4 de octubre de 2012

La pila que alimenta mi linterna


He vuelto a aprender muchas cosas estas dos últimas semanas; cosas que he de aprender una y otra vez puesto que después las olvido. Cosas importantes como que algunos de mis amigos no son tales y que él está mucho más cerca de mí de lo que parece. La soledad sigue siendo a veces tan inmensa que entonces la flojera no tarda en hacer acto de presencia llevándose con ella la física, la química y toda bocanada de aire que se encuentra alrededor. Ahora, sin embargo, cuento con él y eso hace que la desesperanza no me sobrecoja. 

Mientras él se muestra como ilusión playera yo hago topless en la provincia de Almería con la sola idea de que él después tenga la posibilidad de morderme los pezones con el pecho más negro que de costumbre. Tomo el sol fumando de un tabaco que no es mío, mañana tarde y noche. Le recuerdo desde bien temprano y me acuesto más bien tarde. 

Mientras él no está yo procuro calentarme y bebo todo lo bebible hasta que la noche pasa y amanece. Vino la noche siguiente, vino sin ojeras, vino con ganas, vino con limón y vino con cocacola. Bebo tanto que el frío y el calor azotan la isla desierta en la que se convierte mi cabeza comprobando, una vez más, que su ausencia hace de mí algo endeble. 

Cuando él está todo es diferente y magnífico. No termina de llegar y ya se acerca a buen paso a saludarme. Me hace sonreír como nunca llenándome de frescura. Me da el mismo número de besos que toques en la espalda y el mundo se concentra en los botones de su camisa; tanto la noche como la plancha le sientan estupendamente y tanta elegancia me deja sin palabras. Se mantiene muy erguido y gesticula, él es el camino, la verdad y la vida. Si no tuviese columna vertebral esparciría su guapura sin remedio y yo procuraría que parte de ella me cayera en el vaso, el cual no tardo en llevar a mis labios. 

Cuando se aleja se lleva mi sonrisa y seguramente se la mete en el bolsillo porque no vuelvo a verla hasta que nos reencontramos. Me pregunta, me responde, se lo guisa y se lo come. Que dónde voy, que por qué no vamos. Le gusto y disfruta, no hay más que verle. Definitivamente no quiere que me marche y no sabe que no deseo irme a ningún sitio. Nada intuye de mi buena memoria, de este no follar ni de esta dependencia. 

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