Pasan los años y nada nuevo bajo el sol, salvo el amor latiéndome.
Abandoné mi trabajo, como antaño. Esta vez por mi propia salud mental, tanta maldad instalada a mi alrededor me desesperaba. Era un trabajo sanitario excesivo mal pagado y poco higiénico el que desempeñaba y lo abandoné allá por el mes de marzo. Desde entonces estudio poco y mal de cara a un hipotético examen en octubre. Desde entonces no tengo ingreso alguno. Y desde entonces empleo más tiempo en enriquecer mi espíritu de lo que nunca antes lo hice. Hacer el bien no me supone esfuerzo, incluso creo que me comporto mejor con el resto desde que estoy con él y es que estoy en deuda con la vida por tan tremendo regalo. Pero, mientras mi tiempo discurre alejandome de la maldad entre el amor y otras grandes obras como dar de comer al hambriento y sonreír, el resto de parásitAs sociales se dedica como siempre a hacermelo todo mucho más difícil. Hacer el bien puede ser hacer el tonto cuando encuentras maldad campeando por doquier, sobre todo si la maldad se depila las piernas. Desde entonces he tenido que escuchar cómo esa hija de puta se dedica a mentir al resto de emplead@s acerca de mi marcha. Desde entonces tengo en vistas un juicio oral porque esa otra hija de puta me colgó el teléfono y no me quedó más remedio que presentarlA una demanda por pretender quedarse con mi fianza de alquiler porque las cortinas ya no son blancas sino marrones. Y desde entonces los marrones no han dejado de sucederse. El mismo día que pisé el juzgado y unos treinta segundos después de darle unas monedas al mendigo tras sacar dinero de una cuenta de ahorro en la que no ingreso, recibí una multa de tráfico. De nada me sirvió hablarlo con aquella puta y mala rubia que la dejaba en el parabrisas, ni siquiera se fiaba de mi fotocopia de seguro pagada y hubo de recordarme su mayor poder bélico investigando mi matrícula por radio. Ahora a Maruja, la hermana de Noelia, no se le ha ocurrido mejor marujeo que hablar con la madre de Ángel marujeando a su antojo mis cosas y después ha hecho lo mismo con mi hermana María y así hasta llegar a mis oídos y el infinito. Ya le dije anteriormente a Ángel que, si en esa próxima cena de parejas podemos elegir mesa, escogeremos una lo más lejos posible de ella. De la maldad y la mentira cuanto más lejos, mejor. Por cierto, llevo sin ver las cejas depiladas del amigo gay más de mes y medio. Está más rara que un perro verde y más loca que de costumbre, ahora basta con media tarde para meter nuevo novio en casa.
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