Anoche me cantó el título con todas las letras y a cinco centímetros escasos de mi boca. Le podría haber matado a golpes, pero sólo pude sonreír como una estúpida.
Sigo sin comprenderle y está empezando a ponerme nerviosa. Nuestro encuentro ha vuelto a ser casual, inesperado para mí. Nuestra noche ha vuelto a enlazarse hasta deshacer el nudo al montarnos por la mañana temprano en nuestros respectivos coches. Nuestro destino se muestra confuso y paseante.
No quiero que salga de mi vida y no voy a ser yo quien le eche. Quiero que venga cuantas veces quiera a hablar conmigo porque la intensidad de la vida se me mueve por dentro cuando le tengo delante. Él no sé lo que quiere y tampoco lo dice.
Se niega a proporcionar cariño a nuestro amigo común, aunque le pido que lo haga al advertir que parece necesitarlo. Se niega a darlo ya que dice no dárselo ni a sí mismo, utilizando con ello idénticas palabras a las que yo usé recriminando su búsqueda de novia para Rufo.
Esta vez me ha dicho cosas interesantes y payasadas varias como siempre. Continúa muy dispuesto a hacerme reír, dejándome constancia de que guarda porciones de conversación conmigo en su cabeza, cosa que me alegra enormemente. Esta vez no hubo abrazos pero se encuentra tan cerca que no me importa.
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