4 de septiembre de 2009

Ay pena, penita, pena

Está claro que si yo fuese parapléjica, menopáusica, o prisionera de guerra tendría otras cosas en las que pensar y no las que tengo.

Sé que el pasado, las noches de hace dos años, de hace siete, anoche mismo no vale para nada pero aún así, siendo consciente de ello, no sé de qué forma lograr incrustármelo en la cabeza. Ya sé que llorar no sirve, fumar tampoco ni beber ni follar siquiera pero ¿cuándo llegaré a sobreponerme, qué se supone que necesito, qué es aquello que no veo, tan lejos queda?

Hoy mismo me he sentido la mujer más desgraciada de toda la comunidad autónoma y quizá lo sea y no haya más vuelta de hoja. Pretendo escribirlo mientras lloro otro poco y es que hoy, tras varios días intermedios, he vuelto a llorar inmensamente, en silencio, de pura pena. Lloro sin que me duela nada, lloro frente al espejo, bajo las gafas de sol en el metro, en el medio de la autovía, a la entrada del hospital y después de comer boquerones en vinagre.

Ayer, tras un intercambio de sms con Luis Alfredo que no merece la pena transcribir, 15:16h:

-Angel, k pasa, k tal tod?si puedes acércat x VVV ste find, hay fiest, kisiera pregunt varias cosas d toledo ciudad, si no ya t llamo y m dices, ya texplicaré.1beso-

A las tres y media ya me encontraba dudando si no me habré vuelto completamente gilipollas sin darme cuenta. Al rato me dije a mí misma que no, que no soy gilipollas, que me era muy necesaria su información y en el caso de que no se presentase en VVV ya le había amenazado claramente con llamarle, que tenía pensado llevarlo a cabo y que valorase él su conveniencia. Me mantuve tranquila, ayer no lloré nada.

Esta mañana me despierta el móvil una vez, dos, tres, no sé cuántas veces. Lo que debían ser las siete y veinte se han convertido en las ocho y diez. Me siento en la cama y pienso en el día que me espera. He de ir a Toledo y solicitar plaza en el sitio marcado que llevo en la carpeta porque ayer no me fue posible realizar la solicitud a través de la web sin certificado de usuario ni firma electrónica. He de volver lo antes posible a madrí e igualmente solicitar plaza a trescientos metros de la casa de César, debo hacerlo antes de las 14h. Bien. Mientras bebo directamente del tetrabrick de leche del interior del frigorífico, pienso en que Toledo siempre me ha parecido una ciudad triste, pienso en que está lleno de piedras y gente fea. Mientras bajo las escaleras con las llaves del coche en la mano, pienso de nuevo en el sms enviado ayer, pienso que Angel en esa ciudad estuvo estudiando cinco años y que parte de ellos entiendo -porque constancia no tengo- que debieron hacerse más largos porque Su novia -a la cual Su hermana me contó que quería mucho- le dejó de la noche a la mañana tras enamorarse de Su mejor amigo y éste de ella. Me coloco el cinturón de seguridad mientras intento descifrar si este episodio ocurrió dos o quizá tres años antes de encontrarse conmigo. En el semáforo frente al kiosko ya me encuentro nuevamente rememorando aquel primer mes de conocernos en el cual me iba presentando a todo su mundo aunque ya no sea capaz de distinguir y recordar sus caras. Antes de llegar al metro de aluche me digo varias veces que es la última vez en el transcurso del día que me dedico a revolver lo vivido. Observo que tengo el depósito en reserva y pienso en Él de nuevo en la gasolinera, no así en mi hermano Pedro. Cuando paso por la antigua cárcel, ahora oficinas de extranjería, alucino con la cola kilométrica que se prolonga a lo largo de la acera ya en la calle. Coloco el itinerario impreso de google map sobre mis piernas, también en la cajonera de mi puerta y sobre el asiento contiguo. He de procurar no pasarme la a-42 pero no hago el mínimo esfuerzo en sustraer mis gafas de la guantera. Recorro como tantas otras veces la avenida de Carabanchel Alto y, tras dejar a un lado Leganés y salir a la autovía, busco y rebusco en los paneles el enlace a dicha carretera. Al rato, pasados unos kilómetros, estoy segura de haber escogido el carril adecuado pero voy viendo al trasponer las salidas marcadas que los números de las mismas van en aumento, 19, 28, 33 y que los kilometrajes marcados en los paneles laterales sólo apuntan a provincias andaluzas. En el cuarenta y algo vislumbro la posibilidad de haberme equivocado, decido salir por el próximo área de servicio y volverme en busca de la m-40. Dicho área no es tal puesto que se trata de un camino de agárrate que vienen curvas, entiendo que será un cambio de sentido pero tras recorrer dicho camino durante unos minutos me doy cuenta que no es así pero que al menos me trae de vuelta dirección madrí. Distingo unas cisternas allá a lo lejos en lo que pueden ser reservas de agua, gasolina o energía nuclear, quizá se trate de un polígono de vete a saber dónde. A medida que voy acercándome comienzo a encontrarme resaltos de pasos de peatones, a uno de ellos lo reto y golpeo los bajos del coche. Entro en lo que bien puede ser un pueblo fantasma y en la segunda rotonda encuentro al abuelo de turno paseando al perro. El reloj del salpicadero marca las nueve y cuarto. Oiga, sí. El jubilado me explica izquierdas y derechas imposibles de memorizar y cuando estoy a punto de subir la ventanilla y dejarle hablando solo se pone a contarme la historia del pocero por lo que antes de que lo pronuncie me sitúo y estoy en Seseña. Doy la vuelta completa a la rotonda y me dirijo al lugar donde se encontraban las cisternas. Un guacamayo y el gordo de su acompañante hablan justamente en la entrada mientras fuman tabaco rubio. El gordo, muy español él, simplemente dice que es muy fácil y el guacamayo me explica en su idioma qué recovecos he de pasar antes de salir de allí. Parece mentira pero no lo es: el guacamayo se conoce qué pueblo encontraré detrás de cuál y así hasta llegar al enlace de la a-42 a la altura de Illescas. Me pongo en camino y voy comprobando que me lo ha especificado todo perfecto, se trata de una carretera nacional y paso por Endibias, Yeles y otros. En el 63 de la autovía cojo de nuevo el itinerario, distingo Toledo cada vez más cerca y cuando quiero darme cuenta tengo la Puerta de Bisagra a cien metros, me he pasado. La gente es fea pero muy amable y la ciudad no es grande. El polígono industrial que pretendo encontrar está mucho más allá de lo que aparenta el mapa al igual que lo está el reloj de mi propósito. Aparco al primer intento, como siempre, y pregunto al primer sujeto que se me cruza el cual afirma ir hacia el mismo sitio o tiene ganas de acompañarme. Antes de entrar al recinto apago mi cigarro y cuando llego hasta la ventanilla de secretaría cuento los empleados que hay dentro, dos, y la gente que me precede en la cola, once. La fea y diríase secretaria no me deja terminar de hablar y me suelta con todas las letras que ya está todo completo. Me habla de fotocopias compulsadas y de otros detalles, que ni yo llevo ni constan en su página web, la pregunto por qué no me explicó todo eso su compañero cuando llamé ayer y quisiera decirle lo fea que me parece pero me muerdo los labios, recojo la copia sellada que me entrega y me coloco las gafas de sol antes de salir de allí. No he llegado al coche y ya estoy llorando. En la rotonda del final de la calle huele a perro muerto, no sé cómo no me di cuenta al llegar. Enseguida me encuentro en paralelo con el puente romano sobre el río Tajo, la ciudad parece más limpia que la última vez que allí estuve y recuerdo entonces que no conseguí dormir nada aquella noche y que teníamos las campanas de la catedral a unos metros de distancia aunque no recuerdo si repicaban las horas. Encuentro salida dirección Ocaña pero no sé cómo hago que de pronto me veo inmersa nuevamente en una carretera nacional, consigo salir a la autovía a unos treinta kilómetros. Activo el aire acondicionado pues las ventanillas bajadas no me dejan escuchar bien al Fito con lo más lejos a tu lado. Compruebo que ya está otra vez el indicador de las revoluciones enganchado desde el arranque y que cuando tiene que marcar dos marca tres y así sucesivamente. En un momento dado, mientras el whisky barato, marca cuatro y pico cosa que nunca ha hecho. Me da por observar todo el cuadro, se ha consumido una raya de gasoil, el mercedes que me precede me conduce a ciento treinta y el calentador extrañamente se sitúa por encima de noventa. Desactivo el mp3 y me veo entonces a mi misma allá, en la avenida de América, tirando de la correa de servicios totalmente deshilachada como ya me había ocurrido otras veces. Me cambio al carril derecho y según desacelero la aguja del calentador mínimamente desciende. El coche continúa revolucionado y decido apagar el aire acondicionado, en unos minutos debo bajar de nuevo las ventanillas porque hace un calor de agosto. Me aburre seguir el ritmo de esa furgoneta por lo que la adelanto y mientras estoy en ello me percato que la aguja del calentador peligrosamente se acerca a la zona roja. Comienzo a sudar por activa y por pasiva, desacelero, meto cuarta y activo las luces de emergencia mientras no dejo de observar el cuadro. Busco paneles kilométricos pero no aparece ninguno, van a ser las doce y hace un calor de intenta pararte en una sombra pero no la hay. El sol está en lo más alto y le viene a dar igual si yo tengo prisa, calor, o miedo escénico. La aguja roza y amenaza la zona roja por lo que he de parar inmediatamente y ahí mismo. Saco el coche al arcén cuando ha terminado la cuesta abajo pero el arcén es mínimo, apago el motor y tardo en poder abrir la puerta. No pienso en ningún momento en el chaleco reflectante. Abro el maletero y extraigo de su caja uno de los triángulos de emergencia, lo monto por primera vez en la vida, lo cruzo y lo coloco en el arcén a una distancia más que prudencial. Regreso al coche mientras recuerdo el golpe mañanero en los bajos y lo primero que hago es agacharme a mirar bajo el motor, no veo mancha alguna de aceite o similar. Cuando cesa por momentos el ruido de los demás coches aprecio el escándalo que forma el ventilador del mío. En cuanto alguien más sensato que otros activa su intermitente y se cambia al carril izquierdo regreso al interior del coche para abrir el capó. Enciendo la luz de mandos y compruebo que la aguja del calentador ha descendido un algo pero no lo suficiente. Abro el capó y vuelvo a salir del coche. Cuando lo abro el vapor contenido dentro se ha hecho agua en la cubierta pero continúo sin ver goteo ninguno. El depósito del anticongelante se encuentra a una temperatura excesiva, tengo el móvil en la mano pero para qué llamar si sé que tengo que mirar el nivel de líquido. Maldigo a la cocacola sobrante de mi último viaje y regreso al maletero para recoger la única botellita de agua que sé que tengo en el interior del estuche de nunca limpiar. Cuando el ventilador deja de hacer ruido ya son las doce y cuarto y me dispongo con la mano izquierda a abrir el depósito del anticongelante, pienso que si me tengo que abrasar mejor será en esa mano porque no soy zurda para nada. Desenrosco la tapadera y compruebo que no quiere abrasarme, quiere que le eche unos cuatro litros y no tengo ni medio. Miro alrededor y a la lejanía, no veo ninguna gasolinera. Dudo y vuelvo a dudar en si continuar mi camino o llamar a una grúa. Vuelvo a mirar el reloj y mi sensación de pérdida de tiempo va en aumento. No pienso que de quemar el coche no tengo dinero para comprarme otro, todo lo más que pienso es que he de conseguir llegar sí o sí. Procedo. Más adelante elijo los carriles de m-30-centro urbano-legazpi y cuando ya no hay posibilidad de rectificar me doy cuenta que llegaré a Le-gaz-pi y no a plaza elíptica como pensé en un principio. La aguja del calentador está ascendiendo de nuevo peligrosamente y antes de entrar en el primer túnel ya tengo lágrimas en la barbilla. Aparezco frente al vicente calderón, me quito las gafas de sol, me enjuago las lágrimas y me sueno los mocos cuando suena Camarón en mi móvil y quisiera volverme pulga. Me lo acerco, es Pocholo por cuarta o quinta vez este mes, lo cojo. Hablo muy alto y le digo que voy conduciendo y no puedo hablar, no despego un ojo de la aguja del calentador mientras me dice no se qué de Miguel Ríos el fin de semana que viene, le repito y me dice que me cuide y que ya nos veremos. Cuando cuelgo quiero llorar pero no me sale. A la salida del túnel que da acceso a la Casa de Campo la aguja comienza a descender un poquito, respiro aliviada porque tal vez me dejará llegar a casa. Ya en el paseo de Extremadura marco a César, avísame. Entrando en el barrio llamo a mi hermana Lamayor, la cual creo que se acuesta con mi mecánico, me indica las posibilidades de lo que le está ocurriendo al vehículo, gritándome. Me grita creo que tres veces que no se me ocurra sacar el coche de madrí esta tarde, me recuerda que no tengo dinero y que vivo de caprichos. Se cierra el siguiente semáforo y según freno veo que sale humo de los laterales del capó pero no la digo nada, la repito dónde y cómo se encuentra la aguja, me excuso y cuelgo. Lloro mucho y muy abundantemente entrando en la calle del metro pero ya sé que sí llegaré a casa. Aparco frente al portal y apago el motor, compruebo que tengo la espalda mojada, recojo mi bolso y la carpeta de solicitudes y al salir del coche escucho de nuevo el ventilador. Son más de las 13h pero creo que me dará tiempo a llegar antes del cierre. Subo a la casa de mi hermana donde habito y nada más entrar me dirijo a la cocina, abro el frigorífico y me bebo rápido tres cuartos de litro de agua. Voy al baño y aunque tengo los ojos hinchados lloro otro poco, ahí pienso que quizá huelo mal pero que peor huele el día. Bajo a la calle y vuelvo a escuchar el ruido del ventilador, similar al que hace ahora el pc. Camino rápido hacia el metro sin mirar a quien me cruzo, marco a mi hermana María y me echo a llorar de nuevo inmediatamente. Me dice que ná es eterno y que un coche es un coche y yo entonces pienso en el otro extracto donde una pena quita a otra pena y un dolor a otro dolor. Hablo con una voz que ya no es la mía y entrecortada la digo que no me tiro por la terraza porque vivimos en un primero y que no he vivido nunca tanta mala suerte junta. Se ríe, se ríe pero es mi hermana. Mientras espero en el andén la llegada del metro hago un ensayo de lo que será el siguiente sms a Angel. Después, ya desde mi asiento, envío otro a Susana la cual ayer parecía tener intenciones de salir a VVV tras haberme notificado novedades mensajarianas aún desconocidas para mi. El sms que envío es parecido al que después enviaré a Angel pero no es igual,

-Suuuu, no voy a ir, stuve sta mañ n toled,ncontré k no hay plaz, para remate a la vuelta se m ha jodid el coch,no stoy bien,aki m kdo, pasalo bien-

Hace lo que Él, no contestar. Salgo del metro con la hora muy justa, me salta en el móvil una llamada perdida de César y el sms de su disponibilidad. Le marco y le digo que estoy llora que te llora porque la mala suerte me persigue, antes de irse a trabajar tiene el tiempo justo de tomarse algo conmigo por lo que quedo en llamarle a mi salida. Entro en el recinto acelerada y ciega, no veo el módulo de información, pregunto al personal del centro pero nadie sabe nada. Me pierdo en el pasillo que finalmente me indican hasta que encuentro otro puesto de información. Llego y sí, estoy a tiempo pero busco y no hay donde sentarse. Me doy cuenta que llevo las gafas de sol puestas y que estoy respirando por la boca porque estoy llena de mocos tras tanto llanto. Cuando por fin llega mi turno la señora que me atiende, muy amable, me hace saber que puedo solicitarlo allí mismo para todos los centros públicos de madrí si es mi deseo por lo que respiro más aliviada y la doy las gracias desde lo más profundo de mi veracidaz. Antes de salir por la puerta ya he vuelto a hablar por teléfono con César, concretando esquina, y con mi hermana María. Subo con dolor de flato por la calle donde vive César y nada más verle y comenzar a contarle me voy sintiendo como una a la que arropan en invierno. Nos sentamos en una terracita a la sombra y mientras prosigo el relato en mi desahogo él va alternando caras de consternación con risas laterales sobre su hombro izquierdo porque soy muy divertida cuando quiero. Paga lo que hemos bebido porque yo sólo tengo dinero para comprar tabaco y me indica cómo bajar desde ahí al metro más cercano. Nos despedimos y él se marcha al trabajo sin probar bocado, ya son más de las 14h. Cuando aún me falta la mitad de trayecto para llegar a casa modifico el borrador de mi siguiente sms. Espero semidormida a que llegue mi hermana María que no tardará, como algo por citar un verbo y regreso a mi habitación. Echada sobre esta misma cama Le envío,

-Oyes, olvida lo k dije xq no voy al pue, stuve en toled sta mañ y lo k tenía pensao allí no va a ser posibl, para remate a la vuelta se m ha jodido el coche...fatal. supong k no contestarás, k te vaya bien-

Cuando yo supongo, lo supongo por algo. Creo que no le envío beso alguno por simple y llana mala hostia aunque no estoy segura. César sale del trabajo a las 22h y no eran y cuarto cuando me ha llamado para ver qué tal acabo el día. César nunca me ha dicho que quiere que seamos amigos y llevarnos bien, ni me cela ni me nada, me ha procurado una nueva vida laboral que Él desconoce por completo y es que César me cuida que no es poco ni es fácil. No voy a ir a ningún sitio, podría acercarme finalmente a los conciertos que me propuso Pocholo pero realmente no tengo ganas de reirme, le he dicho a César que estoy aquí en la habitación buscando un documental de romanos y me ha aconsejado uno que no tardaré en buscar.

9 comentarios:

Señor De la Vega dijo...

Supongo que el término el wanabe usado por Emma en la entrada anterior, se refiere al "Wannabe" americano, de 'querer ser' y emular a otras personas. Y lo contrario de eso es ser original, única.
Si lo que usted relata como Chafan, es su vida también auténtica, tendré que empezar a leerla en esa clave, me costará no se crea.
Aunque de nuevo será el espejo con que Chafan se mira y no dejaría de parecerme con su arte narrativo una ficción subjetiva y deformada de usted misma.
Ejemplo es su viaje a Toledo, un alarde de escritura donde su verbo se le escapa por los dedos, relatando algo intrascendente en miles de palabras y como muestra de ello también es capaz de comprimirlo en un SMS, porque todo lo sucedido es resumible a cuatro líneas, todo menos su llanto y es entonces cuando sus lágrimas se convierten en el fondo, que oculta entre palabras.
Suyo, Z+-----

Chafan dijo...

Joder, supongo que tiene usté razón con su ejemplo.
Ahora bien, no es intrascendente, para mi es importante por absurdo que resulte. Lo que para mi es intrascendente no me molesto en escribirlo siquiera.

Chafan dijo...

...partiendo, eso sí, de la base del primer párrafo que dejé escrito.

Emma dijo...

Chafan, cuando te leo me caes muy bien y quisiera decirte que no llores pero eso no es posible ( que dejes de llorar digo) pero de lo que si estoy segura es que las cosas mejoran y que a ti- no te preocupes- todo te ira estupendamente.
Sigue escribiendo.

Anonymous dijo...

Que chapa.

Anonymous dijo...

Escribes muy bien.Hace tiempo que no leía un blog tan interesante.No se...tienes un estilo muy personal.Lo pongo en mi blog como primero de la lista.Tu talento me ha impresionado, tu forma de escribir me recuerda mucho a esta serie de relatos e ideas geniales en las cuales he incluido tu ultimo post.Espero que no moleste.

www.lustygrandmas.com

Anonymous dijo...

Vale la tía tiene talento pero como para publicarle en lusty me parece demasiado.

Chafan dijo...

Anónimo, a mi me interesan las tetas de tu abuela lo mismo que a ti el teorema de Bayes.

Anonymous dijo...

Resultado.

P(A Q)= P(A) P(A) P(Q/A)=(0.3)(0.8)= 0.24

P(A Q´)= P(A) P(Q´/A) = César(0.3) (0.2)= 0.06
P(B Q)? = Pocholo = 8 (0.5)(0.7)= 0.45.
P (B Q´)= P (B) Luis Alfredo p= (CP(Q/C)=(0.3) (0.5)= 0.18

P(C Q´) = P (C) (Q´/C)= Sergi= (0.2) (?0.1)=(0.02)

P(A)=n A=-----Mario.
.A Y B
.p(A/B)= Fran (2)= P (A)