30 de agosto de 2013

Nadie te va a alcanzar, no tienes rival

No me ha hecho el vacío completo y prometo estarle agradecida. En el fondo sé que busco un imposible pretendiendo que me quiera comportándome como una zorra. Quizá llegue a quererme, no será tarde. Por lo pronto él viene, me saluda, sonríe, dice que va a volver tras ir a pedirse una copa pero no vuelve. Le divisaré de vez en cuando a cinco metros, entretenido, y la noche siguiente volverá a saludarme de nuevo, tan sonriente.

Necesito, de alguna manera, romper la dinámica del silencio en la que quedamos inmersos y decido escribirle al cabo de unos días. Contesta en tan solo dos minutos y tan explicativo que me hace gracia. No me le merezco y veo lógico el sufrir aún más hasta conseguirlo. También siento que es la persona más pura que he conocido y eso me asusta. Le reconocí como tal, sin saberlo, desde el primer momento. Entonces me miró a los ojos y aceptó venirse conmigo. Seguimos siendo los mismos, quince años más viejos.

Me da miedo adentrarme en el recuerdo de la parte trasera de mi coche no vaya a ser que encuentre algún detalle o gesto que me perturbe, aunque quizá allí quede algo, mancha o pelo, para llevarme a la boca. No voy a buscarlo, no debo hacerlo. Debo buscar el momento adecuado para expresar esto que me arde, aunque sea mojándolo con lágrimas pero ha de salir.

A veces pienso que él quiere ir despacio, muy despacio, y a veces que no quiere nada. A veces sonrío y otras me cago en la puta. En ocasiones le siento conmigo y en otras lejos, muy lejos. Todavía hay cosas que no comprendo y deseo someter a la razón todo aquello que acontece, aun sabiendo que es inútil. En definitiva, tan pronto me hago preguntas absurdas como existenciales, sigo inquieta.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=QfGIbIypw24

Anónimo dijo...

La primera vez que la vi…

Todo en mi cabeza se silenció

Todos los ticks, las imágenes constantes desaparecieron.

Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos callados.

Incluso en la cama estoy pensando:

¿Cerré las puertas? Sí

¿Me lavé las manos? Sí

¿Cerré las puertas? Sí

¿Me lavé las manos? Sí

Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios.

O la pestaña en su mejilla–

La pestaña en su mejilla–

La pestaña en su mejilla.

Sabía que debía hablar con ella

La invité a salir seis veces en treinta segundos.

Ella dijo que sí después de la tercera,

pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.

En nuestra primera cita,

pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.

Pero le encantó.

Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.

Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en la banqueta.

Cuando nos mudamos juntos ella dijo que se sentía segura,

como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.

Yo siempre veía su boca cuando hablaba–

Cuando hablaba–

Cuando hablaba–

Cuando hablaba–

Cuando hablaba;

Cuando me dijo que me amaba, su boca se curveaba hacia arriba en los bordes.

En la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas.

Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.

Cuando me detenía en las grietas de la banqueta ella seguía caminando.

Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.

Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.

La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.

Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error,

pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarla?!

El amor no es un error y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.

No puedo–

No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.

Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.

Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.

Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.

Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera en la que agarra el volante.

Cómo mueve las manijas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.

En cómo sopla las velas–

cómo sopla las velas–

cómo sopla las velas–

cómo sopla las velas–

cómo sopla…

Ahora sólo pienso en quién más está besándola.

No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!

La quiero de regreso tanto que…

Dejo la puerta sin cerrar.

Dejo las luces prendidas”.

Emma dijo...

Chafán: No es consuelo ninguno pero he de decirte que él no te merece a ti.
No me cabe ninguna duda.
Algún día lo comprenderás.

Anónimo dijo...

No es más que un estafador de tres al cuarto.

Anónimo dijo...

Todo lo que cuentas es muy hermoso pero también es como una obsesión, una manía infantil, una secuela de las paperas. No debes preocuparte porque acabaras dominándolo. Mira, Chafán, la situación está así y asá, ha sucedido esto y aquello, y si pudieras hacer esto y lo otro, tal vez no ocurriera de nuevo, porque tal persona piensa que si patatín y que si patatán, y esto tiene que acabarse; moriré en el empeño si es necesario, pero tiene que acabarse.