30 de octubre de 2009

Hoy tengo ganas de ti

Nos encontrábamos en la plaza de Lavapiés con la idea de cenar en un hindú pero me apetecía más subir andando a Sol, atravesando el mercadillo inca de Jacinto Benavente, para comer tostas a la bilbaína en la calle Barcelona y eso fue lo que hicimos.

No existe sangría más tonta que la que se bebe en esa calle, me faltan ya dedos de la mano para contar las veces que he terminado borracha y sentada en esas terrazas. No había vuelto por allí desde una noche de este verano con César. En esta ocasión mi acompañante es Luis Alfredo y lo que quiere es empotrarme en la pared de enfrente y clavármela, pero tiene que conformarse con amenazar con tirarme los trastos si continúa bebiendo aprovechándose de que mientras él se ha bebido dos vasitos y medio yo ya me estoy terminando la segunda jarra.

Cuando regreso por segunda vez del baño me doy cuenta que me ha costado mucho abrir el pestillo de la puerta y que debo permanecer sobria al menos hasta decirle que pague la cuenta. Tiene ganas de meterme mano, se lo leo en los ojos, y a mí esa posición me gusta y entonces juego a que sé seducir riéndome hasta con mi vaso. No sé por qué le cuento el percance con la guardia civil en la provincia de Granada, supongo que porque me está viendo fumar hachís y porque me apetece echarle la culpa de todo al Alberto. Si no recuerdo mal al rato me fumé otro.

No son las dos de la madrugada y ya no veo el reloj. Siguen los juegos, yo intento descifrar los carteles que tengo a tres metros porque no llevo puestas las gafas que el otro día la óptica me aconsejó no quitarme y Luis Alfredo comienza a preguntarme muchas cosas y muy seguidas. En un momento dado yo no sé qué pasa que me está besando las manos, besa una y después la otra, y se las lleva a la cara de forma que me hace cosquillas con su barba de unos días.

Nos vamos de allí no sé bien cómo, andamos, y de pronto estamos en la plaza de la cuesta del congreso debatiendo si apareceríamos en cibeles o en neptuno. Creo que me equivoqué exactamente de la misma manera que con el miki vasco aquél, pero miki no me llevó por todo el paseo del prado masajeándome la cabeza ni me dijo tantas tonterías. Todo lo que sale de su boca hasta que llegamos a la cibeles es una incógnita pero yo me siento muy feliz dentro de mi tontería y todo me parece muy bien, excepto el búho que tardará en pasar treinta y cinco minutos.

Creo que es Luis Alfredo el que menciona Chueca. En menos de un cuarto de hora estamos en la misma plaza, le voy contando algunos episodios vividos en ese barrio y al poco rato nos encontramos dentro del Black and White y he abierto la puerta del baño de la primera planta y me han recibido tres pollas laterales haciendo necesidades. No es ahí cuando me besa, para eso hemos de bajar a la planta de abajo donde no hay espectáculo en directo pero se crea.

No sé bien por qué, mientras le estoy reclamando que no me escucha, comienza a recorrer mi cuello a besos. Tengo el codo izquierdo apoyado en la barra y mi culo encima de un taburete, estoy muy agusto. Abandona mi cuello, me come la oreja y como no le interrumpo me llega a la boca, le pruebo porque quiero probarle y no está malo. Me excitaba el intercambio de lenguas sin que en ningún momento abandonasen sus manos mis rodillas, creo que se dio cuenta hasta el camarero.

Me estuvo hablando de cosas que debían estar muy bien para contarlas porque recuerdo no dejar apenas de sonreir, aunque en concreto no recuerdo nada. No tengo intención ninguna de follármelo, de eso no tengo duda, aunque él insistiera nuevamente en cibeles en que me fuese a dormir a su casa. Yo me sentía bien y poco más, soy puta como todas.

Luis Alfredo me entrega seis euros frente al banco de espanya afirmando que es todo lo que lleva encima y me abre la puerta trasera del taxi que me llevará a casa. Me despide con un beso y mucha prisa, me estoy meando. El taxista no tiene treinta años, es simpático y conduce rápido. Le indico cómo llegar al santander más cercano a mi casa. De un respingo salgo del taxi y me dispongo a sacar dinero en el cajero. Antes de que se abra la ranura que me concede los billetes me he meado encima, he llenado de orina las mayas que llevo puestas y he encharcado mis botas.

Llego haciendo ruidos extraños hasta la puerta de mi habitación, como borracha perdida. Antes de tirarme en la cama leo dos sms en la bandeja de entrada de mi móvil

04:17
-Donde andas? Me he despertado y veo que no has venido.

05:27
-Yo acabo de llegar, a pesar del "triste" final me encanta tu conversacion y tu forma de besar aunque ha sido efimera

28 de octubre de 2009

Te lo repito en el estribillo

Luis Alfredo me habla nervioso por teléfono.

A mi no me gusta hablar por teléfono pero me gusta bastante más, cuando me habla así y le pongo nervioso, que cuando se pone a hablarme en plan hijo de puta porque entonces sólo quiero que el falso techo se le caiga en mal sitio.

Mientras nos encontrábamos jugando al oído con todos los días de la semana yo estaba, al mismo tiempo, abriéndome la cama y al gusto se me fueron unas cuantas cosas pero me sigue oliendo raro y mal. Creo que por esto principalmente no le cojo el teléfono la mitad de las veces que me llama, ni sé lo que quiero yo ni sé lo que quiere él. Y no me gusta hablar por teléfono, me gusta comer y cenar gratis y mirar a los ojos. Cenaremos mañana jueves.

Estoy dejando transcurrir los días como quien deja algo que no le incumbe. Ellos continúan pasando, impertérritos, devolviéndome a la más absoluta nada de la que provengo y a la que me dirijo y vomitando todas las horas, unas detrás de las otras. Sólo me he masturbado dos veces este mes, no estoy nada bien, oh no. Tan sólo he concedido algunos minutos, no muchos, a la coherencia y he adquirido contrareembolso un par de cursos a distancia para no moverme de la cama y ocupar las horas muertas, todas aquellas en las que Él no viene ni se me ocurre a mí ir a buscarLe.

No sé qué es lo que voy a hacer, ni por qué hago esto o lo otro y no hago nada. No sé ni qué fue de mí ayer siquiera. No sé nada, ni lo que querré mañana con cena y sin ella. Sé que Luis Alfredo me dio a leer el marqués de Sade, que nos bajará a Fran con novia y a mí a Marrocco en su coche y que es la persona más oscura y avariciosa que conozco desde que tengo razón. Yo, de la avaricia he de aprender y de la oscuridad también porque en este puto vacío no se ve una mierda. Además, quiero salir mañana por si el sábado quiero y no puedo, sólo por joder o no sé.

Yo lo que realmente quería era volver al insti y chocarme con un buenorro que me tirara los libros y todo lo tirable, pero esto es lo que hay.

22 de octubre de 2009

Hay que comprarse un tractor

Voy poquito a poco desperezándome.

Sé que no puedo permanecer así, entre lamentos. Algo tengo que hacer. De vez en cuando me echo en brazos de un viejo hermético con camisa blanca recién planchada bailando merengue y también en brazos del mismo destino que me va poniendo en el camino encuentros que no espero.

La otra tarde, se abrieron las puertas del tren en Tribunal y entró en el vagón un íntimo amigo de Esta condena, metido en una camisa naranja cual guantánamo. Se llama Rufo y es feo, pero me da igual porque es amigo. No le sonreí ni me inmuté, le ignoré completamente como quien ve a un feo cualquiera y le di la espalda, que no abrazo, mientras me dispuse a seguir con el sudoku rebosante de rabia. En fin.

Supongo que luz casal tendrá razón y un nuevo día brillará y se llevará la soledad y todo lo que me está estorbando junto a estos álbunes de fotos que no terminan nunca.

Supongo, imagino, entiendo.

Y me postulo, entre otras cosas me postulo, continuamente, no contra la pared ni bajando al moro sino con premeditación, creo que es una necesidad. Yo, desayunar caliente, comprar el periódico o ver la tele no pero postularme sí, lo necesito. Quisiera tener otras necesidades pero no las tengo, ni tampoco el tiempo de creármelas. Tengo que mirar a los ojos a Maricarmen, que me está hablando. La gente quiere que les mires a los ojos y les digas que sí que sí.

Me está enseñando las fotos de su boda y La casa, su casa. Lo último que me enseñó fue la liga cuando nos acercamos a cortársela. Me postulo. Después de haber hecho el recorrido protocolario por toda la casa, decido que quiero la terraza de doscientos metros y también la cochera de ladrillo visto del tipo deja la leña en su sitio y ven aquí. Me gusta mucho el porche, y sobre todo el patio que queda en la parte trasera de la casa, me encanta. La digo que todo es muy bonito, que sí que sí.

Maricarmen y yo siempre hemos hablado poco.

Siempre he querido creer que esto es así por el respeto que me tiene. Con trece años, yo no los habría cumplido, me hizo llorar. Enfiló aquella noche mi calle en dirección a mi casa refunfuñando lo que fuera y amenazando con presentarse en mi portal y decirle a mis padres que yo fumaba tabaco. Lloré, cómo lloré, pero en mi casa no llegó a entrar. Mientras se disponía, poco tiempo después, a echarle encima a otra chica una piedra de quince kilos yo era quien estaba detrás para arrebatársela de las manos. Cuando yo me sentía como un bicho amarillo, a los quince, ella zorreaba con todo aquél que revolotease alrededor y para mí ella representaba todo lo prohibido en luces de neón y por las noches, cuando me presignaba cinco veces tapada hasta la barbilla, le rezaba al aire para que a mí se me pusieran las tetas como las de Maricarmen, quería como fuera ponerme su top azul y atármelo al cuello.

Si te metes con Maricarmen, te has metido en un lío. Esto lo sé desde que fumo y como no quiero problemas con ella nos respetamos mutuamente y siempre estoy de su parte. Yo en mi adolescencia estaba viva que te mueres y ella me abría caminos que hubiera tardado siglos en trazar por mi cuenta. Que si mi madre es pobre y mi padre alcohólico o que si asómate tú y ya verás qué culo y esas cositas. Con más de veinte años tuve que tirarme literalmente a su cuello, cuello de no me entra el top azul, para que no reventara a hostias a la cornuda de turno que se había acercado a pedirla explicaciones. Con veinticuatro me dijo en el colmo de una borrachera que a ella lo que realmente la gustaba era follar, follar mucho y bien, decía. A partir de esas borracheras se me van cayendo los recuerdos con simetría a los años.

Ella, ajena a mi transcurrir de estos veintiocho, me está mirando y me mira entre divertida y recelosa. No sé de qué estamos hablando, no tiene ninguna importancia. De hecho, si yo tuviera intención de hablar con ella no sabría por dónde empezar. Es más apropiado enseñar las fotos bonitas, las caras por menos baratas, las otras caras, las más caras, las máscaras y un largo etc. Yo me voy quedando sin ganas y sin huella dactilar al mismo tiempo. Los tres años a pelo cruzan a la carrera la estancia donde nos encontramos y entonces ella sacude enérgicamente y con cierta vergüenza ajena la delantera del jersey al niño, me indica que ha estado jugando en el patio que queda en la parte trasera y que se ha manchado y yo la digo que sí que sí y no le hago cocos al niño porque no me sale.

Poco después pasamos, del plano meramente visual, al plano humano y compruebo que el recién casado forma parte de la decoración del salón con mando a distancia incorporado, que el niño no deja de gritar ni de morderme en distintas partes de la espalda y que las fotos no se acaban. Se la sale la carne por debajo del suéter, su carne cuelga y a su pecho no hay top que lo sujete, pero en las fotos no, en las fotos está muy guapa. Ese que no deja de rascarse los huevos mientras te habla despega los ojos del televisor con las mmmxxiiiimágenes de cogidas de toros divertidas y me hace saber que tendré que ver más de trescientas. Entonces me siento mal y pienso en que la felicidad se mide por los metros de terraza y me siento aún peor.

Yo quisiera decirla que sí que sí, que está muy bien eso de que en una foto salga cogiendo las arras y en otra distinta soltándolas, que me parece estupendo, pero como no sé mentir me da la risa y no digo nada. Todo es tan, pero tan, absurdo. El fotógrafo me parece una estafa y no sé el precio ni lo pregunto. La señalo una en la que ella aparece en primer plano mostrando una mueca rara que yo intento imitar y ella me sitúa en la anécdota en sí, de las más de trescientas que seguro tiene acumuladas en algún lugar de su memoria y que no voy a escuchar.

Supongo, imagino, entiendo.

Me postulo, es lógico; ella es la que se casa, ella se hace las fotos que estima convenientes. Desde luego y por supuesto. Ella me las enseña y yo tengo que verlas, sí, sí, me las está enseñando. Lo raro y lo ilógico es que ella me mirase a los ojos y me dijera la verdad, que se han casado para poder hipotecar esa casa con el patio que queda detrás. Yo no la pregunto por no meterme en un lío.

Maricarmen y yo siempre hemos hablado poco.

-El niño no descansa, ¿verdad?
-no, pues no te creas, últimamente pasa muy buenas noches

20 de octubre de 2009

Dolor de muelasNOLEER

-creo que he matado a un hombre-

-¡cómo, explícate!-

-sí, esta noche, mientras dormía, lo he matado, soñé y he matado a un hombre-

-tú lo que estás es subnormal-

-no, te juro que lo daban por muerto y en ese momento desperté y fui consciente que un hombre ha muerto a raíz de una conversación que yo misma mantuve anoche-

-¿qué es lo que hablaste anoche?-

-mucho y mal, hablé mucho y mal y yo misma ví ante mis ojos cómo lo mataban-

-¿qué te has fumado?-

-tres porros hoy, sólo tres, lo juro-

-mucho juras tú-

-es cierto, lo he matado-

-tú no has matado a nadie, sólo era un sueño-

-sólo era un hombre, querrás decir-

-un sueño-

-un hombre-

-un sueeeeeeeeeño-

-imagina que mato a un hombre cada noche-

-cosas más raras se han visto-

-sí-

-sí-

-¿sí? pero lo mismo me dijiste con el negro de la sexta, con Tia María, el abuelo ahorcado y ese cabrero. A mi tío un día de estos le va a pasar algo-

19 de octubre de 2009

There is not future

-Me he fumado toda la marihuana que me traje, tampoco era tanta.
-Dije que no iba a volver a consumir hachís, pero he hecho trampa.
-No me queda papel.


Son estos, y en ese orden, los asuntos que ahora me atañen, aunque parece que hay vida ahí fuera.

Hay vida porque de vez en cuando se dirigen a mí diciéndome cosas como un eulo, si sólo compro papel, -se te ha caído un papel, guapa, si quieren verme la cara, o -después de ella estaba yo, si quieren cruzármela. César me espera a la puerta del baño de señoras, como ha de ser. Acabamos de salir de ver Ágora desde la tercera fila de los cines de Alberto Aguilera. He llorado en una escena concreta en la que el esclavo le toca las tetas a la filósofa protagonista, mientras ella no puede obrar remedio, pero él mismo se pierde en la fe de sus glúteos y rehúsa abusar de ella. Tardamos en salir de la sala porque la gente es lerda y yo me estoy meando. En los espejos del baño me veo igual de viva que la chica que está a mi espalda mirándome las botas. Una vez en la calle, César y yo comentamos si Amenábar realmente será el legionario romano que quedaba en segundo plano hasta acabarnos remontando a siglos antes de cristo, donde no estaban ni rouco ni el del bigote y cara abdominal que fue presidente por mayoría absoluta acosta de almunia detrás de pancartas, donde sólo estaba un tal judas escribiendo que yo traicionar no sé. Yo me guardo la mostaza del burger en el bolso mientras él me cuenta unas cosas y otras y participando en todas ellas se me olvida que estoy medio muerta en vida. Incluso me atrevo a decirle que quizá el año próximo me vaya a Londres, cosa que no había pensado nunca antes de esta mañana. Tras mucho hablar y más reir me acompaña a la parada del bus. Viajo sola durante un rato, sólo respiramos dos y estamos tan lejos, y en ese mientras tanto pienso que la vida no es ir al cine, follar, comer palomitas y colarte si puedes.

Los meses venideros no sé en qué emplearlos ni de qué vivir, ni cuántos porros llegaré a fumarme.

14 de octubre de 2009

Miro en mi diario tu fotografía (en italiano)


california 2009



Creo que ya sé lo que se me había muerto: el thc que venía trayendo dentro del cuerpo. He salido unos días de madrí y los he aprovechado consumiendo tanta marihuana como he considerado necesaria, quería fumar y quería quitarme esto que llevaba y que estaba sustituyendo a lo muerto. Creo que lo he conseguido, ahora los parámetros están restablecidos y, aunque octubre sea como agosto, sonrío más en consecuencia.

Este año habrá, como muestra la imagen, cosecha también en noviembre, inesperada y gratamente.

No he hecho otra cosa más que fumar y querer fumarme y cuando no estaba fumando es porque estaba deseando hacerlo. He fumado mucho y bien y esto es motivo de alegría. Tan solo existe el paréntesis del domingo (día del señor), en el que tras recibir varias señales de humo, me acerqué a Cañamero básicamente a apagar el brasero, que me lo dejé encendido con quince años.

Eran aquellos años en los que me fumaba manzanilla mezclada con hierbabuena, hoja de eucalipto machacada, poleo y otros restos de tabaco encontrados en la escalera, la misma donde me veía con Enrique. Época en la que yo portaba cascabeles en las botas y hacía pompas con chicles de menta, no sabíamos lo que era un cine pero todavía cundían los días, con desayunos interminables, salto aleatorio de clases, horas de estudio desaprovechadas, intercambio de ropa para salir de fiesta hoy sí hoy también y notas a papel en cualquier parte. Compartí con Carmen muchas noches, muchas risas y alguna que otra confidencia en aquellos años; compartimos la necesidad y se la llevó el tiburón, el tiburón. Hace unos meses su hermano buenorro chulito de pueblo me localizó en el tuenti y de ahí el hotmail y el teléfono han hecho el resto.

Quería que nos viésemos y yo acepté, encantada, porque estaba fumada y feliz y porque todavía no me entra en la cabeza que el pasado nunca jamás regresa, se lo llevó el tiburón, el tiburón. Dudaba antes de llegar a Cañamero, entre curva y curva, si no era mejor pararme y fumar pero decidí finalmente no fumar nada, no pares sigue sigue. Allí, primero me choqué con la puerta de un armario constatando íntegramente mi equivocación y luego ya le di dos besos a su hermano. También estuve presenciando el paseo de cientos de personas subidas a caballo pasando en procesión camino del monasterio de Guadalupe. Carmen y yo iba de peregrina y me cogiste de la mano hablábamos, mientras su hermano buenorro chulito de pueblo, junto al feo de su cuñado, pedía cubatas a las seis de la tarde en un castúo local poco inteligible y cada loco con su tema, yo hablé más con los caballos que con ellos y terminé negándome a subirme a varios.

Nos volveremos a ver porque es muy buena chica y me es simpática pero el hecho siquiera de pensar que ella y yo, en algún momento de la vida, estuvimos juntas y sentíamos el mundo de forma parecida me deja boquiabierta, por ser un poquito más suave. Que su hermano es muy guapo y un poquito más duro eso lo sabemos todos pero creo que, a día de hoy, no existe ni un sólo punto más en el que pudiéramos estar en concordancia. Ella, sin embargo, me dijo en varios momentos puntuales que me encontraba igual que entonces y que no he cambiado nada. Yo no podía decir lo mismo y me sentí muy extraña en todo momento, pero no pares sigue sigue como si no me hablasen a mi y le hablaran a otra o viviese otra realidad.
.
Cuando regresé, no había terminado de llegar y ya estaba fumando. Apuré los restos que encontré en un chivato para poco antes de pasar el pueblo de Angel hacer un alto en el camino, y esta vez fue diferente. No me encontraba en el parque de las tetas vallecano con Luis Alfredo ahí poniendo nombre a las casas, pero no me fue necesario porque sé de memoria dónde empieza y dónde termina cada calle, he restregado parte de mí en varias de ellas y no preciso adentrarme. Esta vez no llegué en bicicleta ni llovía como cuando meneaba el brasero, tampoco entré a la busca y captura de un espejo lateral izquierdo de opel corsa gris, ni para dar vueltas en moto a cada una de las fuentes como si estuviera loca. Esta vez decidí pasar de largo, pero aún así tragué saliva al dejar atrás el cementerio y el campo de fútbol, en cuya hierba me depositó una noche en la que sí había luna.

En Madrí, al tomar clases de baile, si no tienes pareja te adjudican al viejo jorobado, al que nadie tiene ni quiere cerca, y lo hacen sin el menor reparo. El primer día sí, me he reido mucho sinceramente, pero de volver a suceder ya no va a tener gracia ninguna ni sé cómo se escribe swing, yo quiero swing, tú gozas swing, swing, swing, moviendo las caderas. Por otra parte, los plazos de matrícula se amplían y con esto mi esperanza aumenta aunque mi ánimo, muy al contrario, disminuye y es que tengo otros objetivos y muy concretos como fumar hierba, soñar que vuelo, enamorarme de otro y sorprenderme a mí misma. Evidentemente, en escribir bien no tengo propósito y, por el momento, el primero y el último los llevo de puta madre, terminé de leer la otra noche los infortunios de la virtud fumadísima.

5 de octubre de 2009

Busco me

Son varias y muy diversas las personas aconsejándome que procure que este año en blanco no sea para mí un año de mera transición. Esto me hace pensar en que la sensación de pérdida de tiempo es una de las peores sensaciones que se pueden tener.

Ninguna de estas personas sabe que mi interés, ya sea en este año o en los sucesivos, es conseguir hallar ese punto de no retorno que no encuentro en mí pero que, sin embargo, sí les veo a ellos permitiéndoles hacer borrón y cuenta nueva. Un vacío más grande que éste que me ocupa no lo contemplo y me jode el pensar que aumente, pero aunque me siento así ese punto de no retorno no llega. No sé qué es lo que me falta para alcanzarlo, quisiera -a ratos- llegar a él y quizás se trate de entregarlo todo y sentir la derrota más absoluta para luego, ya sí, poder comenzar de nuevo.

De ser así creo que esa entrega no estoy dispuesta a darla ahora, aunque de este modo quizá yo misma me esté procurando este no final. Me da igual, ahora no toca, qué puedo yo entregar si tengo una desconfianza que no me cabe en el cuerpo, ahora no es tiempo de entrega. No es que piense que mi tiempo está bien empleado, ni muchísimo menos, más bien no dejo de perderlo pero si esta no entrega es la razón, por la cual el punto de no retorno no llega, entonces yo asumo las consecuencias.

El hecho de que mis veinticuatro meses con derecho a prestación hayan comenzado a contar a partir del presente mes y el no saber qué hacer con mis días no tienen, repito, no tienen apenas cabida en mi pensar si lo comparo con el cúmulo de pensamientos que barajo respecto a mi misma historia de siempre. No sé si alguna vez me cansaré de tanta cábala, si me debilitaré al verLe mojándome el tanga como acostumbro o si, por el contrario, todo lo que entregaré será mala hostia. Tampoco sé si me llegaré a emborrachar lo suficiente hasta llegar a rozar ese deseado punto.

Es posible que esté equivocada en mis puntos de apoyo y es también algo probable puesto que me equivoco mucho. En algún sitio escuché una vez que cuando no es posible pensar con la cabeza, se ha de pensar con el corazón y viceversa. Pero yo, que soy egoista por naturaleza, la pequeña de ocho y negándome a ser un puto número, casi siempre me inclino a pensar por propia conveniencia e incluso a veces lo hago sólo con el dedo corazón de la mano derecha, siendo éste un punto muy a tener en cuenta.

Todo es relativo y ahora mismo pienso que quizá ese punto de no retorno no tenga por qué darse y pueda llegar a ser coma la mitad de las veces. Para algunos media vida es tener cincuenta años, para otros son dos años porque se han hecho muy largos, media vida puede ser la estrategia de un polvo o lo que dura una misa. Una media vida puede ser cualquier cosa menos una vida entera, así supongo que todo consiste en el punto que se le quiera dar a las cosas.

Entiendo que yo me resisto al punto y final porque creo que todavía nos sobra suficiente vida para que nos comamos el uno al otro la boca, el orgullo, la paciencia, las perdices que uno cazaría y el otro removería a fuego lento en la cazuela. Creo que merece la pena seguir haciendo lo que me plazca, punto y coma, es lo que hago siempre y lo que mejor sé hacer y si ahora creo que toca esperar, espero y punto.



ya no me divierto pienso algunos días
y al otro día no hay sol que me acueste
me echo a correr buscando no se qué
pensando que tal vez es posible reponerse
...y busco me busco y no me encuentro

BB

2 de octubre de 2009

Sácame algún día del corral

Se ha muerto algo dentro de mi, pero aún no logro saber de qué se trata.

Espero que esto que ya no tengo, y antes creo que sí tenía, no sea la esperanza por eso de que es lo último que se pierde. Una cosa es no tener ilusión ni ánimo de mejora o muleta con la que sostenerme y otra muy distinta es no tener esperanza alguna. No me la encuentro, si es que me queda, pero me gustaría que aquí siguiera.

Llevo unos días pensando si quizá me habré muerto yo sin darme cuenta. Quizá ya no estoy ni mal ni bien, sólo resfriada y de ahí la pérdida de todo sentido.

Camino hacia la oficina del inem que me corresponde y confundo la numeración de la calle, asciende en sentido contrario, recorro enteramente la misma y me acerco a leer el cartel din a4 que se sostiene en el cierre metálico. Traslado por reforma, no evidencio malestar ninguno y continúo caminando. Pregunto en la primera parada de autobús que encuentro, el preguntado me habla con seguridad y obedezco indicaciones. Se ha equivocado pero qué importa, no tengo nada más que hacer y tampoco prisa.

Intento, mientras guisa su ensalada, explicar a Luis Alfredo este estado mío de no interés generalizado, no lo consigo ni me comprende. Cambio de tema, sin más. Mientras bebo de mi vaso me pregunto interiormente si habrá alguien más lejos que yo de la tierra escuchando a los demás. Pienso también que ya no siento absolutamente nada, por más libros del Marqués de Sade que me compre o más hipotéticos casos de acostarnos que me ejemple.

Si hubiera sabido que Mateo sigue siendo tan sumamente imbécil ni siquiera me hubiera molestado en mencionarle. Me es totalmente indiferente si, al contrario de lo que parecía su propósito esta mañana, después no me ha llamado por olvido, venganza o mala suerte. Por mí puede tocarle la lotería o recibir una paliza inmerecida que, en cualquier caso, yo no creo que me inmute.

Ojala que detrás de este desabrimiento venga algo que al menos me sea interesante en algún sentido, aunque sea laboral. No quisiera seguir perdiendo el tiempo tampoco.