Me bebo dos o tres latas de cocacola diarias pero no he vuelto a fumar hachís. Sigo sin encontrarme bien, estoy viciada.
Cualquier cosa que hago me acaba creando vicio y ese vicio me dura todo lo que yo consiento que dure hasta que cierto día opto por no viciarme, o conozco un vicio nuevo, y entonces me olvido absolutamente del vicio anterior como si nunca lo hubiese tenido y me dedico por completo al nuevo.
Este nuevo vicio de no fumar hachís me sale bastante económico porque cuatro o cinco porros diarios hay que pagarlos a razón de más de tres euros el gramo y la cocacola del día, muy al contrario, se paga a diecinueve céntimos la unidad. La diferencia es considerable.
El vicio de pensarLe todavía no se me ha quitado porque soy la persona más consentida que conozco y pensar es completamente gratis. Podría coger la costumbre de llamarle a todas las horas del día y de la noche, y así hasta que cambiase de número de teléfono o me dijese mierda con todas sus letras, pero por el momento opto por seguir en silencio que es mucho más rentable. Quizá algún día me salga caro, quién sabe.
El vicio de madrugar, el de comer con postre, el de hacer el amor, o el de salir a repartir currículum de folio y medio no los contemplo todavía. Vicios de cierto provecho no tengo ahora ninguno, es verdad. Por el momento, y mientras las cocacolas diarias sean tres y no siete, estoy medianamente conforme con mis vicios actuales. Los actuales me permiten pensar que podría ser todo mucho peor, no veo reflejo de ellos aún en mi cara o eso creo.
En unos días volveré al vicio de la marihuana y al de no hacer la cama. Dejaré los del adsl y el insomnio. Un amigo de mi hermana se quedó sin trabajo hace unos meses y ahora sin matrimonio. No tiene dónde caerse muerto y se va a caer aquí en esta habitación. Lo siento por él, a veces pienso que de aquí no hay escapatoria. Yo, por mi parte, no tardaré en coger el vicio de cagarme en dios y en la virgen porque mi padre empleará parte de sus horas de pensionista de pueblo en recordarme que no soy nadie.
Quizá allí, con el pozo bajo las baldosas, constate de una vez por todas que necesito renovarme. Quizá no. Pretendo probar el vodka con sprite, ahorrar y respirar mejor. En principio cuento con tres meses para ello. No son muy altas las aspiraciones, al menos por el momento, pero aunque no se trate de pruebas muy difíciles puede que no las lleve a cabo nunca porque me encuentre viciada con otras cosas distintas aún por determinar.
6 comentarios:
Mi vicio eres tú, me sales gratis y te puedo dejar cuando yo quiera.
La cocacola es una buena cosa a la que viciarse, siempre que no tengas gases. Y el vodka con sprite está muy muy rico.
Madrugar nunca podrá ser un vicio, ni falta que hace.
Mientras te sientas libre puedes viciarte con lo que quieras.
Por los pies se nota que estas buena.
Tremendamente bien hilado, el título del post.
Ahora me han dado ganas de escuchar a los Reincidentes, y tengo el iPóh a cuatro metros y la promesa solemne de no moverme del sofá hasta que me reviente la vegiga. ¡Qué drama!
Venga Chafan que me entra el mono...venga solo un poco mas...
porfi...
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