Los dos últimos años invertidos y los novecientos euros que me quedan en el banco por fin van a obtener cierto alivio. Estoy contenta, aunque no es para tanto. Guardo cierto temor a no saber ejercer esta nueva labor eficazmente y mi contratación dependerá de esa eficacia. En las prácticas cordobesas me dedicaba a prestar escasa y diseminada atención y este mes de febrero deberé trabajarlo gratuitamente a la espera de que mi desempeño profesional me brinde un contrato anual a partir de marzo.
Mientras much@s a mi alrededor se casan, tienen hij@s o ambas cosas, mis intenciones ahora se concentran en encontrar un estudio o pisito en alquiler a bajo precio para lograr pagarlo de forma desahogada y sin tener que relacionarme con nadie. El hecho de no haber vuelto a saber de Ángel y la cantidad de canas que encontré ayer bajo las capas de mi pelo me sugieren que estaré sola toda la vida. Cuanto antes me acostumbre a apagar luces y disfrutar del silencio, mejor.
Saber que de ser contratada tendré la obligación de trabajar en sábado -cosa hasta ahora inédita- no me supuso disgusto ni lamento alguno. Es más, al escucharlo inmediatamente pensé que contaría entonces con la excusa perfecta para no asistir a las bodas de junio y agosto. Es evidente que necesito y aspiro a grandes cambios, aunque vivir a sesenta kilómetros del pueblo quizá no vaya a proporcionarme los suficientes.
A veces imagino que ya estoy allí; en ocasiones pienso que transcurrirán tres días seguidos sin haber comido nada decente, porque soy frecuentemente inestable y otras veces fantaseo con que es él quien entra conmigo por aquella puerta porque soy verdaderamente idiota. En cualquier caso veo un refugio, un espacio propio, personal, sin nadie que me cambie las cosas de sitio ni que me diga que es miércoles y debo fregar la cocina. No sé si tendré internet o ganas de hablar por teléfono, pero desde aquí ya puedo ver las velas y oler el incienso.
1 comentario:
Espero no molestar al dejar constancia con estas palabras que te he leído.
Bueno, me voy yendo porque Morfeo me llama.
Au, preciosa.
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