5 de noviembre de 2013

Todos me dicen (II)

El novio de la Sandra se ha unido al club de Solo pienso dar los dos besos de rigor a Chafan, aunque jamás diré por qué lo hago y se ha convertido con el paso de los días en el amigo alcoholizado que me agrada tener cerca. Con él, aparte del cagüen dios Chafan, que no te he dicho na, perdona precedente a sus dos besos, hablo poco, lo justo para intentar dejar constancia a Ángel de mi dolor, alejándole.

Antes de que esto ocurra, justamente la noche anterior, la Sandra me prepara el cuerpo contándome cómo el padre de Ángel habló con ella y su novio hace un par de semanas. En esa conversación el buen hombre, entre chato y chato de vino, le dijo al novio de la Sandra que Ángel no hace nada y que por ello piensa que le dan miedo las mujeres. El novio de la Sandra, que al parecer me quiere más que ella, le replicó que tendrán que juntarnos a Ángel y a mí porque nos queremos mucho. El buen hombre, ante este argumento y dando vueltas a mi nombre, cayó en la cuenta de que por eso estuve con Ángel en el hospital. Dijo que yo soy así mu negra, que Ángel nos presentó y quiso después que se sentase allí con nosotros pero que él prefirió dejarnos solos. El novio de la Sandra le indicó que, efectivamente, soy la misma porque el propio Ángel le dijo que allí estuve con él.

Antes de que hable lo justo con el novio de la Sandra en el intento de dejar constancia a Ángel de mi dolor, me dedico a beber cuanta cerveza se me pone por delante y a escuchar en mi cabeza una y otra vez que a Ángel le dan miedo las mujeres. Una de las veces que salgo de mi ensimismamiento oigo cómo la Sandra ya no me habla del padre de Ángel sino del padre de Alberto, aquel Alberto con quien me estuve acostando durante algo más de cinco años. El hombre, de muy buen ver e íntimo amigo del padre de Ángel, saludó al novio de la Sandra días atrás y éste, al presentarle a la novia con carrito, me sacó a relucir. El hombre, al escuchar mi nombre y situarse, le dijo al novio de la Sandra que no sabe qué le hice a su hijo para que no haya vuelto a estar con ninguna.

Antes de cruzar el umbral de la puerta del bar donde intentaré dejar constancia a Ángel de mi dolor, alejándole, puedo ver la sonrisa de la Sandra y esto indica que me le voy a encontrar dentro. Por si no me ha quedado claro, mientras entramos, el amigo gay que no se me despega me dice que ahora sí que está buenorro y que le sientan muy bien las canas. Ambos le han visto, supongo que el novio de la Sandra también, pero yo sólo veo cómo cristiano ronaldo falla un rebote en el campo de Vallecas ya que el televisor es lo suficientemente grande como para que yo le distinga lamentándose.

Antes de que me sitúe en qué debo hacer y de qué manera, el novio de la Sandra me ha preguntado si quiero otra cerveza. A Ángel y a mí no nos separa el padre de Alberto, ni tampoco el suyo porque no están en el bar. Nos separan escasos tres metros con numerosas personas atravesadas delante, pero si yo he sido capaz de escucharle hablar con el Dañino sin que se mueva de su silla él seguramente ha debido oírme mientras hablo de pié con el gay de no me acuerdo. Cuando me sirvan la segunda cerveza veré cómo Ángel sale al patio junto a sus amigotes para echarse un cigarro. Y viste de negro, se le ha debido morir la simpatía.

Antes de venir a saludarme, prefiere entrar y mantenerse unos dos metros por detrás de mí hablando muy erguido a no se quién que se encuentra pegado a la barra. Tendré que ser yo, al escuchar con nitidez su voz detrás, quien chasquee los dedos al aire llamando su atención. Simula bien el parecer sorprendido al verme y se acerca a darme dos besos. Al gay, que le tengo a mi izquierda, no le besa ni le presta apenas atención. Será el gay, por su cuenta, quien entre y salga de la conversación que mantenemos cuántas veces le dé la gana hasta que la novia de un amigo de Ángel, sentada a mi espalda, se canse de tanto absurdo e intervenga para sentenciar que el 9 de noviembre es la Almudena, cansada quizá de que el gay haya dicho 7 fechas no acertando en ninguna.

Antes de percatarme de que no nos contaremos nada interesante me doy cuenta de que hablar habla mucho, gracias y de nada. Le preguntaré por su trabajo y después él me preguntará por el mío. Le diré que estoy allí para recoger al novio de la Sandra, a mi derecha, y él me dirá que está allí viendo el partido. Dejaré constancia de mi antimadridismo con una sola frase, tal y como acostumbro cuando se tercia, y me aburriré con él dentro de una conversación atlética que nada me aporta. Será entonces cuando el dolor se haga dentro de mí más profundo aún porque tan guapo y tan lejos, tan guapo y tan cerca. A la mínima ocasión que tengo sigo la conversación del novio de la Sandra, mucho más fresco en ideas, y esto provoca indirectamente que Ángel se quede un metro rezagado. Se acercará instantes después intentando decirle algo al novio de la Sandra, le haré hueco pero éste está muy entretenido en nuestro diálogo y no le hace caso por lo tanto se aleja volviendo a su silla y al cerveceo que se traen entre manos.

Antes de salir a echarme un cigarro soy consciente de lo que acaba de ocurrir y no me arrepiento puesto que el dolor no me deja ser persona razonable. El gay que no se me despega sale detrás de mí y, antes de que apague el cigarro en los baldosines del patio, salen la Sandra y su novio por lo que no habrá necesidad de volver a entrar. El novio de la Sandra lo ha pagado todo. Antes de acostarme, alrededor de las cinco de la mañana, dudo y vuelvo a dudar si escribirle o no un mensaje y finalmente no lo hago porque tanto porro y tanta cerveza no me dan opción.

Antes de escribirle, volveré a la ciudad y lloraré en un mar de angustias y desesperación al no estar segura de haber dejado constancia de mi dolor. Escribiré primeramente a bolígrafo el mensaje que pretendo enviarle, con la intención de liquidar todo aquello que resulte relativo en el mismo, conseguiré hilvanar varias frases entre media docena de tachones, me sonaré los mocos y abriré el wasap.

-La otra noche no te lo dije porque había gente, pero me dolió que me ignorases la última vez que hablamos por aquí.. no te entiendo y eso me duele más.. no sabía ni de qué hablarte en el bar..  (23:50)

-Pero porque dices que te ignore?  (00:24)

-Porque lo hiciste, te dije que a ver si te animabas a venir (ya sea a T o yo que se, vernos) y te hiciste el sordo.. (00:39)

-Es peor que la excusa ridícula de estar liao con papeles que me pusiste otra baza..y duele. (00:40)

-Bueno pues si crees que lo que busco son excusas estas en tu derecho.pero lo de los papeles y todo eso es verdad que no me invente (07:40)

-No te he llamao mentiroso, te he dicho lo que pienso y cómo me siento.. (08:50)

Son las 23:12 del mismo día y me acostumbré al silencio, ya dije que no era difícil.