31 de enero de 2014

Tenía tanto amor guardado para ti

Muchas otras veces me he sentido sola, quizá no tanto como ahora que tengo más años que nunca.

Tanto Susana como Ana me aseguran que fantasean con marchar lejos, muy lejos, rompiendo con todo lo hasta ahora conocido. Ana dice que me llevaría con ella y aprenderíamos idiomas, y Susana por su parte afirma que sintió mucha envidia cuando me fui a Córdoba. El miedo, tal vez la cordura, atenaza a ambas y me lo cuentan a mí, que tal y como les digo ni siquiera tengo novio como lo tienen ellas. Yo insisto en que no es necesario marchar ya que aquí hay mucho por lo que luchar y mejorar. Ambas me hablan de esa posible mejoría como algo inalcanzable, describiéndola como algo que debieron realizar hace tiempo y no hicieron. Y es el tiempo y no otra cosa lo que a mí me aflige y conforme éste avanza veo más lejos toda mejora.

Tanto el tiempo transcurrido como el poco avance en mis propósitos considero que juegan en mi contra, dejándome en una posición bastante ridícula al calor de aquello que añoro y que rara vez se manifiesta. Se trata también de una lucha contra mí misma, contra la paciencia que no tengo, el amor que guardo y contra reloj. Susana me dice que tal vez tengo miedo al cambio. Y me lo dice a mí, que ya no soy la que era. Y me lo dice ella, que quiere cambiar y no lo hace.

Tanto en el plano profesional como en el sentimental tengo mucho que mejorar, importándome bastante más el segundo plano que el primero. Empeorar el primero es muy difícil, cualquier día lo cambio aunque pierda dinero. Mejorar el segundo tampoco es tarea sencilla, pero lo voy a seguir intentando. Espero no perder la dignidad, tanto en un plano como en el otro.

Tanto el silencio angelical como su falta de explicaciones me provocan una inestabilidad que no merezco, por momentos insoportable. No le culpo, no veo más culpa que la de mis propias decisiones. Me he equivocado tantas veces que perdí la cuenta y estoy aprendiendo a vivir con lo que quedó de mí después de la catástrofe. Él, que me hablaba hace unos meses de la posibilidad de verse en un futuro próximo como socio de la única empresa para la que ha trabajado, vuelve a estar en el pueblo sin trabajo y con todo el tiempo disponible para no verme.

Tanto asistir a entierros de gente conocida ha hecho que sepa cómo comportarme en este último, el entierro de una anciana que me despiojaba siendo yo niña junto a mi madre. Cada tres piojos mencionaban el hallazgo de una liendre en mi cabeza. Era una anciana que entraba y salía de mi casa cuantas veces quería, ayudándonos en todo lo que estuviera a su alcance. Y esta vez tras alcanzarle la muerte, mientras seguíamos al coche fúnebre camino del cementerio y me concentraba escuchando el rosario recitado por mi única tía materna, pensé que la anciana va a estar mucho mejor allá, descansando junto a mi madre, que aquí en este mundo lleno de piojos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tampoco puedo echar la vista atrás sin morirme pero seguimos vivos. Así que arriba, que a uno le comieron las pulgas en su pulgueras. Una mujer tan bonita y agradable no es justo que se quede para vestir santos, la verdad.
¿No es la dignidad del hombre vencido, del hombre ridículo si quieres, tan valiosa como la de cualquier otro?
Seamos elegantes.

Anónimo dijo...

El miedo y no el amor, que cotiza tan alto en la bolsa de la cursilería y la fatuidad, es lo que te da dolor de cabeza. No pienses en la prehistoria chafan que idealizas demasiado.
Qué amargo trago, qué condena, qué arrogante compromiso unilateral! Pálidos jirones de melancolía o de déficit vital? Por qué esa manía de dejar las cosas como están, quietas.. Una perversión de la creencia, altas dosis de autoengaño, la hostia en verso.
Si esto no es amor que venga dios y lo vea.

Anónimo dijo...

No hay error más peligroso que confundir la consecuencia con la causa; es la auténtica corrupción de la razón.
Las casualidades no tienen medidas ni fronteras, nadie las controla ni dirige, nunca significan nada, por muy inverosímiles que parezcan nunca constituirán prueba de nada.
Por ejemplo, yo me refugié en la casualidad para caer en el delirio, como los tontos que enloquecen confundiendo la realidad del deseo con el deseo de la realidad. Ahora estoy aprendiendo a no sublimar mis tonterías y a coger grillos.
Y aquí paz y después gloria.

Anónimo dijo...

Cáscaras delgadas que yo conocí cuando eran hombres,
cascos secos de saltamontes idos
hablando una cáscara de idioma...
apuntalados entre silla y mesa...
Palabras como las cáscaras de los saltamontes, sin ser interior que las moviera;
una sequedad llamando a la muerte

Anónimo dijo...

Cáscaras delgadas que yo conocí cuando eran hombres,
cascos secos de saltamontes idos
hablando una cáscara de idioma...
apuntalados entre silla y mesa...
Palabras como las cáscaras de los saltamontes, sin ser interior que las moviera;
una sequedad llamando a la muerte