10 de septiembre de 2013

A esta parte esta noche ha venido

No hemos terminado de llegar y el novio de la Sandra ya me ha divisado desde su posición, la esquina izquierda de la barra. Noto su mirada y no tardo en corresponderla, sonriendo, y como me interesa mucho más la conversación que puedan darme él y su acompañante que lo que voy hablando con el amigo gay que es mejor no tener y Maricarmen, me acerco a ellos enseguida. El novio de la Sandra se muestra encantado de haberme conocido, me abre los brazos con ímpetu y me planta dos besos a pesar de que se muestra siempre tan reticente a darlos. Yo respondo ante este detalle sonriendo ampliamente para que su acompañante me vea bien los dientes. Después de una pausa en la que algo nos decimos ya sí hago intención de dar besos al otro. Se trata de Rufo, el casi inseparable amigo de Ángel, y he marcado esa pausa entre ambos a propósito para que sepa qué clase de persona tiene delante. Hemos cargado los vasos en el maletero del coche del amigo gay que es mejor no tener y hemos llegado bebiendo la calle abajo. Mario, Bea y Susana se nos unirán poco después. Por lo pronto, Maricarmen y el gay se quedan a dos metros de distancia de nosotros pero yo hablo animada depositando mi ya medio litro de vino con limón en lo alto de la barra y sacándome un cigarro del bolso. No pienso moverme de allí hasta que me harte. El novio de la Sandra me observa divertido y lo primero que hace, ante mi sorpresa, es hablarme de Ángel. Le menciona en cuanto me acoplo a ellos como si fuese una lástima que él no esté allí y me cuenta, haciendo partícipe al Rufo, que por la tarde han estado tirando al plato todos juntos y que después le dejaron con otros bebiendo botellines en el pueblo. De alguna forma me digo interiormente que puedo lograr que se arrepienta de no haber salido, cojo aire y comienzo a disfrutar. Me veo de alguna manera obligada a preguntarle al novio de la Sandra por ella, parece disgustado por el hecho de que tendrá que desplazarse a la capital debido a su próximo parto y parece también agobiado porque ella le llama cuando está trabajando. También pregunto al Rufo si tiene trabajo y algo comento sobre mi propia situación. Poco a poco el novio de la Sandra va enlazando una conversación detrás de otra y yo le sigo derrochando personalidad para que el Rufo, más callado, perciba cómo me desenvuelvo dándome igual el tema. Al poco rato, mientras seguimos bebiendo, el novio de la Sandra vuelve a sacar a relucir a Ángel y me pregunta si he hablado con él. Como los dos me clavan los ojos esperando contestación, respondo que algo hablamos una semana atrás pero que no he vuelto a saber de él. Rufo, mirando su reloj, me informa que seguramente esté ya durmiendo la borrachera, pero el novio de la Sandra pretende que sea yo quien le llame por teléfono a esas horas para que se una a nosotros. Saca del bolsillo su móvil con teclas y acto seguido nos enseña su pantalla rajada donde aparecen, aunque no lo creyéramos, 84 llamadas perdidas. Dice tranquilamente que son todas llamadas de la Sandra y sin inmutarse introduce nuevamente el móvil en el bolsillo agarrándose a la copa. Rufo y yo nos miramos riendo por no llorar y la conversación de la llamada desaparece. Vuelven a mencionar a Ángel no sé por qué y yo aprovecho para preguntar por su madre para que el Rufo tome buena nota. Las conversaciones siguen derivando y cuando se hace más que evidente la borrachera del novio de la Sandra y todo es un reír, éste me interrumpe para decir en primera persona que me quiere mucho. Seguidamente también se lo repite al Rufo por si no le ha quedado claro. Yo espero que éste último, aparte de asentir, esté apuntándolo todo aunque no diga nada. Poco después el novio de la Sandra pretende participar en la foto de otra gente y no le dejan por lo que me insiste una y otra vez hasta que cedo y les hago una foto a ambos con mi teléfono. El gay y Maricarmen se acercan más a nosotros y entonces el novio de la Sandra me deja junto a Rufo diciéndonos que se va a comprar tabaco. No paro de beber y de reírme y mientras le estamos viendo alejarse el Rufo rápidamente me habla de Ángel otra vez, repitiéndome lo que ya sé, que allí se quedó bebiendo y también dice que ellos dos se han presentado donde ahora estamos sin cenar siquiera. Me quedo en blanco y decido hablarle del tiro al plato que también ha mencionado. Él, siempre tan sumamente serio, parece estarse divirtiendo esta noche y eso me agrada. En cada silencio mínimo giro la conversación a mi antojo y se muestra muy entretenido participando. Apuro lo que me queda en el vaso mientras el gay hace lo mismo con el suyo y entonces el Rufo se ríe claramente de Maricarmen que apenas ha empezado a beber. Le indico que es probable que nos veamos después y que nosotros nos vamos a recargar los vasos, haciéndole saber que el novio de la Sandra se encuentra un poco más allá en la misma barra. Acepta y nosotros nos alejamos. Mientras subimos calle arriba mantengo de forma interna la confianza en que casi todo lo hablado allí va a llegar a oídos angelicales porque he trabajado para ello. Al regresar con nuestros litros llenos nos uniremos a Mario, Bea y Susana que ya han llegado y prefieren pagar cuatro euros por cada vaso de tubo. Cuando pienso que el novio de la Sandra y el Rufo ya han debido irse y me encuentro apurando ya el cuarto litro de vino vuelven a hacer acto de presencia acercándose directamente a hablar conmigo sin distinguirse quién de los dos viene sonriendo con más ganas. Me vuelven a pegar la risa y algo hablo con uno y también con el otro, convirtiéndome en el centro de atención del alrededor sin habérmelo propuesto. Rufo, en un momento dado, incluso me cuelga su brazo al hombro para escuchar lo que sea que yo le esté contando. Se marchan al rato con la misma alegría con la que llegaron dejándome con una tontería encima bastante considerable. Más tarde los demás, que no han hablado con nadie, se interesarán por saber acerca del intercambio que hemos mantenido los tres y los motivos de tanta risa. No tardará alguno de ellos en decir lo bien que se lo pasaron la noche anterior, justo cuando yo no estaba, ni tampoco tardaré en volver a alejarme para hablar con otro muy simpático.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres una maníaca, un caso de demencia precoz. No importa, la mente femenina no lo asimilaría aunque se lo explicara.

Emma dijo...

Yo te entiendo Chafán.
Te entiendo muy bien.
Espero que la luna te esté siendo benévola.