6 de junio de 2012

Me ha dado la marcha de mis pies cansados

Tal vez si me concentro mucho o se lo pido a dios logre salir de mí misma y ver las cosas de diferente manera. Por el momento no lo he intentado.

Si todo continúa según lo previsto mañana me marcharé definitivamente de Córdoba, aunque a mí me da igual estar aquí que estar en Marte. De hecho, al pensarlo seriamente y ya lo he hecho varias veces, no quiero vivir en ningún sitio. Prefiero seguir soñando con Barcelona o La Habana antes que intentarlo. Lo intentaré en Cáceres o volveré a Madrid, aunque ahora prefiero no pensar en esto ya que primero viviré una semana en la casa del pueblo mirándome el ombligo.

Sin ilusión y sin esperanza al parecer no se puede vivir, pero el caso es que a mí no hay quien me mate. Y todo transcurre demasiado rápido; Mario se rodea de nuevas compañías femeninas que no me interesan lo más mínimo, la novia de Fran creo que me odia en silencio y César trabaja y estudia para ser un gran médico. Dudo mucho que alguna de estas distancias cambie y, al contrario de lo que me ocurría en otras épocas, una tranquilidad inusual me invade. Sin ilusión y sin esperanza, pero me invade. Quizá esto se llame resignación o quizá no, muy posiblemente no.

Ayer envié un mensaje a María, la persona que más cerca he tenido durante mi estancia aquí. En el mensaje yo proponía para hoy tomarnos algo juntas indicando claramente que mañana me marcho. Ella contestó pasadas un par de horas haciéndome una batería de preguntas de todo aquello que a ella le interesa y mi marcha definitiva no era una de ellas. Contesté a todas sus preguntas porque han sido varios los favores que ella me ha hecho y cuando se hizo el silencio cerré la conversación sin despedirme.

Es muy posible que yo olvide pronto esos favores, también es muy probable que no tarde en bloquear su presencia en mi chat para evitar el hablar gilipolleces y seguramente pronto olvidaré sus apellidos y su buen humor, pero espero no olvidar esta última conversación con ella puesto que confirma que actuaciones semejantes ya no me afectan en absoluto y es que el no esperar algo/nada de los demás se presenta como la mejor de las opciones.

Creo que no merezco vivir mejor de lo que vivo porque ya que no vivo para mí, no puedo pedir más a la vida.

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