30 de abril de 2009

Tú eliges la charca donde quieres remar

Estoy barajando distintas posibilidades acerca de dónde emplear los dos próximos años.

Ya tengo decicido, desde hace un tiempo, acometer un giro drástico y muy necesario a mi vida laboral. Lo voy a hacer, voy a dejar de trabajar tal y como trabajo, aunque esto signifique tener que pasar hambre. Voy a intentar engañar al jefe, y después a hacienda y a la seguridad social, voy a poner la mejor de mis sonrisas a todo dios y voy a estampar mi firma en cuantos papeles improcedentes sean necesarios para así conseguir vivir del inem los dos próximos años. Y si este imbécil se niega a traicionar al sistema entonces trabajaré por ahí sólamente lo preciso para no tener que vivir de la caridad. Abandonaré este día a día y lo haré en septiembre, engañando a todos o engañando al estómago, lo voy a hacer, mi nueva vida está ya en camino y no hay marcha atrás, lo he decidido así y lo sabe ya demasiada gente. César, que ahora termina sus dos años de trámite, no deja de animarme y de hablarme de mi nueva vida. Estoy deseando volver a clase, saltándome todas las que me sea posible, pero estoy deseando comenzar y meterme en mi papel de nueva. Quiero que los dos años que faltan para comenzar mi nueva vida laboral transcurran lo más rápido posible, quiero esa vida ya, ahora mismo. Ahora bien, aún no sé entre qué calles estudiármela los dos próximos años.

Me gustaría mucho pasar estos dos años en Cáceres porque Cáceres es una ciudad maravillosa y porque allí se puede recorrer la ciudad a pie, el subsuelo está lleno de tierra y se pagan alquileres de cien euros. Incluso en Cáceres es posible comprar vivienda libre por cien mil. Cáceres es un paraíso regional pero no va a ser posible, tiene todo tipo de facultades de ciencias y de letras pero no forma a parásitos como yo, Fran me ha informado. Podría irme a Badajoz pero no me da la gana, no se me ha perdido nada allí. En Cáceres tampoco pero Cáceres es una ciudad maravillosa que se recorre a pie, donde se pagan alquileres de cien euros y donde se queda por las tardes con unos y por las noches con otros. La posibilidad de Barcelona surge porque Barna, que ahora pretende ser la hermana que me ha faltado siempre, me mandó el otro día un email muy implicada con mis proyectos y dejándome esta sugerencia. Antes de leerlo ya albergaba yo la posibilidad de irme allá porque de ilusión también se vive por efímera que ésta sea. Espero que no sean tan hijos de puta de excluirme por razones lingüísticas, tengo que esperar. En Talavera de la Reina, sitio que me vio nacer y que me permitiría dormir cada noche en mi cama de siempre, sólo hay gilipollas del gran hermano inaugurando bares, allí no se puede estudiar nada tampoco.

Y en Madrid me encuentro como cada día, con pocas ganas de salir a la calle, y esta opción sigue siendo la más ejecutable.

23 de abril de 2009

AQUEST ANY, SI

El que resplandece es Andresito, la foto se la he robado a la portada momentánea del Marca


La vida puede ser maravillosa ha terminado diciendo el negro ese desde el Camp Nou, el locutor de la sexxxta, el que antes retransmitía los partidos de la NBA. También ha dicho que en Sevill4 estarían cantando aquel bolero de Esta tarde vi llover, vi gente correr. Hoy es la primera vez que me he reído escuchando a ese tío. Siempre he pensado que no tiene gracia ninguna y no es que no me guste porque sea negro. No. A mi, al contrario, los negros la verdad es que siempre me han gustado mucho. A día de hoy creo que llegó a gustarme tanto Kluivert, el que fuera ídolo de Bojan, porque no había yo descubierto aún a Frank Rijkaard con bigote en el ZGZ. Frank Rijkaard sí que está tremendo y no todo ese atajo de negros que ahora están rodeando en la foto a Andresito como las moscas a la luz. El caso es que no tengo yo nada en contra de los negros, pienso que están muy bien inventados, al igual que el mismo invento de la luz, qué cosas. Andresito es como si, desde siempre, se mantuviese encendido. Angel, por cierto, también es castellano manchego y, además, es electricista aunque no sé qué hago escribiendo esto si yo empecé hablando de la felicidad.
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La vida puede ser maravillosa, sí. Desde luego que sí. Mientras Andresito, a sus doce añitos, brillaba en el campo del torneo de Brunete y recogía el trofeo al mejor jugador, yo me encontraba a cuarenta grados a la sombra en el pueblo, tirada en una amaca, sin despegar los ojos de la pantalla de canal+++ y de su metro y medio de exquisitez sobre el césped. Bien entrada la noche oí a Andresito decirle al De la Morena que su padre era albañil. Corría el año noventa y seis cuando yo me había ido ya del pueblo pero su padre seguía, allá, en Albacete, en el suyo. Fue ese año cuando volví a verle relucir. La gente andaba de lo más entretenida con De la Peña y con R9naldo y hubo cientos de miles de niñ@s en el mundo, con leucemia o cánc€res varios, que fueron un poquito más felices. Les relucía la cabeza de millones a muchos de ellos, hijos de perra, miserables. Andresito ganaba y ganaba Eurocopas de selecciones inferiores y llevaba a su madre mucho más arriba del andamio en el cual su padre la tenía subida. Andresito se encontraba a cientos de kilómetros de distancia, de su casa del pueblo y de la mía, y llegaba de puntillas a la cabina para llamarles, pero ya no lloraba por las noches porque hay gente en esta vida como Victor Valdés, con todo lo que diga el camarero del bar de mi pueblo.

La vida puede ser maravillosa, oh sí. Xavi, por aquel entonces, montaba solo ya en la renfe, jugaba minutos progresivamente con el primer equipo, número treinta y tantos, durante los cuales no perdía ni un puto balón. Pep Guardiola, el hoy entrenador y otrora del que dijo Cruyf que jugaba más lento que su abuela, le dijo a Xavi que no se fuera a flipar por sentarle a él en el banquillo, que Andresito era aún más puro. A este otro holandés, el que fue tan agradecido que no cobró finiquito, sí, joder, éste que ganó de todo un poco en un par de años, sí, al que maltrataron por traerse gratis a unos paisanos, el que se enamoró de Catalunya y lloró en catalán, ese que no se gastó un duro y preparó a Puyol, coño, Van Gaal. Toca el paladar y me resisto a pronunciarlo. A ése, a Van Gaal, le bastó verlo entrenar con ellos una tarde para decirle a Andresito que colocara sus calcetines al lado de los de Rivaldo. Y yo estaba allí para verlo. La Espanya de Clemente en ese final de siglo, tras aburrir desmereciendo empates por ahí, dio paso a una Espanya mucho más E7panya y sin un sólo negro o vasco en sus filas por lo que, al Michel comentarista y a los especímenes de ese tipo, se les hacía el chocho agua pero en realidad la selección no mojó absolutamente nada. Mientras, Andresito estrenaba el brazalete de capitán en la sub21 y, con los mismos galones, también estrenó el chalet familiar recién comprado en Barcelona. Una vez instalado del todo, ya todo fue un no parar de subir. De acuerdo a su posición se entiende que no tendría por qué irse nunca y, por el momento, no parece tener intención de moverse. Como sus abuelos, que se quedaron allá en el bar, en el pueblo de Albacete. Mi abuela LaMía murió durante los prolegómenos de un Joan Gamper. Sí, siempre que se muere alguien se toca una final. A Angel le conocí quince días antes que muriera mi abuela pero esa es otra historia y he de regresar al tema, la vida puede ser maravillosa.
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AQUEST ANY, SI,
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AQUEST ANY, SI
ah, sí
EL QUE CAL FER ÉS CARDAR MÉS, que aviat farà un any que no ho faig, però d'això no vull parlar avui.

20 de abril de 2009

Juana la Loca, en otra

Anoche estuve viendo Bailame el agua y tras esto he decidido dejar de fumarme los, ya habituales, cuatro o cinco porros diarios que me vengo fumando.

No he probado la coca nasal en mi vida, porque no soy imbécil y sé que me iba a gustar, y lo mismo ocurre con la heroína, por lo que no se trata, entonces, de esta espiral. Se trata de una espiral algo más compleja.

Tras ver esta película, he decidido dejar de fumar tanto porque me ha hecho pensar, sobre todo y mucho, en qué cojones hago yo pensando y repensando -mañana tarde y noche- en una persona que, por no bailarme, no me baila ni en la misma estancia donde bailo yo. Y resulta que, desde hace un tiempo, vengo relacionando los porros que me fumo con ese pensar. ¿Que no tengo otra cosa mejor que hacer? pienso y fumo. ¿Que no quiero hacer lo que se esté haciendo? me voy a pensar y a fumar. ¿Que me apetece pensar? pienso fumando. ¿Que me apetece fumar? fumo pensando.

Y así.

Y no.

Y la vida son etapas.

Esto último lo dijo un desgraciado hacia el final de la cinta y esta frase me persigue, a pesar de su simpleza, y me persigue a sabiendas que soy una persona obsesiva y muy dada a escuchar en los demás aquello que no logro razonar por mi misma.

Bailame el agua, tú a mi, bailamela hijo de puta, bailame hasta que te duelan los pies de tanto bailarme, que nunca me bailas nada. Bailame más allá de esta orilla en la que me tienes.

15 de abril de 2009

Sigo siendo la misma pero ya no sufro por tu querer

Las noches son muy largas cuando es grande la pena.

Raquel, como se casa este verano, necesita llenar de amigos su banquete por lo que últimamente en todos los sitios me la encuentro y para esta noche ha decidido salir con Bea y con Susana por un lugar totalmente contrario a mi apetencia por lo que, cuando Fran y yo nos incorporamos a la noche, tan sólo se halla presente Tamara, una chica catalogada desde siempre por el resto como retrasada mental. Ésta nos cuenta que había cenado con ellas tres hacía un par de horas y Mario, más preciso, me hace saber que decidieron largarse sin ella tras la cena y sin esperar a nadie. Transcurrido un rato, Fran y yo optamos por cambiar de sitio y Tamara se apunta sin vacilar y nos acompaña. Mario queda en llamarme después y Fran, posteriormente, nos deja solas despidiéndose hasta mañana. No dudo ni un instante en emplear mi noche con ella, no tengo sueño.

Es viernes santo y la noche no se acaba nunca.

Aunque van a ser las tres de la mañana, nos despedimos de Fran pero, Tamara y yo, entramos dentro del nuevo coche de su novio, un todoterreno de agárrate y no te menees. En menos de 5 minutos me explica que los asientos, tanto el que ella ocupa como el mío de copiloto, además de ser de cuero y deportivos, se calientan individualmente con tan sólo apretar un botoncito. Lo voy comprobando mientras coloco mis riñones ajustándome al respaldo y saco del bolso los distintos utensilios para liarme un porro. Tamara rechaza la hierba que la ofrezco de mi hermano, dice que no sabe por qué pero que no la sienta bien y esto me lo explica mientras se dispone a quemar una china de hachís, con la ayuda del filtro de su cigarro, en la palma de su mano izquierda. Cuando Mario me llama al móvil yo me estoy terminando el primer porro. Le digo dónde me encuentro y me cuenta que, minutos antes, ha salido a buscarme y no me ha visto. Me pregunta qué voy a hacer y yo no tengo pensado moverme del sitio tan agusto como estoy. Al rato, me marca otra chica que me hace saber que, ella junto a su novio y Mario, han decidido finalmente seguir a Raquel y compañía. Me parece muy bien y cuelgo enseguida al tener mis dos manos ocupadas. Mientras encajo el móvil dentro de mi bolso, Tamara, sin retraso ninguno me dice que a ella no la apetece salir a ningún sitio, explica que prefiere quedarse conmigo allí y fumando.

Sonrío.

Muchas veces en la vida, cuando no sé qué decir, sonrío y giro levemente las conversaciones. Tamara no se lava los dientes nunca y rara vez se lava la cabeza pero, aún así, yo la sonrío mirándola a los ojos, sigo a sus dedos mientras se lleva un mechón de pelo detrás de la oreja, acompaño a los restos de tabaco que retira de sus labios. Me hace gracia darme cuenta que, realmente, me apetece pasar la noche con ella aunque sea de esa forma y estemos encerradas en 2 metros cuadrados. De ella sé que no tengo por qué guardarme. Sé también, de antemano, que no va a escuchar prácticamente nada de lo que yo vaya a decirla pero, en todo caso, yo elijo quedarme con ella por reirme y aprender, no creo yo que tenga nada que mostrarla. A medida que avanza en su relato me recuerda cosas como que nació con anticuerpos, que su padre murió solo y de sida, que su madre la trajo al mundo poco después que llegara su regla, que sufre ataques epilépticos y ninfomaníacos con frecuencia y que la misma cantidad que la falta en retraso la sobra en honestidad. La hago preguntas muy directas, me interesa saber qué piensa una persona como ella que no trabaja desde los veinte o así, que vive para abrirle la puerta y las piernas al novio y para hacerle tortillas francesas. Mientras me contesta a mis indagaciones reafirma un par de veces que su situación la hace feliz y, por otra parte, me razona el por qué tanto su madre como su novio no son partidarios de su condición de parásito. Lo entiende y yo la entiendo a ella.

Por momentos creo estar asistiendo ante algo irrepetible.

No todos los días viene la policía llamando a tu puerta, preguntando por tu novio, tras extenderte una denuncia en la que figura, en cursiva, exhibicionismo ante menores. A mi sólamente una vez me han dado veinte euros para un taxi y no hubo detenidos ni errores ni recordaba yo ya que hay gente que se guarda no sé cuantos gramos de hachís en los huevos y que verlo in situ resulta una guarrada. Yo pronuncio en voz alta las palabras -daños colaterales- pero ella habla sola. Tan sólo me escucha cosas como que me baje mi ventanilla que no me gustan los submarinos, que encienda otra vez mi asiento o corro el peligro de largarme de allí o tullirme de frío, que su novio hace chas y aparece ella a su lado y tonterías por el estilo. Es lo que tiene no haber estudiado a fondo la psicología y sus vertientes, que sólo sé apoyar haciendo reir. No comprendo yo bien a las personas que afirman querer a otro ser, el cual es capaz de agarrarte del cuello y levantarte del suelo. Doy mis ojos con una ceguera de ese tipo.

Llueve.

Yo, por momentos, retiro mi mirar de aquello que veo y me dedico a seguir el escurrirse de las gotas de lluvia en la luna del coche nuevo. Alterno esto con la visión de la pared que tenemos enfrente. Tener el culo caliente en ese coche es una maravilla. Recuerdo el mío, mi coche, le visualizo en el taller o en LA BASE, a oscuras, con coco atrás sin el cinturón puesto, y con dos cogollos de nirvana metiditos en un chivato y debajo del cenicero. Pienso que he de comprar tabaco, Tamara apenas fuma. Es como esos hombres que no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. Si fuma no habla y viceversa. Y Tamara habla mucho. En lo que yo me quedo sin papelinas ella apura su primera y única ele de la noche y sale fuera para sacar el culo al aire jijijí jajajá. El chico que se va para casa termina viéndola el culo. Qué rápidas me llegan las soluciones a los problemas que me plantean los demás y qué raíces cuadradas hago con mis propias cosas. Dejaría de ser yo si alguna vez me veo en la tesis de tener que escoger el regalo de alguien yendo a comprarlo con su propio dinero. Me muero si alguna vez se le ocurre a alguien preguntarme qué coño hago siguiéndole como un perrito. Sería yo la que llamase a mi tía y no al revés, a las cinco y a las seis de la mañana, ocultando mi número de móvil en el caso de que a mi tía, ya muerta, se la ocurriera revivir para decirme que me corresponden cuatro mil euros del total de la venta del piso de mi padre con piscina comunitaria. O damos todos por culo o ninguno y en esta puta vida puede una aspirar a ser cantante o jardinera de infancia y terminar la corta vida laboral viendo maltratar a una anciana en un geriátrico. Y es que, aunque suene mal y se lea peor, la número trece del club de fans de camela tiene mucho que enseñarle al mundo y dios le da pan a quien no tiene dientes, por eso hay que comer y dar gracias al cielo.

Y el cielo está gris.

14 de abril de 2009

punto de inflexión III

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Ya no pertenezco a ningún sitio, lo he constatado.

Esto me hace sentir más sola que nunca pero, a su vez, más libre.

Estos días he acabado perteneciendo a la procesión del silencio, a un gol de iniesta, a un último cigarro y a alguna risa. A poco más.

La gente que siente pertenecer a algo, bien contenta tiene que estar.

Está claro que hay que agruparse, entenderse, procrear. Y yo agruparme me agrupo, aunque entender no entienda una mierda ni el follar se haya hecho para mi.

Qué jodidos los puntos y aparte que tiene la vida, al menos los míos.

6 de abril de 2009

Levántate y anda

Hártate de dormir, sube la persiana y comprueba la hora en el móvil, ve y aprecia que son las tres y diez. Salta de la cama, ve hacia la cocina y comprueba que ahí siguen estando las lentejas en agua que dejaste ayer, lávalas, escúrrelas y viértelas en la cazuela. Guísalas, añade el agua y déjalas al fuego. Enciende la calefacción. Ve hacia la habitación, constata en el pasillo que tienes hambre, entra en el baño. Mírate la cara, esa es la tuya. Mira de nuevo el reloj, ese es el tiempo del que dispones. No te laves hoy, hazte una coleta, alta, como te dijo Mario ayer que te quedaba tan bien. Vuelve a la cocina, comprueba que ya no huele tanto el pan que quemaste ayer en el microondas pero, aún así, abre las ventanas, baja el fuego, remueve las lentejas. Regresa a la habitación, quita las sábanas y coge la ropa de color que tienes acumulada, mete todo en la lavadora, ponla. Vuelve a tu habitación y escoge la ropa que te pondrás hoy del interior de tu armario, cámbiate en el baño. Busca tu bolso y saca de él la horquilla para atajar ese pelo rebelde que no llega a la coleta. Saca el lápiz de ojos color negro y píntate antes de irte, no hagas como ayer que te pintaste entre las estaciones de Príncipe Pío y Argüelles. Saca del bolso el mp4, el moleskine, la cámara de fotos y el plano del parque de atracciones que utilizaste ayer. Saca todo eso y las llaves del trabajo. Mete las de casa y las del coche. Hazte un porro y no se te ocurra encendértelo. Coge la basura, con el pan quemado dentro, apaga las lentejas y échate a la calle. Acércate al bar más próximo y pregunta si tienen latas de cocacola. Cuando el chico que siempre corre a atenderte te conteste que no tiene, tú dale las gracias y cuando ya te alejes óyele atrás diciendo -que si tengo latas de cocacola ... yo te daba de todo menos la lata, morena-. No mires atrás, saca las llaves del coche y súbete a él, ponte el cinturón cuando se te cierre el semáforo correspondiente. Recuerda sólamente a Alberto cuando te encuentres parada frente al portal de su casa. Aparca el coche justamente donde pretendías hacerlo, saca dinero en ese cajero mismo, acepta los 2'40 euros de comisión y entra en el burguer. Pídete lo de siempre y que sea rápido porque van a dar las cuatro. Llévate la cocacola que te sobra y métete en el coche. Enciéndete el porro que te espera sobre la palanca de cambios y baja un poquito tu ventanilla. No dudes en ir a Alcorcón, para ir a Leganés no tienes suficiente tiempo, para ello deberías haberte orientado aunque sea un algo la vez anterior y no lo hiciste. Conduce a la velocidad requerida para así apagar el porro entrando ya por San José de Valderas. Adéntrate en el pueblo y callejea entre prohibidas, constata que es día de manga corta y que esa furgoneta va a dejarte un hueco libre. Déjalo ahí, aparcar mejor es imposible. Bájate del coche y, aunque te de vergüenza que te observen así, camina, sonríele a la tarde. Sin dudar, llega hasta el último bar que conociste, entra. Toma asiento y comprueba la pulcritud actual tanto dentro como fuera de la barra. Duda de la procedencia medio china de la camarera, sonríe, habla, conversa, entérate que estuvo cerrado dos meses, que ahí ya no puedes comprar, que ella no sabe nada, que es malo drogarse. Sigue sonriendo, da las buenas tardes, deja el pincho sin probar bocado, paga, sal de allí. ¿para qué la dices que vas a preguntar en los alrededores? Camina, saca tu móvil y haz con que vas a llamar a alguien o, aún mejor, simula que estás esperando una llamada como si fuese importante, en la esquina párate. Comprueba que te suena la cara de dos de los moritos que charlan tranquilamente en la otra acera, no tengas prisa, sólo tienes prisa porque alguien te llame, simula, sonríe, aguanta los piropos que están cayendo, simula ahora que no oyes nada. En la calle nadie debe ofrecerte nada, es mejor entrar. Entra en el bar, pasa dentro. Antes de sentarte en el taburete que queda libre, mira a tu alrededor, ni una sola mujer, busca directamente un camarero, sí, eso es. No parece haberlo, no desesperes, dejarán de mirar, seguirán hablando, alguien dirá algo. Pregúntale a ese, bien, has de ir al bar de la esquina. Sal y vuelve a simular que han de llamarte por teléfono cuanto antes. Llega a la esquina indicada y, mientras la policía retira ese vehículo del vado junto con la grúa, métete en el bar, comprueba que has provocado el más absoluto silencio en los dos únicos clientes, siéntate, en medio minuto tendrás tras la barra al camarero, el cual parece conocer al dueño del vehículo que ya retiran. Eructa en silencio los restos de cocacola que dejaste en la puerta del coche y dile al camarero, bajito, que lo que realmente quieres es saber si puedes comprar chocolate. Cuando te diga que sí, pero que has de esperarte que se vaya la policía, sonríele de nuevo a la tarde y mira qué dan por la tele. Deja caer tus ojos en el que entra, le conoces, le has visto muchas veces, dile cualquier cosa al camerero, habla, conversa, cheb khaled se pronuncia sefh jaleh y, por su parte, shajha significa que aproveche, de toda la vida, eso es, ríe, simula, intuye como el nuevo le dice al camarero que eres una buena chica, que te tiene muy vista. Cuando se te vuelva a acercar uno con pinta de pedir en el metro que no te tengan que volver a decir que no le ignores, ya sabes que puede llevar hachís caliente en el bolsillo, incluso darte veintinco cuando en Leganés te estaban dando veinte. No tienes que hablar tanto y tan bien, haces que te pregunten el nombre y te pongan tu música. Cuando el camerero pida en árabe a los presentes que se larguen de allí sin acabarse su café con leche, saca tu móvil y simula, es simple. Y cuando te acaricie el brazo mientras te pregunta si tienes frío, hazle saber que hace una tarde estupenda, recuerda que tienes las lentejas apagadas y págale porque tú lo que tienes es mucha prisa. Sal de nuevo a la calle, achínate por el sol y regresa a casa en coche. Apárcalo frente al portal, entra en casa, pasa a la cocina que sigue oliendo a pan quemado, abre las ventanas de nuevo y apaga la calefacción. Entra en tu habitación, cierra la ventana, desvístete, métete en la cama, enciende el ordenador y hazte un porro. Contesta un par de correos, búscale ese poema a la patry, pídele permiso a Mario mediante un privado de tuenti para subir las fotos de ayer, mírale la cara a Teseo, acepta el viaje que te propone correcaminos en plan coyote y después pide que te acompañe a la primera persona que te salude en el msn, Yema, a quien no ves desde septiembre. Te está hablando que la gente está en pareja o casándose y no sale, te cuenta que todo es una puta mierda, hazle saber que hay cosas de lo más interesantes, que las haga y no te caliente la cabeza, sonríe, sí, eso es. Concreta un viaje a la feria de Cáceres, describe a Fran, también a tu estado sentimental, una vez, dos veces, tres veces. No mientas, sí, así. No vas a tender la lavadora, vas a liarte porros, un par de ellos. Vas a decir a diestro y siniestro que has de ir a hacer cosas importantes, recoger a tu hermana Barna de la estación de Príncipe Pío. En efecto, Barna te llama desde el segundo móvil de María, quedó en llamarte cuando viniera por Navalcarnero pero lo hace a 7 km de Alcorcón, sabes que llegarás tarde pero no importa, dale a f5 en tuenti y en yahoo, sal de la cama, vístete de nuevo y repásate la coleta, huele a algo, coge las llaves del coche cuando las encuentres y sal a buscarla. Llega tarde, vete por el Pº de Extremadura al desconocer si la m-30 tiene salida en Príncipe Pío, admira las obras paradas de Madrid Río, la gente tirada en el césped en el Campo del Moro fumando porros. Cuando tu hermana Barna, a la que ves sin bajarte del coche, te revise las piernas tú mírala a los ojos, eso es, sonríe, ayúdala a subir 70 kg de maleta en el maletero de tu coche. Da con ella un rodeo por la m-30 dirección burgos para luego enlazar dirección zaragoza sólo porque te apetece mirar las 4 torres de la castellana de cerca. Explícala que tienes muchas cosas en las que pensar y que, por ello, se te han olvidado las gafas de ver encima de la mesilla, no la digas que da pereza usarlas y las tienes abandonadas en la mesilla. Cuando te cuente que se ha encontrado con César en un entierro y que es muy guapo y muy simpático, sonríe, dale la razón, gira la conversación, eso es, la mezquita de la m-30 es una de las más grandes de espanya. Repítela por el camino que no te importa acercarla a la estación de Avda de América para dejar los 70 kg de maleta en una taquilla. Hazla saber que madrid está lleno de retrasados, sí, pero que las señales de tráfico son las mismas que en Barcelona, las dicta la dgt y no esperanza aguirre, por suerte. Dile que por supuesto que volverás a Barcelona, sí, pero díselo de pasada, eso es, no es seguro que vayas a verla. Conduce muy adecuadamente hasta rodear por completo la estación de metro de Avda. de América. Deja el coche en doble fila en Francisco Silvela, enciende la luz de emergencia y mira después por el espejo retrovisor cómo Barna rodea la esquina para entrar en la estación a preguntar si puede dejar allí su maleta. En dos minutos comprueba con vista y olfato que la correa de servicios ha vuelto a hacerse pedazos y que, esta vez, incluso ha parado el vehículo. Levanta el capó y constata que la correa aún no se soltó, que son necesarias unas tijeras. Acepta de buen grado el qué te pasa de dos chicos de buen ver con bufandas colchoneras al cuello. Cuando te miren las piernas sonríe, así, bien, después hazles creer que entiendes de mecánica, no les sigas el rollo, están repetidos. No sigas intentando arrancar, basta. Horas después comprueba estupefacta que son las 3:50 de la mañana, que sigues haciendo la digestión, sí, pero que estás aquí escribiendo esto así que da las gracias y acuéstate, anda.

1 de abril de 2009

Rebelde II

Todos los hombres matan.
Algunos, con una mirada amarga.
Otros, con una palabra simpática.
El cobarde, con un beso.




La otra noche, en La diosa de Montera, en un momento dado, César me miró a los ojos y me preguntó si he vuelto a saber de Ángel. Le respondí la verdad, que no, pero que no por eso se me olvida. Esa es mi realidad. Me sentí bastante ridícula oyéndome decirlo en voz alta pero es algo cierto y él, todo lo que hizo fue guardar silencio. Con César nunca utilizo maquillaje de ningún tipo.

Por otra parte, he vuelto a pintarme la raya en los ojos. Hacía ya mucho tiempo que no lo hacía de forma habitual, demasiado tiempo. Abandoné el ritual de pintarme una noche en la cual mi hermano Miguel, once años mayor que yo, me dijo a mis diecisiete que no distinguía entre la puerta de la cocina y yo. También me dijo que si todas aquellas que se pintan tuviesen mis ojos seguramente no se pintaría ninguna. Me habló con cierto desprecio y esto me hizo hacerle caso.

Ahora con mis ojos pintados recorro los pasillos de metro, tal y como hago siempre, con la diferencia que ahora me siento más conforme ya que entiendo que me miran por motivos más concretos y lo encuentro todo más en su sitio. Quizá piensen lo que me dijo mi hermano o quizá no, yo me encuentro ahora más cómoda así. Me miro de frente y, si no me conociera, pensaría que vengo de la India o que debo tener una colección de amantes, una vida apasionante, detrás del misterio que guardo ahora en mi mirar. Un mirar más oscuro.

En cualquier caso la realidad siempre ha sido y será relativa, incluso en el silencio de una mirada.