Ahora resulta que Él pensava, porque él piensa, que no me gustaba madrid. Estuvo encantadoramente simpático y me da la risa. No sabía qué contarle y fue él quien se encargó de hacerme una pregunta detrás de otra. Tiene muy buena memoria para lo que quiere. Ha nacido para asombrarme y punto y aparte.
Hasta ahora mi regreso a madrid representaba lo irremediable, un cambio lleno de alicientes y ninguno de ellos positivo, un futuro más bien negro. Hasta que apareció Él, dirigiéndose a mí pasada la media noche, saludándome, preguntándome e invitándome a su fiesta. Ha nacido para asombrarme y no sé cuántas veces debo decirlo.
Pues sí. Podría celebrar su traslado de piso, que no de barrio, acudiendo a un club de alterne o follándose a alguna amiga en la cocina o en su nueva y seguramente más amplia habitación. Podría trasladarse sin más a las profundidades de Carabanchel sin la necesidad de tenerme al corriente de ello y de quién va a utilizar el baño a diario. Podría ser el fin pero no.
Estoy invitada a pisar los baldosines de su nuevo piso, algo absolutamente sorprendente que dejó caer tras un por cierto sin motivo ninguno pero girando eficazmente no se qué conversación. Insistió después en ello para que quedase claro, dijo que lo pasaremos bien en la fiesta y me repitió que ya me dirá la fecha. Si finalmente va a facilitarme una dirección falsa o se va a olvidar de lo dicho está por ver.
Desde luego este Ángel nada tiene que ver con ese otro bastardo que preguntó en marzo que es lo que haces enfermeria. No sé cuál de los dos es el real, si son los dos o ninguno, ambos le habitan y se plantan ante mí como si tal cosa. No puedo fiarme de él, pero de eso y de su perpétua desconfianza tampoco hemos hablado esta vez. Estuvo encantadoramente simpático y esta risa no me deja pensar con claridad.
Por momentos imagino que entro por aquella puerta en chanclas y sin depilar para no caer en tentaciones. Otras veces estoy saltando sobre su rabo y sobre una cama de noventa. Ideo que la fiesta se celebra un martes y le digo que no voy porque tengo una boda. Me veo también buscando un portal inexistente de una calle a la cual me he acercado andando. Me pregunto una y mil veces qué es lo que ha pasado para que todo cambie, aunque no creo que acuda nadie a explicármelo.
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