30 de octubre de 2009

Hoy tengo ganas de ti

Nos encontrábamos en la plaza de Lavapiés con la idea de cenar en un hindú pero me apetecía más subir andando a Sol, atravesando el mercadillo inca de Jacinto Benavente, para comer tostas a la bilbaína en la calle Barcelona y eso fue lo que hicimos.

No existe sangría más tonta que la que se bebe en esa calle, me faltan ya dedos de la mano para contar las veces que he terminado borracha y sentada en esas terrazas. No había vuelto por allí desde una noche de este verano con César. En esta ocasión mi acompañante es Luis Alfredo y lo que quiere es empotrarme en la pared de enfrente y clavármela, pero tiene que conformarse con amenazar con tirarme los trastos si continúa bebiendo aprovechándose de que mientras él se ha bebido dos vasitos y medio yo ya me estoy terminando la segunda jarra.

Cuando regreso por segunda vez del baño me doy cuenta que me ha costado mucho abrir el pestillo de la puerta y que debo permanecer sobria al menos hasta decirle que pague la cuenta. Tiene ganas de meterme mano, se lo leo en los ojos, y a mí esa posición me gusta y entonces juego a que sé seducir riéndome hasta con mi vaso. No sé por qué le cuento el percance con la guardia civil en la provincia de Granada, supongo que porque me está viendo fumar hachís y porque me apetece echarle la culpa de todo al Alberto. Si no recuerdo mal al rato me fumé otro.

No son las dos de la madrugada y ya no veo el reloj. Siguen los juegos, yo intento descifrar los carteles que tengo a tres metros porque no llevo puestas las gafas que el otro día la óptica me aconsejó no quitarme y Luis Alfredo comienza a preguntarme muchas cosas y muy seguidas. En un momento dado yo no sé qué pasa que me está besando las manos, besa una y después la otra, y se las lleva a la cara de forma que me hace cosquillas con su barba de unos días.

Nos vamos de allí no sé bien cómo, andamos, y de pronto estamos en la plaza de la cuesta del congreso debatiendo si apareceríamos en cibeles o en neptuno. Creo que me equivoqué exactamente de la misma manera que con el miki vasco aquél, pero miki no me llevó por todo el paseo del prado masajeándome la cabeza ni me dijo tantas tonterías. Todo lo que sale de su boca hasta que llegamos a la cibeles es una incógnita pero yo me siento muy feliz dentro de mi tontería y todo me parece muy bien, excepto el búho que tardará en pasar treinta y cinco minutos.

Creo que es Luis Alfredo el que menciona Chueca. En menos de un cuarto de hora estamos en la misma plaza, le voy contando algunos episodios vividos en ese barrio y al poco rato nos encontramos dentro del Black and White y he abierto la puerta del baño de la primera planta y me han recibido tres pollas laterales haciendo necesidades. No es ahí cuando me besa, para eso hemos de bajar a la planta de abajo donde no hay espectáculo en directo pero se crea.

No sé bien por qué, mientras le estoy reclamando que no me escucha, comienza a recorrer mi cuello a besos. Tengo el codo izquierdo apoyado en la barra y mi culo encima de un taburete, estoy muy agusto. Abandona mi cuello, me come la oreja y como no le interrumpo me llega a la boca, le pruebo porque quiero probarle y no está malo. Me excitaba el intercambio de lenguas sin que en ningún momento abandonasen sus manos mis rodillas, creo que se dio cuenta hasta el camarero.

Me estuvo hablando de cosas que debían estar muy bien para contarlas porque recuerdo no dejar apenas de sonreir, aunque en concreto no recuerdo nada. No tengo intención ninguna de follármelo, de eso no tengo duda, aunque él insistiera nuevamente en cibeles en que me fuese a dormir a su casa. Yo me sentía bien y poco más, soy puta como todas.

Luis Alfredo me entrega seis euros frente al banco de espanya afirmando que es todo lo que lleva encima y me abre la puerta trasera del taxi que me llevará a casa. Me despide con un beso y mucha prisa, me estoy meando. El taxista no tiene treinta años, es simpático y conduce rápido. Le indico cómo llegar al santander más cercano a mi casa. De un respingo salgo del taxi y me dispongo a sacar dinero en el cajero. Antes de que se abra la ranura que me concede los billetes me he meado encima, he llenado de orina las mayas que llevo puestas y he encharcado mis botas.

Llego haciendo ruidos extraños hasta la puerta de mi habitación, como borracha perdida. Antes de tirarme en la cama leo dos sms en la bandeja de entrada de mi móvil

04:17
-Donde andas? Me he despertado y veo que no has venido.

05:27
-Yo acabo de llegar, a pesar del "triste" final me encanta tu conversacion y tu forma de besar aunque ha sido efimera

3 comentarios:

Señor De la Vega dijo...

Mi Señora Chafan, está claro sus textos no son Ulises, pero tiene usted un algo de escatológico y soliloquio, que me lo recuerda y su Madrid se vuelve un Dublín para verla avanzar, como uno más de los ficticios personajes de aquella novela y pareciese por algún efecto del humo que usted fuma, que de pronto el lenguaje de Molly Bloom se recrea en sus labios, para en borrachera de palabras, seducirnos como la mejor puta de barra:

“... sí cuando me puse la rosa en el cabello como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y cómo me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro y después le pedí con los ojos que me preguntara otra vez y después él me preguntó si yo quería sí para que dijera sí mi flor de la montaña y yo primero lo rodeé con mis brazos sí y su corazón golpeaba loco y sí yo dije quiero sí”.

Claro que a Molly le hubiese faltado rellenar los botines con meada, pero leyendo a Joyce podría estar seguro que le hubiese encantado, sobre todo eso.

Suyo y que descanse, Z+-----

Chafan dijo...

Sisi, pero no me acabo de enterar qué novela mete usté en cursiva.

Señor De la Vega dijo...

Mi Señora, la novela de la que añado el texto en cursiva es el final de Ulises de Joyce, espero no le importe la comparativa, perdone que el extracto fuese en español y no en su original lengua, por si acaso y sabiendo que su deseo es ir a tierras de habla inglesa se lo pego: "yes when I put the rose in my hair like the Andalusian girls used or shall I wear a red yes and how he kissed me under the Moorish wall and I thought well as well him as another and then I asked him with my eyes to ask again yes and then he asked me would I yes to say yes my mountain flower and first I put my arms around him yes and drew him down to me so he could feel my breasts all perfume yes and his heart was going like mad and yes I said yes I will Yes."
Suyo, Z+-----