26 de febrero de 2009

Próxima estación Esperanza


·vistas desde el lugar en el que se ubicará mi casita en la sierra

He estado haciendo cosas sin parar, para no pensar.

Pensar es bueno, pensar mucho ya no lo es tanto, y luego estoy yo que pienso demasiado. Los términos medios nunca se me han dado bien. Entre el blanco y el negro, sin pensar, yo elijo el gris pero sólamente por joder. Soy muy simple cuando quiero. Pienso siempre mucho y luego no hago nada, y ahora llevo unos días en que me he pasado al otro extremo y he hecho muchas cosas sin pararme a pensarlas.

El miércoles quedé con Ana y, como es costumbre, llegó tarde. Si ella hubiera quedado con un tío macizo seguramente éste la perdonaría, sí, seguramente sí, por lo tanto, yo también la perdono aunque de Alcobendas ya no espere nada y aunque me diese reparo liarme un porro, esperando, frente a la comisaría de policía. Merecía la pena, son buenos ratos.

Con ella siempre sucede lo mismo, nos atropellamos al hablar aunque sí escuchemos. La conté mi decisión de adoptar una nueva vida y entonces el trabajo, como tema de conversación, se alargó durante toda la cena. Ni Praga, ni cáncer ni ostias, no pensé en ningún momento en esto. Ella quiere que, la próxima vez, asista también César para recrearse la vista y porque, de ese modo, también asistiría su novio y así éste no se enfada.

Yo, sin ir más lejos, me he enfadado con el jefe del sitio donde trabajo. Sin motivo aparente y, de hecho, llevo ya varios días sin dirigirle la palabra y ni yo sé a qué se debe. Soy muy complicada a veces. Creo, al pararme a pensarlo, que este enfado viene dado porque él es quién más cerca se encuentra y también porque es débil, feo y nunca se queja. Qué ganas tengo de perderle de vista.
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Le vengo haciendo cortes de manga, últimamente y sin darme cuenta, porque estoy desquiciada y porque él, mientras lo hago, no me está viendo. Le hablo mal, con desgana y cansancio infinito, y le llevo la contraria siempre que me da la gana o le ignoro directamente. En definitiva, para compensar esta falsedad simpática que ahora me ocupa, a alguien debo maltratar buscando el término medio. Los feos, entre otras cosas, soportan muy bien toda clase de desprecios.

Me gusta, eso sí, el robarle tabaco del cajón derecho de su despacho y, de este modo, ahorrarme el paseo hasta el estanco. Esta mañana lo he hecho por última vez, aunque voy a intentar fumar menos. Me he propuesto el intentar fumar menos, mejor dicho, aunque de nada me sirve pensar en estos propósitos porque he vuelto a Leganés.

Ahora las calles de ese pueblo huelen a estiércol y a mierda de perro. Los perros, por lo que se ve, allí también comen de puta madre y cagan mejor. Y al gordo barrigudo me lo encontré, a mi llegada, comiéndose un barreño de acelgas y ya no es tan sumamente simpático. Pienso ahora que, muy probablemente, él será un hombre de hidratos de carbono y quizá madridista y perdió ayer en la castellana.

He entrado, también, al Templo de Debod y he aprendido que éste no es persona (como siempre había pensado) sino lugar. Dejaron aquello hecho un solar y es que, si me paro a pensar, la Historia está llena de mierda como las calles de Leganés.

No he hecho, a la vista está, absolutamente nada de provecho en estos días pero, en el fondo, sé que estoy a un sólo click de elegir destino y sin moverme, siquiera, de mi posición habitual. No quiero pensar, quiero disfrutar tan sólo y que se me pare, dentro, todo esto nuevo que llega.
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Respiro mejor si siento que son míos los jueves por la tarde y no quiero pensar que aún estoy en ello.

23 de febrero de 2009

Sol de invierno

Mi vida viene a ser un pasacalles, como los del sábado de carnaval.

Primero asistí a uno oficial en el cual todos, en algún momento, acabamos disfrazados con máscara o sin ella y yo, que no me disfracé de nada, me vi más tarde y una vez finalizado por completo el desfile, abriendo una puerta para dar paso a, no uno sino dos, carritos de bebé con sus respectivas madres detrás empujando y me vi mal, no me gustó nada verme así, con ese disfraz, por lo que opté, al poco rato, por volver a ser yo misma y abortar la situación, abastecerme de pipas y marcharme a casa a ver el partit, el cual fue otro pasacalles, éste de tarjetas amarillas.

(...)

La vida nueva que me diseñó César, a medida que pasan los días, va adquiriendo cierta forma en mi cabeza y, debido a esto, ya se la he dado a conocer a mi hermana María. Lo he hablado con ella con todo lujo de detalles y esto sólamente ocurre cuando algo realmente me motiva. Para la hermana de Angel, sin embargo, me he disfrazado de nuevo y tengo otra vida distinta a éstas, también nueva, y con este nuevo disfraz se supone que me marcho de madrí a final de verano, quizá o seguramente, aunque no sé muy bien por qué.

El surrealismo está claro que me acompaña en estos pasacalles y en todos los posibles.

(...)

Continúan pasando, en el avance de este invierno, tanto las calles como los días y ya se dejan ver más estrellas en el cielo que a primeros de febrero. El viernes, de hecho, hizo una noche estupenda, completamente estrellada y noté que ya va templándose para poder fumar al sereno porque el frío ya no es tan frío y la noche no es tan noche.

También como avanzadilla primaveral, he comprobado cómo está todo el campo repleto ya de margaritas. Amapolas ya no hay o, al menos, yo no las veo. Las margaritas las estuve observando el domingo con Mario, aunque no me entretuve en deshojar ninguna.

20 de febrero de 2009

Entre col y col

Hoy he visto cómo mejoraba mi vida comiendo lasaña.

He visto cómo cambiaba, esta vida mía, por otra más mejor y cómo me metía en ella y la hacía propia. Era una vida que el salmón de César había diseñado para mi. Me ha gustado muchísimo. Hemos pasado, primero, por su habitación a recoger las solicitudes. Todo va a salir bien.

Me gusta tenerle de frente. Me gusta tenerle de frente, comiendo. Me gusta tenerle de frente, comiéndose mi nueva vida diseñada para mi. Me gusta tenerle de frente, comiendo, ofreciéndome sus espinacas, y que los de la mesa de al lado se piensen que ese tío está diseñado para mi. Me gusta esa nueva vida, la que él me ofrece y que yo, gracias a sus ojos, veo muy posible para mi, a corto plazo. Me gusta esa nueva vida, ahí, de frente, y no esta puta mierda que no veo nada.

En esa, mi nueva vida, yo era pupilalmente más guapa. Era yo un pedazo de tía que se marchaba de trabajar a las tres, recorriendo las mismísimas paradas de metro, mucho más feliz, igual de pobre y con más vida. César y sus espinacas se piensan que esa vida me pertenece ya en gran parte y yo digo que hay mucha gente fuera (facultad dempresariales) y que el sitio es muy cuco. Que el sitio es muy cuco lo digo dos o tres veces.

Mi hermano Pedro se ha comprado el mismo coche que tiene Angel, tres mil euros más barato, eso sí. Me temo que pronto lo veré aparcado, junto al otro, a mi puerta. Los dos coches iguales a los suyos. Muy a mi pesar, creo que se vuelve a tratar del mismo tipo de color gris. Gris perla. Será por coches y por colores y, sin embargo, vuelve a pasar igual. Ahora sí que estoy jodida, me dio anoche pánico preguntarle a Pedro por el color gris exacto, pero se acostará a mi puerta y es gris y es ese coche y de noche ya se sabe. Mi hermano Juan tiene aún el coche clavadito al coche primero que tuvo Angel. Este, que es el segundo, lo compran también para aparcármelo ahí, noche sí, noche también. Es que hay que joderse. Parece esto una puta pesadilla, al de la ley de murphy debieron de haberle ahorcado.

Hay cosas que parece que no van a cambiar nunca.

Me voy acostar porque mañana va a salir el sol, sí o sí, y esto no es vida.

16 de febrero de 2009

El tiempo va sobre el sueño

No me encuentro nada bien esta mañana.

Creo que voy a reventar de un momento a otro.

Antes de bajar a la calle, he pensado en la posibilidad que reventase el edificio, continuando aún dentro, y que saltásemos por los aires a una temperatura suficiente como para hacerme cachos minúsculos y no poder ya, de ese modo, volver a ser persona de tránsito nunca más. Hubiera sido preferible que ocurriese eso a sentirme así, como me siento esta mañana.

Tengo la sensación, desde que abrí los ojos, que estoy perdiendo el tiempo. ¿Qué tiempo? no sé, el mío, el que se puede perder, el de todos. Todos los tiempos, sí, eso es, todos los tiempos los estoy perdiendo, los acabo de perder esta mañana. Esta es la sensación que tengo y creo, en este preciso instante, que no puedo considerarme ya más absurda porque los tiempos hay que manejarlos, hacerse con ellos y, sin embargo, parece que acaban conmigo.

Si alguien me preguntase qué he hecho últimamente, para no mentir, debería decir que he follado poco o nada, que me he reído bastante por no llorar y que he hablado mucho por teléfono. Esto es lo que he hecho, menuda mierda. Esto no es nada. No he encontrado un mejor trabajo, ni aprovecho el tiempo para hacer cosas de provecho -valga la redundancia-, ni encuentro una sola puta ilusión.

Todo se precipita hoy.

No estoy hecha para esperar, y menos aún, por tiempos indefinidos. Puta montaña rusa de sensaciones. Creo bien que esto no se debe al hachís. No padre, esto es por mi falta de paciencia, sé que es así porque este soniquete me lo confirma. Basta que deba esperar para que me cueste trabajo hacerlo, como si me hubiera convertido en una vulgar retrasada.

Quisiera gritar que no me da tiempo, cojones, que alguien parase este ritmo o, al menos, que alguien me dijera quién coño lo ha elegido así y por qué me siento fuera de tiempo y forma. De qué me sirve portar relojes guchy, (regalos que valen más que yo), si luego no controlo mis horas.

Sólo escribo, aquí, como si ello me sirviera. Será -quizá- para ganar tiempo, como si lo viera.

14 de febrero de 2009

A deshora

Me encantó el día de ayer.

Ayer volví a sentirme bien, incluso volví a recorrer, hacia moncloa, el paseo Pintor Rosales caminando. Volvimos a brindar los cuatro (ayer estaba Noelia), y me sentí con muchas ganas de todo.

Anduve por ahí hasta muy tarde, tiritando de nuevo -las dos- sentadas en unas escaleras, fumándonos los porros melillenses que nos faltaron hace unos días. Y oh, ayer Mario volvió a reirme a los ojos. Todo era cojonudo ayer.

Hoy no.

Hoy ha sonado el móvil a las diez y doce para irme a Ávila, pero hoy no quería pasar el día con Belén y no he ido. Después de un mes Ibrahim ha vuelto a pronunciarse, en forma de llamada mañanera, pero no he atendido porque se trata de hoy. Y hoy no.

Hoy sólo he salido a la calle por gula, incluso me han reventado mi secuencia de cine más recurrente hace un rato y no he dicho nada. Hoy no, hoy sólo digo que el barça ha empatado y que San Valentín es un hijo de puta.

11 de febrero de 2009

Interurbanos

Hoy he vuelto a subirme en el 25.

Hacía ya cinco años que no tenía que subirme a esta línea de autobús pero esta mañana, a mi salida del llamado centro de salud, anduve paseando sin ninguna prisa por ir al trabajo y, tras fumarme un cigarro tranquilamente frente al parque, decidí esperar al 25 en Duquesa Viuda de Parcent para, de este modo, pasar de nuevo por el Vicente Calderón y por mi antiguo barrio. El conductor del autobús era Álvaro, para mi sorpresa, el que fue mi profesor de autoescuela. Ya no recordaba que él hacía turnos en esa línea.

A pesar de no habernos visto desde mi aprobado, he vuelto a percibir entre nosotros la misma química, es algo extraño, algo así como cierta tensión sexual, puedo notarlo y sé que no me equivoco, es algo recíproco. En mi caso, puro morbo. Casi nunca que subo a un autobús presto atención al conductor, porque casi siempre estoy en mis pensamientos o llevo los auriculares puestos, y esta vez tampoco iba a ser diferente pero él, mientras yo estaba tickando, hizo un par de movimientos rápidos y yo diría que algo estúpidos, recolocándose en su asiento, y esto me hizo observarle. Se ha cortado el pelo (antes lo llevaba hasta la altura de los hombros) y tardé un instante más de lo debido en reconocerle. Me quité uno de los auriculares y me hizo gracia pues, inmediatamente, al reparar en él y mirarle, evidencié que ya me había reconocido él a mí y quizá antes de subirme.

Una vez captada mi atención pasaron varios segundos, no sé cuántos, antes de que me llegase su nombre a la cabeza. A él, mientras, le dio tiempo a nombrarme, muy simpático, y a plantarme dos besos que hizo sonar. Me hizo varias preguntas, rápidas y muy seguidas, mientras parecía atento al cierre de puerta y al matrimonio que había subido conmigo. Me gusté en lo que vi en sus ojos, y por ello le acompañé en el trayecto de una parada, comentándole que me había cambiado de trabajo y de casa y que todo estaba bien. Él asentía, mirándome la boca, y después me dijo lo que ya sé, que conduce el 25, que hace muchísimo tiempo que no nos veíamos y que se me ve muy bien. A mí se me instaló, no sé por qué, su niña rubia en la cabeza y no dejé de visionarla hasta despedirme de él, sin dejar de sonreir, tomando asiento lo más atrás que me fue posible.

El recorrido del 25 coincide, en gran parte, con la zona de prácticas que utilizaba (al menos, conmigo) en las clases. Recorrimos el paseo de la Ermita del Santo donde, muy al principio y aún sin apenas conocernos, una mañana de lluvia intensa me hizo embragar y desembragar, con los pedales a lo largo de la cuesta arriba, ochenta veces o más, pasando de primera a segunda velocidad, en el intento de que no volviera a calar el coche como había hecho, y dos veces, antes en Pirámides, y recordé -con cierta vergüenza- que, aquella misma mañana mientras yo desembragaba la cuesta, a él todo le parecía mal y todo le alteraba y yo le acusé de pagar su mala noche conmigo y, como no paraba de alzarme la voz en sus explicaciones, llegó un momento en el que me dio rabia, le mandé a tomar por culo y continué conduciendo en silencio.

Recordar este episodio siguiendo a través de los cristales el recorrido del autobús, junto al hecho de tenerle allí delante conduciendo y observando por el retrovisor, me hizo ir saltando de recuerdo en recuerdo. Recuerdos, por otra parte, de los que no me quedan ya más que ráfagas de imágenes.

Me habré fumado, suyos, más de dos paquetes de fortuna. Y él conmigo, un porro, el último día. Una noche, al término de una de las clases, salí del coche y comencé a andar hacia atrás, mientras continuábamos hablando no sé bien de qué ni por qué, lo que sí recuerdo es que continué y me caí dentro de un charco y todavía me estoy secando el culo. Y tres horas y media, o así, permaneció un día, retirando un pequeño hilo blanco que llevaba yo entre el pelo, y creo que si no llega a pitarnos aquella furgoneta, por el semáforo abierto, estaríamos allí todavía. A veces me daba calambre, yo no sé cómo lo hacía. Y entre las calles de Brunete recuerdo tirar un día del freno de mano porque no podía parar de reirme y no me enteraba de nada.

Supo llevar mi carácter muy bien, porque yo quizá otra cosa no, pero llevar la contraria se me da de puta madre y así es imposible darle clases a nadie. Me ha gustado encontrármelo así, una mañana cualquiera, la verdad es que sí, por el morbo que me provoca y porque me he reído mucho con él, aunque siempre estábamos discutiendo y cuando no era por una cosa era por otra. Madridista puto pinche malo. Nunca me preguntó el por qué algunas veces me recogía en un sitio y me soltaba en otro, ni quién era ese, ni con quién iba, ni con quién venía, y esto yo lo agradezco mucho.

Decidí bajarme antes del final del trayecto aunque aún me faltase un tramo, me bajé en Príncipe Pío, me apetecía mucho fumarme un cigarro y que me diese el aire. Nos dijimos adiós, nombrándonos mutuamente, y si tardo en volver a verle otros cinco años estará, entonces, rondando los cincuenta y dejará de tener gracia. Nunca le pregunté su edad, por respeto y porque recogíamos a su pareja en Getafe todos los viernes. Tampoco es plan el preguntarle si no le pareció excesiva (o qué menos que curiosa) la cantidad de besos y de abrazos que me dió cuando aprobé, pero me hizo sentirme bien y con eso es suficiente.

10 de febrero de 2009

Viviendo en diferido

Me muevo dentro de una alterada calma.

La semana pasada, en lo que llaman centro de salud, me introdujeron, de forma nada agradable, un plástico duro por la vagina, manteniéndolo allí por un rato, junto a la advertencia innecesaria, pero cierta, de violación si no me relajaba. Mañana me harán saber qué tengo dentro.


Llevo unos días en los que pienso que todo esto forma parte del proceso. La vida es un contratiempo y hay que morirse, aquí no me voy a quedar de simiente y, pase lo que pase, así será. Tras mucho procesar todo lleva al desenlace, y los pasillos de estos centros y los hospitales casi siempre me llevan a pensar en esto. No sé de cuántas citas médicas se acabará componiendo mi vida pero sé que una de ellas será la que marque la espera, desde ese entonces dejaré de vivir y pasaré a esperar el inevitable desenlace.


Yo siempre estoy en estado de espera, por otra parte.


El fin de semana lo comencé el sábado puesto que el viernes (vistos los anteriores) decidí dedicarlo a dormir, que falta me hacía. Me equivoqué, esta vez estaba César y pasadas las once de la noche me envió un sms preguntando dónde me encontraba y a qué hora tenía pensado salir. Muchas, muchas veces me pregunto si es que la ley de murphy se ha hecho simplemente para joderme la existencia, porque es que eso parece.


El sábado por la mañana, al poco de llegar, estuve tomando cañas con mi hermano Juan, acto que no ocurría desde hacía demasiado tiempo. Se nos unieron, posteriormente, Mario y César. Me gusta bastante enlazar unas conversaciones con otras y tener ganas de hablar y tener a alguien ahí, metiéndome prisa, recordándome que comemos a las dos y que ya son y cinco. Son momentos en los que me siento partícipe de algo y me siento bien. Terminar, no terminamos borrachos, pero terminamos moviéndonos (completamente y durante todo el día) al son de Belén, que es peor que una mala borrachera y lo cual no estoy por repetir porque no entiendo cómo es posible que, para que ella esté agusto y feliz, tengamos que jodernos los de alrededor. Pero así es.


Una noche, la del sábado, tirada completamente a la basura por el hecho de seguir las directrices y los caprichos de Belén que, de sobra sabemos, está mal de la cabeza. A las tres de la mañana ya estábamos camino de vuelta y haciéndonos (imagino) las mismas preguntas o parecidas, sin mencionar en alto ni una palabra del asunto. Y es que yo, también, he aprendido ya a guardar silencio.


Y silencio es lo que aplica ahora la hermana de Angel conmigo.


El sábado, en el local, César la calificó de siesa. En su explicación, me puso cara de lamparilla de aceite y me di por enterada, aunque no estemos de acuerdo. Yo pienso que ella tiene los ojos tristes, no más, igual que su hermano. La acompañaba una chica más alta que ella, muy rubia, muy mona y muy desconocida para mi. Las tuve a ambas a dos metros durante un rato, sé que me vio perfectamente al igual que yo la vi a ella. No nos dimos ni las buenas noches.


No quiero que pueda decirse de ella que tiene cara de lamparilla de aceite porque sé que es buena persona y no lo merece, aunque me jode que haya llegado a buscarme para hacerme apartes y contarme su vida, más de una vez y con pelos y señales, detallándome intimidades y luego pase esto. Me siento extraña desde que habláramos de su hermano (allá por enero dosmilsiete) por haberla mentido y ocultado cosas, a sabiendas que ella me estaba contando más de la cuenta, pero consideré que era una falta de respeto hablar entre nosotras sin que él supiera. Ahora me cuesta saludarla de forma natural. Lo suyo no sé a qué se debe, ni si es por bien o por mal. Yo también estuve muy fría la última vez que nos vimos.


A veces pienso que como ella me contó toda su vida, en dos noches, quizá esperaba que yo por mi parte hiciese lo mismo o algo. Y no. Aunque lo más jodido no es verla por ahí pasado el tiempo y no hablarnos, sino verla en el tuenti y ver que está fuera de mi red y que no puedo ver sus fotos.


El Sergi y su face (tiene facebook, el tuenti no le gusta) ahí sigue con su tontería y no sé qué le pasa pero está comenzando a joderme y eso me gusta. Me llamó esta misma tarde, sobre las seis y por inspiración y me contó que estaba con unos amigos y que me llamaba porque acababa de percatarse que había quedado conmigo a las ocho y que ya no iba a poder ser, que lo dejásemos para el miércoles. En eso hemos quedado aunque esto se trata ya de un postergamiento en toda regla y yo postergo cuanto quiero pero a mi no me posterga nadie, ni por inspiración ni por favor, así que, por un lado me putea y me apetece verle más que antes y, por otro lado, no sé si esto llegará a su fin porque Noelia va a estar estos días por madrí y tardo muy poco en cambiar de planes.

5 de febrero de 2009

Diarrea mental

Estás segura de lo que quieres, pero dudas ya si luchar para conseguirlo. Maldita perra. Maldita. Te vale con poco más de quince días para estar ya, de nuevo, dudando que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá, ¿qué coño pretendes? ya que por fin, ¡por fin!, parecía que habías visto la luz e ibas hacia ella, estabas realmente dispuesta a dar la cara, a andar hacia delante en paso firme, decidida, que ya no te importaban lo bastante las posibles hostias que te pudieras dar por el camino y ahora vuelves de nuevo a dudar, a flojear, te tambaleas en quince días de mierda. Ya no puedes ser más perra y más mala. Deberías, sí, deberías haberte visto con el Sergi hace dos meses y no te dio la gana, hace unos días y tampoco, el próximo lunes y ya veremos. Si no tuvieses a nadie, ni guapo ni feo, pendiente de tí ¿cómo coño ibas a estar tú entonces, eh? ¿Por qué dudas antes de probar? Quejica de mierda, eso es lo que estás siendo, dudas sin motivo ni razón cuando tu posición está elegida siempre por ti misma. ¿A qué altura se te antoja colocarte ahora? Tú no dudaste en follar con todo aquel que te pareció conveniente pero de eso no quieres cuentas, ¿verdad? si te hubiera gustado alguno de ellos lo suficiente seguirías dándote esos caprichos y tú, por si fuera poco, con muchos menos motivos has llegado a tacharle a Él de hijo de puta. ¿Por qué no tiras hacia delante con lo que empezaste? ¿O es que crees que ya has dicho todo lo que tenías que decir? Que quieres follártelo ya se lo dijiste, ¿recuerdas? -¿tú lo que empiezas, lo acabas, no?- tendría que haberte rodeado la cara a ver qué tal como tú has hecho más de una vez. ¿Por qué no te aplicas en lo que tú misma le pides? Estabas ya decidida a afrontar, ¿por qué no sigues, no vas a terminar, tú, lo empezado? No, claro, tu soberbia por delante, por supuesto, pero tú decir dices muchas cosas y luego hacer, haces una puta mierda. No has empezado y ya dudas en dejarlo. Maldita hipócrita, eres justo eso que odias, ya ves. Ahora vienes con las dudas, pues si te tienes que esperar, te jodes ¿o quién cojones te crees que eres? Tú te escurres siempre que te es posible, no sé qué coño no comprendes. De seguir así no mereces más que la misma miseria que tú ofreces. Espabila y deja de dudar porque ¿qué ofreces tú a los demás? ¿es que tú entregas alguna vez algo? Bien sabes que no, tú estás procurando siempre que no te salpique, que si mancha no te toque. ¿Sabes lo que es la paciencia? Lo sabes, sí, ¿y dónde tienes la tuya, también te la guardas? Desgraciada, esperas aquello que tú misma no das. ¿Acaso crees que ya estás haciendo todo lo posible para conseguirlo? No jodas, si te dedicas a removerte en la mierda cada vez que te parece y a culparle de todo lo que no hace. Te pones exquisita sólamente porque sí y para chula tú y tu chulería, no cedes, no escuchas, te puede la soberbia. Debiera reventarte en la cara, una noche, toda tu bordería o explotarte entre las manos. Tienes tu conciencia drogada, más te valía fumarte tus lamentos y quemarte, de vez en cuando, el orgullo. Mala persona, que todo tiene que ser a tu puta conveniencia, cuándo y dónde y así y asá o de lo contrario se enfada la niña. Que la niña tiene hambre, que la niña tiene sueño, que si deprisa que si despacio. Puta niñata egoista y consentida yendo por la vida con la puta voz cantante, que no la sale del moño pertenecer al coro, no, la niña siempre escoge todo a su puta manera, desde siempre obsesionada, y más, con la forma de las cosas. Gilipollas, tú, sí, gilipollas integral. ¿Qué te suponen unas semanas más o menos, eh? Qué te suponen, si llevas toda la puta vida dándole vueltas a lo mismo, te tienen que dar igual unos meses más que menos, quizá todo sea cuestión de días, tú qué cojones sabes. No sabes nada. Dudas si te conviene o no luchar por lo único que te vale para algo desde hace tiempo, desde siempre, dudas y más dudas y ya estás dudando. Por qué esas dudas, por qué esas prisas. El mañana no existe, sí, lo sé, tampoco existe la perfección y pareces empeñada en arañarla o qué hostias te pasa. No ves más allá de tus putas muelas, caprichosa y mala y perra y gilipollas, este es tu compuesto ahora. Toda esa seguridad que derrochas cuando te da la gana con todo hijo de vecino ¿qué haces que no la sacas ahora que te hace falta? A ver si vas a tener, también, algo de imbécil. Lo pareces, prenda. Para todo aquello que se te antoja aquí y ahora y en pretérito perfecto simple no has tenido ninguna duda, para tus muchos caprichos no, nunca, siempre actúas como una puta convenida, ahora sí, ahora no, ahora dudo, ahora lo desmonto todo. Quien algo quiere, algo le cuesta y quien quiera peces que se moje el culo; esto ha sido así desde antes de inventarse el miedo. ¿Cómo puede ser que caigas abatida ante el silencio si haces vida callándote la mitad de lo que vives? ¿Tú de qué vas? ¿Pretendes que todo llegue caído del cielo sin pillarte, siquiera, una uña? ¿Es que crees que lo mereces, lo has sudado, acaso? Vergüenza te tendría que dar el pedir aquello que no te has ganado y, sobre todo, el pretender alcanzarlo sin obstáculo alguno. Estúpida niña consentida, chula de los cojones. Vas a esperar. Vas a esperar y esperarás el tiempo que haga falta porque si hay que esperar, se espera y punto. ¿O qué te pensabas, moldearlo y metértelo debajo del sobaco? Estúpida, más que estúpida. Miedo a que te duela, dices, no dolerá lo bastante, descuida, nadie se muere de la pena. Caganías, que te asustas antes de que suene. Vas a hacerlo y vas a esperar porque ahora toca así y así será, si se pone la cosa mal se termina llorando lo que pudo haber sido y qué bonito fue todo y a otra cosa mariposa pero antes ni lamentos ni dudas ni hostias, estamos en lo que estamos y no hay que dudar porque eso es lo que tú quieres y has de lograrlo. Catástrofes no ha habido ninguna y ya estás jodiendo con la agonía. Ni tan siquiera te has dedicado, aún, a tu propósito y ya dudas, a tu puta conveniencia perpétua, y piensas si no sería mejor echarse atrás ¿pero tú crees que estas son horas de dudar? No ha pasado nada y parece que se haya muerto alguien, coño, que no haces otra tarea más que buscar culpables, ¿dónde vas con esos pensamientos? ¿a qué aspiras, tú, que bien sabes que tendrías que estar ahora mismo estudiando? ¿a tí te parece normal ir de esta guisa por la vida? Lo de subnormal ya te lo sabes, sí, a mí no te me pongas chula. Esas dudas con las que vienes ahora, cógelas y te las tragas, mastícalas bien porque tendrás que cagarlas mañana. Después vendrán otras nuevas, y de nuevo te las tragarás porque si hay que tragar se traga y punto y final hostias ya.

3 de febrero de 2009

por San Blas...

...Sigo viendo feos a diario, y lo que me queda.

El domingo, a la hora que yo debía estar ya saliendo por la puerta, me terminé el sandwich y me hice un porro en la posición habitual, de espaldas a la ventana. Después comprobé que, fuera, había estado nevando y que estaba lloviendo, recordando levemente lo bonito que es ver cómo nieva. Me daba pereza llamar por lo que opté por enviarle un sms al Sergi diciéndole que él vería, pero que estaba lloviendo y que, por si no lo sabía, había nevado y mucho. Cuando uno no sabe qué decir siempre habla del tiempo. Él, que no se entera de si llueve o truena, me llamó al rato y recordé, al escucharle, lo divertido del nerviosismo ante una cita, estuvo muy gracioso. Lo dejó todo a mi elección, que ya estaba hecha.

Mañana, que seguirá siendo martes, se supone que nos íbamos a tomar un algo pero hoy me ha llamado, otra vez, y esta vez sin nervios, y me ha dicho que mañana lo tendrá que trabajar, que el jueves. Los miércoles debe ser que no le gustan. El jueves juega el barça y no. le he dicho yo, y como el fin de semana no lo pasaré aquí, y mucho menos con él, hemos regateado en plan árabe y (paciencia, mediante) nos veremos con cara de lunes.

Quisiera que no me diese igual, pero me da.

El fin de semana debí haberlo dedicado a completar el segundo de los cursillos, que ya pagué, pero ni siquiera me he molestado en abrir la carpeta. Sé dónde la tengo, está encima del timbal, desde aquí veo uno de los picos, justo la tengo a la derecha de dónde diariamente recojo y dejo el portátil, me es fácil, pero más fácil me resulta dejar aquí constancia de mi perrería.