las 00:39 y hasta las 02:10 no dio por concluida la misma. Pensaba que semejante hecho jamás tendría lugar, así que me dediqué a llorar de felicidad cerca de la 01:30 mojando tanga y teclado al mismo tiempo.

Aparte de dirigirse a mí, dice que se acercará a verme, quiere que le enseñe el olivar y me ha llamado guapa dos veces. Se muestra preocupado por las grandes cantidades de marihuana que ahora no me estoy fumando y se divierte, entre juegos de palabras, mientras observo cómo aumenta su velocidad de escritura sin ninguna prisa por irse a la cama.

Esta satisfacción no la producen cinco millones de euros ni sé cómo cantarla.

18 de diciembre de 2011

El cielo está aquí en la tierra


Puedes buscar en las estrellas
las soluciones,
buscar a dios y ver si hay vida
en planetas remotos.
Tener fe en el siempre jamás,
aunque cada uno tenemos dentro
el mapa del laberinto.
Y el cielo está aquí en la tierra.
Somos el espíritu,
la conciencia colectiva. Creamos 
el dolor, el sufrimiento
y la belleza del mundo.
El cielo está aquí en la tierra.
En nuestra fe en la humanidad,
en nuestro respeto por lo terrestre,
en nuestra firme creencia en la paz,
amor y comprensión.
He visto y conocido ángeles
debajo del velo 
de gente común y corriente
que lleva una vida 
común y corriente llena de amor,
compasión, misericordia y sacrificio.
El cielo está en nuestros corazones,
en nuestra fe en la humanidad,
en nuestro respeto por lo terrestre,
en nuestra firme creencia en la paz,
amor y comprensión.
Mira alrededor, ten fe en lo que ves,
el reino está a la mano,
la tierra prometida está a tus pies.
Podemos llegar a ser y seremos
lo que anhelamos.
Sí, el cielo está aquí en la tierra.
Si tenemos fe en la humanidad,
respeto por lo terreno
y una firme creencia:
que la verdad es divina
y que el cielo está aquí en la tierra.
He visto espíritus, conozco ángeles,
he palpado creaciones
bellas y maravillosas.
He estado en sitios que me hacen dudar
de todo lo que pienso y lo que sé
pero creo de todo corazón
creo creo creo
que esto puede ser el cielo.
Hemos nacido dentro de las puertas,
dotados del poder de crear vida
y de quitarla.
El mundo es nuestro templo,
el mundo es nuestra iglesia.
El cielo está aquí en la tierra.
Si tenemos fe en la humanidad,
respeto por lo terrestre
y una firme creencia en la paz,
amor y comprensión.
Esto podría ser el cielo
aquí en la tierra.


Heaven's here on earth de Tracy Chapman

13 de diciembre de 2011

Si a un pero lo llaman manzana

Tengo un nuevo vicio que consiste en pensar varias veces al día que la gente es gilipollas.

Lo pienso todas y cada una de las veces que resuena el arrastre de sillas en la biblioteca. También lo pienso muchas de las tardes que salimos a fumar a la calle y nos juntamos más de dos, casi siempre que leo las noticias de facebook, cuando termino de leer los sms de Luis Alfredo o cada vez que tengo que repetir algo a quien no escucha. Supongo que cualquiera que lea esto pensará que yo también soy gilipollas y no está muy lejos de la verdad.

No estoy bien, no estoy bien. Estoy muy mal, estoy muy mal.

Una de mis compañeras de piso no deja de traer homosexuales a casa y es la primera noche, que no la última, que me traigo la cena a la habitación. No entiendo su idioma, esta nueva forma de hablar que han inventado repleta de politonos: ¿hola?, ¿perdona?, yo si no se qué no se cuánto paso. Albergo cierto odio dentro de mí, quizá porque maldigo mis propios veinticinco años y mis pocas ganas de entrar en zara.

Ángel ya cumplió los treinta y uno la semana pasada y no dejé de felicitarle en todo el día, pero ni me has contestado tú ni él tampoco. Por momentos deseo un precipicio sin muerte abajo para tirarme y, en otras ocasiones, me río hasta que me duele la barriga. La otra noche el Barça volvió a ofrecer un baño de fútbol en la castellana y no sentí gran cosa. Me tiene que llamar alguna que otro de mis hermanos ya que yo no llamo nunca a nadie.

Estoy muy mal acostumbrada, quizá debería pasar hambre o partirme una pierna.

He pensado varias veces en anarcosindicarme y sólo me lo impide el miedo a doblar la esquina, entrar en la sede y toparme con gilipollas del montón en el interior. Por contra, esta falta de amor propio y de sensatez me ha llevado hoy a la peluquería. Sigue existiendo en mí una especie de necesidad de encontrar a alguien con quien hablar de Siria o de Hugo Chávez sin que me entren ganas de matar, que es lo que me ocurre con un Fran que cada vez está más cerca de casarse y más lejos de mis preferencias de diálogo.

Me estoy habituando a la idea de permanecer sola el resto de mis días, dadas las circunstancias. No es algo que me preocupe, aunque sí es algo que voy viendo muy probable. Ojala no me falten nunca hermanos con los cuales despedir un año detrás de otro. Y como no puedo ser más estúpida, contemplo todavía la posibilidad de que algún día se me acerque alguien gratamente sorprendente para decirme que me ha estado observando desde lejos.

Nadie debería vivir en la miseria ni dormir por la noche sin haber fumado antes marihuana.

5 de diciembre de 2011

Los secretos que hay en los libros que yo no leo

En esta biblioteca se respira un silencio enfermizo, que poco o nada tiene que ver con la dispersión de material radiactivo que se desprende de mis apuntes.

Tampoco tiene relación el blindaje con el amor, aunque una cosa me lleve a la otra. Podría desenamorarme, sí, y también podría enamorarme de otro pero no me da la gana.

Todo resultaría más fácil si la vigilancia operacional que encuentro impresa pudiera extrapolarse, si pudiese almacenar lo que he sentido como residuo radiactivo o si existieran generadores de olvido con toma de muestras y control de vivencias.

A esta biblioteca se viene a estudiar pero me faltan el interés y la periodicidad necesarias. El amor que le tengo rompió el nivel de riesgo y hace tiempo que traspasó los límites que anuncian la zona de permanencia limitada. No dispongo de los algoritmos apropiados para, a partir de las lecturas de área, asignar la dosis de amor recíproco que me corresponde y es por lo que no dejo de notificar a este blog tales circunstancias.

Cualquier miembro del público que no se encuentre expuesto a este tipo de radiación me aplicaría sin dudar la ley del inverso del cuadrado de la distancia o bien me obligaría a adoptar medidas de descontaminación, olvidándose de mis características como paciente y de que tengo muy claramente establecido el criterio de justificación.