1 de septiembre de 2009

De agujeritos te voy a comprar unas bragas

Al final no hubo rastro. Rastrerismo bastante, pero rastro ninguno de nada.

Luis Alfredo me llama diez minutos antes de la hora acordada, yo voy en el autobús y voy a llegar tarde. Me cuenta no se qué de moto y que llegará un poco después. Hemos quedado en la plaza de Tirso de Molina, donde el teatro esquina con Lavapiés. Decido desayunar en el café frente al teatro, no puedo con mi alma. Me siento en una mesa desocupada de la terraza, odio un poco a las chicas que conversan en la mesa de al lado, a la que más habla la odio mucho porque me hace dudar en si será siempre así de tonta o esa mañana se está esforzando en serlo. Apuro mi cigarro y termino el descafeinado cuando vuelve a sonar mi móvil. Le digo que ya he terminado y me indica que acaba de dejar la moto en Santa Ana, que me acerque desde ahí andando a la esquina con la calle Toledo. También me advierte que cuando le vea me voy a asustar y yo me río. Pago un euro con ochenta por mi descafeinado sin magdalena, deshago o,25 de trankimazín bajo la lengua y emprendo el camino.

Le encuentro en la misma esquina y más que susto me hace gracia. Va vestido de soy hippie con una falda entre escocesa y pantalón estrafalario que no sé cómo nombrar, sandalias de no menos de cincuenta euros y camiseta de tirantes negra. Una riñonera le sostiene la vestimenta. Le digo que le encuentro más delgado, lo digo solamente por joder y creo que va del Alberto pero eso no tengo pensado decírselo. Hace calor y no me apetece meterme en el rastro, él me cuenta que acude allí con frecuencia, que no importa, me propone dar un paseo. Acabamos la calle Toledo y atravesamos la Plaza Mayor, no sé quién de los dos elige que salgamos por ese arco. Desde Mayor por inercia le sigo hasta la puerta del Sol. Todo está en obras, cercada y cortada media plaza, maldigo a esperanza aguirre y entonces interrumpe lo que me está contando y me pregunta por mí, dice que no quiere que sea un monólogo. Yo no tengo ganas ni intención de contarle a él nada por lo que en menos de tres minutos ya le he puesto al corriente de mis vacaciones. Mido mucho mis palabras en lo que digo porque no quiero que llegue a verse ni un ápice de mis propósitos.

Le compro un libro en la fnac porque él me ha regalado a mí cuatro o cinco y porque ya que estamos allí quiero entrar a comprarme el mismo libro que acabé regalando a César hace un par de meses, La flaqueza del bolchevique. Llevo en la mano los dos ejemplares y le hago saber que le gustará, le hablo del rollo Lolita y abre mucho los ojos. Imagino que ya se lo habrá leído, son siete euros y se lee en dos ratos. A la salida pretendo que me compense el regalo, le indico que tengo mucha sed y él me propone acercarnos andando a la Plaza de Oriente, que le gusta mucho. Así lo hacemos. Estoy cansada de encontrarme siempre al mismo mimo con lo grande que es madrí pero no digo nada. Nos sentamos en una terraza frente al Palacio Real, a la sombra. Me cuenta, nada más sentarnos, que él va mucho por allí también, que le gusta acercarse con un libro y leer solo y que siempre termina conociendo a alguien, siempre mujer.

La conversación va transcurriendo desde su viaje -en julio a Israel- hasta la llegada -en agosto a madrí y su habitación- de una cantante que conoció allí en el interior de un aljibe. Yo intento recolocar en mi cabeza todo aquello de lo que quisiera hablarle después, respecto a mi situación laboral actual, pero no lo consigo pues le escucho palabras como cama, hijos, pelea, abrazo, llanto. Deja atrás los viajes para irme hablando de mujeres y no sé si se trata de ocho, nueve, dos o ninguna puesto que no las pone nombre. Recuerdo a jose luis lópez vázquez que a todas las llamaba chiqui para no confundirse y me da la risa. Él no sabe el motivo de mi risa, saltea hablándome de unas y de otras, todas ellas nuevas en su vida, y me repite varias veces que él siempre ha sido fiel pero que ahora no quiere cerrarse a nadie. A mi no me importa nada si está diciéndome la verdad respecto a sus conquistas o si me está mintiendo, sinceramente le digo que si todo es como cuenta tiene mucha suerte porque a mí no me interesa nadie en absoluto. Termino mi cerveza con limón y no parece dispuesto a pagarme otra, me propone dar otro paseo.

Antes de regresar a Sol ya estoy harta de andar, le pido que me lleve a algún sitio desde el cual se divise la ciudad, que quiero ver madrí desde arriba y nunca jamás nadie me ha llevado. Sé que esta última parte de lo que le digo le gusta mucho y me habla de la sierra, del Guadarrama y de pueblos que no sé ubicar. Duda desde dónde será posible ver lo que pido. Yo le indico el barrio de Vallecas porque cierto día me pareció entender que desde allí había buenas vistas, en principio lo niega, le insisto y accede a llevarme e intentarlo, pero primero hemos de recoger la moto en Santa Ana. No sabe cómo se llama el teatro de esa plaza ni tampoco cómo puedo obtener derecho a paro, no sabe nada de lo que a mí me importa. Hijo de puta, tiene el valor de decirme que sólo conoce a empresarios que están despidiendo a gente y también que ya no sólo alquila habitaciones del piso que comparte sino que, tras pagar el alquiler mensual, tiene un sobrante por el realquiler de trescientos euros. Procuro no inmutarme.

Cuando voy en moto tengo tendencia a divisar el paisaje por el lado izquierdo pero cuando atravesamos la cibeles cambio mi posición hacia el otro lado. Bajamos por el Paseo del Prado, Recoletos y Atocha, accediendo a Vallecas por la Avenida Ciudad de Barcelona. En el semáforo cerrado del Puente ya me está diciendo que no veremos nada, yo insisto en probar y le indico que haga el favor de subir la Avenida la Albufera. Si las calles asfaltadas de madrí no tuvieran esos parcheos a mí no me dolería el culo como me duele. Tras subir prácticamente tres cuartos de calle y haber logrado ya cierta altura gira inesperadamente hacia la izquierda y metiendo segunda me dice que no sabe por dónde seguir pues el ascenso de la calle ha finalizado. Miro hacia atrás, se aprecian las torres de Méndez Alvaro, le indico que deje por ahí la moto y probemos.

Antes de bajarme estoy viendo ya dos colinas descampadas de hierba semiseca y también un puente azul peatonal que cruza la calle en la que nos encontramos. Ahora ya ve que sí ha sido posible, lo hemos encontrado por casualidad. Cruzamos rápidamente andando el descampado adosado al parque de bomberos, él duda qué colina escoger mientras yo ya estoy ascendiendo por la más céntrica. Le digo que me siga y en un par de minutos ya estamos los dos arriba con madrí allá abajo en perspectiva única. No sé a quién de los dos le impresiona más el panorama, intercambiamos la visión de edificios y eso me gusta. Decido sentarme y allí sentada me fumo un cigarro mientras busco en la ciudad esto o lo otro. Luis Alfredo opta por grabar un vídeo pues la cámara del móvil no abarca la ciudad en una foto, cuando está en ello le pregunto adrede dónde ha dicho que está el pabellón de Vista Alegre y él me pide silencio, divertido. Me pregunta si quiero una foto ahí, tal y como estoy, pero yo me niego.

Decidimos irnos de allí porque van a ser las tres y tenemos hambre. Pretende que comamos en el centro comercial de la Albufera pero yo prefiero evitar la posibilidad de encontrarme con mi cuñada por lo que le indico que no, que mejor volvamos a Atocha. Le hablo de Los Zuritos que descubrí con César y le digo que desde Atocha podré irme a casa en renfe. Le parece bien, todo le parece estupendo, muy al contrario de lo que le ocurre con todas esas mujeres de las que me habla. Aparca la moto frente al ministerio de agricultura en Atocha y al llegar a Los Zuritos el camarero no nos mira a la cara, le mira el faldumento a Luis Alfredo. Éste critica la lentitud del camarero pasado un rato y yo le indico que da igual porque es muy simpático. No sé cómo enlaza nuevamente la conversación hacia las mujeres y me pide que le presente a alguna amiga y yo mientras sonrío le digo que no tengo ninguna, que las hubo en su día pero que eso es historia, ni siquiera le hablo de Ana porque no quiere hablar de trabajo.

Como si se le fuese la vida en ello comienza no sé bien por qué a mostrarme en su móvil sms recibidos por parte de la cantante, por parte de una de las de qué estás leyendo y por parte de una rubia que dice conoció la semana pasada. Y entonces es cuando se recrea en explicarme su modus operandi de libro-sonrisa-cultura-sonrisa y también me hace saber, muy bajito, que ha pensado en la posibilidad de cobrar por follar de tan fácil como lo ve. Me habla de la sensualidad, del tacto y de que la rubia le llevó a un hotel cuya habitación tenía espejos en el techo. Yo entonces me le imagino con su vestimenta, allí, con las piernas abiertas frente al espejo y no puedo dejar de reirme. Le repito que eso es cojonudo, que yo podría estarme follando a dos o tres pero ni siquiera me apetece y es una pena. No me cree pero me importa poco y cuando me canso de escucharle hablar de unas y otras le digo que esos sms no son normales, que detrás hay mucha necesidad. También le digo que no entiendo por qué la gente envía sms de ese tipo, y pregunto qué esperarán recibir como respuesta (sic. gigante). Me habla de la soledad y que la gente no se atreve a decir las cosas a la cara. Yo me callo porque cuando recibo sms tan patéticos lo único que me da es bochorno (léase Ibrahim), no se me ocurre enseñárselos a nadie.

Son las cuatro y media y finjo enviar un sms a un tal Luis con el que supuestamente he quedado en vernos después, aunque lo que estoy haciendo es jugar medio sudoku. Luis Alfredo, mientras tanto, me habla de sus próximos viajes y yo le digo que mato por ir a Cuba y que nadie quiere ir con mis condiciones de recorrer el país libremente. Vuelve entonces a reiterarme sus ingresos de entre tres y cuatro mil euros al mes y me dice muy serio que si acepto irme con él se encarga de todo y nos vamos allá quince días. Me viene a resultar lo mismo creerle o no, aceptar o no, porque él hará lo que le dé la gana, igual que yo. Insisto en que ya hablaremos, que tengo prisa, paga lo que hemos comido y salimos. Se despide de mí de forma un tanto indiferente en la esquina de los bocadillos de calamares, pero me pide mi email que dice haber perdido y me asegura que rastreará todas las ofertas del mercado.

Llego a casa de mi hermana con la cabeza dándome vueltas, estoy sola y lo prefiero así, me tiro en la cama y enciendo el portátil. Leo un correo de Ana donde me dice que cree haberle entendido a Luis Alfredo que este presente fin de semana se iba a Irlanda. Cierro la pestaña y entro en el youtube donde me mantengo más de una hora de reloj viendo vídeos de Iniesta, Robe y Andrés. Después, ya sí, me desnudo y me meto en la ducha. Cuando regreso a la habitación el móvil me indica que ha habido un alguien, leo,

-Como yo no soy tu, te escribo y t digo me ha agradado tu compañía de 5HORAS y x supuesto gracias por el libro. Ya te llamare xa saber si has llegado acuerdo laboral. bss
Le contesto seguidamente,

-Qué modorro, tú llevame a Cuba y déjate de galanterías
Su respuesta no se hace esperar

-Jajaja t llevare xo no t lo pagaré pues sino habría habladurias. Me alegro cambio de compañeros a amigos. Un beso
No le contesto ni tengo pensado contestarle puesto que no cabría en un solo sms lo que yo tendría que contestar, además que no merece la pena porque bastante tiene ya el criminal, quizá no tenga ni dónde caerse muerto. En cualquier caso me da igual, creo tener claro que ni puede ni va a ayudarme, esta pena es mía y ya puedo pasearla por madrí cuanto quiera que aquí sigue.

6 comentarios:

Señor De la Vega dijo...

Es puro placer leer su manera de escribir.
Sobre el fondo de la historia, bueno, más bien le seré sincero y le diré que no soy capaz de verlo.
Pero, eso sí, es un puro placer su narrativa.
Y solo suspiro por un encuentro nuestro narrado a su manera, donde sus letras encuentren un tema a su altura, para dar forma o para dar hostias.
Siempre suyo, Z+-----

PARBA dijo...

Qué complicado debe ser "digerir" al Luis Alfredo.

Chafan dijo...

En el fondo no sé por qué no le he mandado ya a la mierda, la verdad es que no sé decir.

Zorro, el día que escriba bien a conciencia o acabas corriéndote o pensarás que el texto es una basura porque cada vez escribo peor, tú lo sabes y yo también.

Señor De la Vega dijo...

Mi Señora Chafan, quiérase al menos como yo la aprecio, es el mínimo respeto que me debe, por ser un admirador sincero.
Excepto en su último comentario, falto de claridad expositiva, ritmo y chispa, en todas sus narraciones usted lo borda, debo presumir que es un Don innato, que admiro inmensamente, porque la disfruto como lector y en mis intentos de escritor, me cuesta enlazar cada palabra que escribo, admirando por ello su modo ligero y fresco claramente.
No puedo siempre decir lo mismo de sus contenidos, prefiero los más surrealistas, porque, puesto a no entenderlos, disfruto más con que el gato negro se convierta en pito y la pijita gangosa en chiste de chiquito.
Nunca leí en otra clave sus letras que no fuese como ficción literaria, incluso cuando se hace humo la droga o para continuar ninguneando necesita de ansiolíticos. Y jamás la he deseado en otra faceta, que no sea viciosa y jodidamente de letras. De hecho, a lo escrito hasta ahora, si quiere lo puede considerar metapoéticamente una enorme corrida.
Suyo como desde que la leo, Z+-----

Emma dijo...

A mi me gusta bastante como escribes, creo que al menos sabes- y eso es lo dificil- enganchar para que te lean. Yo no podria poner "mi puta vida" al descubierto, si eso que escribes es de verdad " tu puta vida" y te admiro por ello porque no rezumas el tipico aire de "wanabe" que tiene la peña cuando esribe de sus cosas. Vamos, que eres autentica, y eso es un tesoro. Mucho animo.

Chafan dijo...

Una vez escribí un cuento chino y hubo gente que se lo creyó pero aquí no hay nada que no sea real, parezca lo que parezca.

No sé lo que es Wanabe, por cierto, aunque si es "típico" me hago una idea.

En fin, gracias pues.