Las noches son muy largas cuando es grande la pena.
Raquel, como se casa este verano, necesita llenar de amigos su banquete por lo que últimamente en todos los sitios me la encuentro y para esta noche ha decidido salir con Bea y con Susana por un lugar totalmente contrario a mi apetencia por lo que, cuando Fran y yo nos incorporamos a la noche, tan sólo se halla presente Tamara, una chica catalogada desde siempre por el resto como retrasada mental. Ésta nos cuenta que había cenado con ellas tres hacía un par de horas y Mario, más preciso, me hace saber que decidieron largarse sin ella tras la cena y sin esperar a nadie. Transcurrido un rato, Fran y yo optamos por cambiar de sitio y Tamara se apunta sin vacilar y nos acompaña. Mario queda en llamarme después y Fran, posteriormente, nos deja solas despidiéndose hasta mañana. No dudo ni un instante en emplear mi noche con ella, no tengo sueño.
Es viernes santo y la noche no se acaba nunca.
Aunque van a ser las tres de la mañana, nos despedimos de Fran pero, Tamara y yo, entramos dentro del nuevo coche de su novio, un todoterreno de agárrate y no te menees. En menos de 5 minutos me explica que los asientos, tanto el que ella ocupa como el mío de copiloto, además de ser de cuero y deportivos, se calientan individualmente con tan sólo apretar un botoncito. Lo voy comprobando mientras coloco mis riñones ajustándome al respaldo y saco del bolso los distintos utensilios para liarme un porro. Tamara rechaza la hierba que la ofrezco de mi hermano, dice que no sabe por qué pero que no la sienta bien y esto me lo explica mientras se dispone a quemar una china de hachís, con la ayuda del filtro de su cigarro, en la palma de su mano izquierda. Cuando Mario me llama al móvil yo me estoy terminando el primer porro. Le digo dónde me encuentro y me cuenta que, minutos antes, ha salido a buscarme y no me ha visto. Me pregunta qué voy a hacer y yo no tengo pensado moverme del sitio tan agusto como estoy. Al rato, me marca otra chica que me hace saber que, ella junto a su novio y Mario, han decidido finalmente seguir a Raquel y compañía. Me parece muy bien y cuelgo enseguida al tener mis dos manos ocupadas. Mientras encajo el móvil dentro de mi bolso, Tamara, sin retraso ninguno me dice que a ella no la apetece salir a ningún sitio, explica que prefiere quedarse conmigo allí y fumando.
Sonrío.
Muchas veces en la vida, cuando no sé qué decir, sonrío y giro levemente las conversaciones. Tamara no se lava los dientes nunca y rara vez se lava la cabeza pero, aún así, yo la sonrío mirándola a los ojos, sigo a sus dedos mientras se lleva un mechón de pelo detrás de la oreja, acompaño a los restos de tabaco que retira de sus labios. Me hace gracia darme cuenta que, realmente, me apetece pasar la noche con ella aunque sea de esa forma y estemos encerradas en 2 metros cuadrados. De ella sé que no tengo por qué guardarme. Sé también, de antemano, que no va a escuchar prácticamente nada de lo que yo vaya a decirla pero, en todo caso, yo elijo quedarme con ella por reirme y aprender, no creo yo que tenga nada que mostrarla. A medida que avanza en su relato me recuerda cosas como que nació con anticuerpos, que su padre murió solo y de sida, que su madre la trajo al mundo poco después que llegara su regla, que sufre ataques epilépticos y ninfomaníacos con frecuencia y que la misma cantidad que la falta en retraso la sobra en honestidad. La hago preguntas muy directas, me interesa saber qué piensa una persona como ella que no trabaja desde los veinte o así, que vive para abrirle la puerta y las piernas al novio y para hacerle tortillas francesas. Mientras me contesta a mis indagaciones reafirma un par de veces que su situación la hace feliz y, por otra parte, me razona el por qué tanto su madre como su novio no son partidarios de su condición de parásito. Lo entiende y yo la entiendo a ella.
Por momentos creo estar asistiendo ante algo irrepetible.
No todos los días viene la policía llamando a tu puerta, preguntando por tu novio, tras extenderte una denuncia en la que figura, en cursiva, exhibicionismo ante menores. A mi sólamente una vez me han dado veinte euros para un taxi y no hubo detenidos ni errores ni recordaba yo ya que hay gente que se guarda no sé cuantos gramos de hachís en los huevos y que verlo in situ resulta una guarrada. Yo pronuncio en voz alta las palabras -daños colaterales- pero ella habla sola. Tan sólo me escucha cosas como que me baje mi ventanilla que no me gustan los submarinos, que encienda otra vez mi asiento o corro el peligro de largarme de allí o tullirme de frío, que su novio hace chas y aparece ella a su lado y tonterías por el estilo. Es lo que tiene no haber estudiado a fondo la psicología y sus vertientes, que sólo sé apoyar haciendo reir. No comprendo yo bien a las personas que afirman querer a otro ser, el cual es capaz de agarrarte del cuello y levantarte del suelo. Doy mis ojos con una ceguera de ese tipo.
Llueve.
Yo, por momentos, retiro mi mirar de aquello que veo y me dedico a seguir el escurrirse de las gotas de lluvia en la luna del coche nuevo. Alterno esto con la visión de la pared que tenemos enfrente. Tener el culo caliente en ese coche es una maravilla. Recuerdo el mío, mi coche, le visualizo en el taller o en LA BASE, a oscuras, con coco atrás sin el cinturón puesto, y con dos cogollos de nirvana metiditos en un chivato y debajo del cenicero. Pienso que he de comprar tabaco, Tamara apenas fuma. Es como esos hombres que no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. Si fuma no habla y viceversa. Y Tamara habla mucho. En lo que yo me quedo sin papelinas ella apura su primera y única ele de la noche y sale fuera para sacar el culo al aire jijijí jajajá. El chico que se va para casa termina viéndola el culo. Qué rápidas me llegan las soluciones a los problemas que me plantean los demás y qué raíces cuadradas hago con mis propias cosas. Dejaría de ser yo si alguna vez me veo en la tesis de tener que escoger el regalo de alguien yendo a comprarlo con su propio dinero. Me muero si alguna vez se le ocurre a alguien preguntarme qué coño hago siguiéndole como un perrito. Sería yo la que llamase a mi tía y no al revés, a las cinco y a las seis de la mañana, ocultando mi número de móvil en el caso de que a mi tía, ya muerta, se la ocurriera revivir para decirme que me corresponden cuatro mil euros del total de la venta del piso de mi padre con piscina comunitaria. O damos todos por culo o ninguno y en esta puta vida puede una aspirar a ser cantante o jardinera de infancia y terminar la corta vida laboral viendo maltratar a una anciana en un geriátrico. Y es que, aunque suene mal y se lea peor, la número trece del club de fans de camela tiene mucho que enseñarle al mundo y dios le da pan a quien no tiene dientes, por eso hay que comer y dar gracias al cielo.
Y el cielo está gris.
6 comentarios:
Y si no tienes dientes enseña las encías.
Esto lo escuché yo ayer en una canción de La Mala mientras me duchaba y no sé, me ha venido a cuento ahora con tu entrada. Como también la frase esa que colocas de Te doy mis ojos que resulta ser una peli de la Aitana Sánchez Gijón (creo recordar porque ahora no estoy segura) donde otra Tamara no veía más allá de los ojos del hijo de puta de su novio, Sergi López (a este sí lo recuerdo, ya ves). Le dio los ojos, las manos, la vida..., en fin, ya sabes, lo de siempre justo antes de terminar bajo tierra y lamentarse los del pueblo "Sabíamos que algún día iba a pasar algo así... qué pena más grande".
Me gusta esta entrada porque, aunque esta vez no describas MadriZ, te veo en ese coche molón sentada al lado de una tía que no se lava los dientes nunca aprendiendo que de todos se puede aprender en esta vida bla bla bla.
Me gusta. Mucho, de verdad.
Un beso.
MO.
quiero conocer a Tamara
patricio, ya sabes lo que tienes que hacer...
MOooOO, la Aitana no sale, sale el de los lunes al sol que no sé yo si se llama Sergi o cómo. También dudo que la matase, recuerdo a la asistente social (de nombre irrelevante) acompañando a la chica al piso a por sus bultos y él "pilar, pilar" pero pilar marchó. Habrá que volver a verla otro par de veces.
Y bueno, qué es de ti, ya sólo te dedicas a tocarte la barriga o cómo.
Y yo me siento triste.
Tamara me ha provocado muchas sensaciones encontradas.
P.D: Luis Tosar es el de Te doy mis ojos!!!!
Mira que confundirle, con el papelón que hace!!!
Ah... pues no eh! la Aitana no sale no. De hecho no sale ni el Sergi López, coño (y mira que estaba yo segura, joder) (menos mal que nunca apuesto y cuando lo hago nadie me hace ni puto caso).
La peli de la que hablas es otra (él se llama Luis Tosar y también hizo aquella de Los lunes al sol) (creo).
La que te digo yo y me recordó a tu entrada es la de Sólo mía, que, por cierto, tampoco sale la Aitana esta sino aquella otra Paz Soy Meha Sexy Vega y el Sergi López este del que te hablé antes (me recuerda a mí al Bardem, ya ves).
Está muy guapa, si no las has visto píllala un día.
MO.
P.D.: A veces también respiro y eso.
Tamara parece una chica particular y leyendo me ha venido a la mente su imagen; maquiavélica.
¿Eres justo la fan número 13 de Camela?
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