Volvió a agradecer mi preocupación por sus asuntos familiares. No sé si alguien le ofrece algo semejante aunque quizá sí porque cuenta con muchos recursos. Pretendía, con ello, ganarme el cielo de su lengua y no me imaginaba a ésta de otro modo que no fuese húmeda y apacible. Tiene más faltas de ortografía que defectos y le quiero. En esos días le quería muy cerca, que se pegase a mí y no se separase nada más que para ir a cagar o a la espera de caza nocturna. Quería que llegase ese día y no veía el momento, pero la ley de atracción se reía de mí confundiendo mi discurso interno.
Volvió después a decirme que su madre está mejor.aunque va la cosa despacio, y ya no dijo nada más. Yo, desde ese momento, tampoco volví a dirigirme a él. Pretendiendo, con ello, detener el tiempo quedándome en los días en los que pensaba que había vuelto a mí. Supongo que de este modo le tenía más cerca, aunque sin catarle ni olerle. Regresé de nuevo a ese vacío existencial en el que lo único que importa es mi anarquismo, no siendo éste suficiente.
Volvió a desaparecer durante semanas en el silencio como ha hecho siempre. Hizo que me plantease de nuevo la vida en soledad, que pensase en follarme a quienes todavía ni conozco, que se me quitasen las ganas de verle no fuese a tener intenciones de alejarse aún más. Me hizo sentir ridícula, inútil, poca cosa insignificante, y no lo sabe. Sabe que le quiero, claro que lo sabe, pero no sabe hasta qué punto ni tampoco lo poco que tardo en querer matarle a golpes.
Regresó a mi pueblo hace aproximadamente un mes, tomándose algo en el bar que más frecuento, esta vez con motivo de recoger a la Sandra preñada ya que ésta -el egoísmo personificado- no se llevó coche porque no la dio la gana y su novio no debía tener a otro a quien pedirle el favor. Lo supe por ella, de él no había vuelto a tener noticia. Ella, cuando se aburre, me escribe. Él, por mucho que llegue a aburrirse, no opta por hacerlo.
Regresó a mi pueblo hace aproximadamente un mes, tomándose algo en el bar que más frecuento, esta vez con motivo de recoger a la Sandra preñada ya que ésta -el egoísmo personificado- no se llevó coche porque no la dio la gana y su novio no debía tener a otro a quien pedirle el favor. Lo supe por ella, de él no había vuelto a tener noticia. Ella, cuando se aburre, me escribe. Él, por mucho que llegue a aburrirse, no opta por hacerlo.
Se marchó anoche de mi campo de visión instantes después de haber tenido el placer de reconocerlo entre todos los demás, pero algo por dentro me dijo que todo estaba bien. Yo ya sabía por la Sandra que él acudiría allí anoche y que lo haría junto al novio de ella y de nuestro amigo común. Yo ya también sabía que tanto Mario como Bea solo pretendían salir para beberse un par de copas, por lo que decidí sacar yo también el coche y hacer la noche por mi cuenta. Las cuentas me salieron redondas, la risa fácil y las conversaciones frescas.
Regresó alegrándome la vista minutos después, en el primer viaje que realicé a la barra del bar junto con Mario. No esperé a llegar a ésta para tocarle en la espalda. Se rodeó al instante y pareció sorprenderse gratamente. Recuerdo mi tono sosegado al hablarle, pero los dos besos a nuestro amigo común se me representan de forma más nítida que los suyos. Les dije, dirigiéndome a él, que enseguida regresaría ahí con ellos y así fue. A mi regreso hablamos de su trabajo, su quehacer diario, su madre y su motivo de encontrarse allí, por este orden. Al rato, una veinteañera, vestida con la típica ropita que se vende en la calle san francisco, frente a mí y justamente a la izquierda de Ángel se le queda mirando. Él, al tenerla tan cerca, la miró y pareció conocerla, dándola dos besos precedido de una cierta indecisión y un hola. Ella, guapa, comenzó a hablar de lo más animada con él y no se callaba, por lo que decidí tras un par de minutos irme al lado de Mario. No habíamos vaciado media copa cuando uno solo de sus dedos ya estaba tocando mi escápula derecha. Inmediatamente me hizo saber quién era esa guapa veinteañera y vino para quedarse.
No se movió de mi lado nada más que para ir a mear y echamos el resto de la noche juntos, que fue toda entera. Echamos palabras por la boca, muchas, unas detrás de otras y en relativa calma. De pié y sentados, aquí y allá. Echó ratos esperando a que yo terminase mi charla con ésta o con aquél, sin moverse de mi lado, y yo eché de menos el cogollo de marihuana que dejé aquí en la ciudad y también le explicaba quiénes eran unos y quiénes eran otros. Echamos muchas risas también en todos los sitios donde estuvimos y alguna mentira. Echamos varios paseos en coche y otros los echamos andando, uno de ellos al pilón para beber del chorro de agua de sierra. Y no echamos un par de polvos porque anoche hicimos el amor, con h de hacerlo bien. Me da unos abrazos que dios tirita y yo le quiero. Pensaba que nunca jamás se iban a dar tales circunstancias pero en ellas me encontré anoche y, como en las mejores noches de mi vida, sin gastarme un euro. Oh, sí.
Volvió a pagarme copas y a llenarme el pantalón de lefa como en otras ocasiones y volvió a mi boca como si nunca se hubiera ido. Tan cerca y tantas veces. Completamente desnudo huele estupendamente y al decírselo sonreía como si estuviéramos en carnavales. Me tiene absolutamente entregada como quizá comprobase cada vez que me cogía la cara para mirarme a los ojos viendo a los míos incapaces de apartarse de sus labios. Me preguntó si me estaba tomando algo, en supuesta referencia a evitar embarazos, a lo que contesté con la incoherencia sí y tú tienes? a su vez ininteligible por la hipnosis, por lo que introdujo a continuación su barca en mi charca por primera vez en esta vida, la recibí gustosa, le di las gracias al cielo y remamos en la misma dirección durante algo más de una hora hasta que abrió por fin los ojos y me comentó sorprendido
-ya es de día!
No encuentro palabras y espero resistir los próximos doce días a su más que posible silencio.
Regresó alegrándome la vista minutos después, en el primer viaje que realicé a la barra del bar junto con Mario. No esperé a llegar a ésta para tocarle en la espalda. Se rodeó al instante y pareció sorprenderse gratamente. Recuerdo mi tono sosegado al hablarle, pero los dos besos a nuestro amigo común se me representan de forma más nítida que los suyos. Les dije, dirigiéndome a él, que enseguida regresaría ahí con ellos y así fue. A mi regreso hablamos de su trabajo, su quehacer diario, su madre y su motivo de encontrarse allí, por este orden. Al rato, una veinteañera, vestida con la típica ropita que se vende en la calle san francisco, frente a mí y justamente a la izquierda de Ángel se le queda mirando. Él, al tenerla tan cerca, la miró y pareció conocerla, dándola dos besos precedido de una cierta indecisión y un hola. Ella, guapa, comenzó a hablar de lo más animada con él y no se callaba, por lo que decidí tras un par de minutos irme al lado de Mario. No habíamos vaciado media copa cuando uno solo de sus dedos ya estaba tocando mi escápula derecha. Inmediatamente me hizo saber quién era esa guapa veinteañera y vino para quedarse.
No se movió de mi lado nada más que para ir a mear y echamos el resto de la noche juntos, que fue toda entera. Echamos palabras por la boca, muchas, unas detrás de otras y en relativa calma. De pié y sentados, aquí y allá. Echó ratos esperando a que yo terminase mi charla con ésta o con aquél, sin moverse de mi lado, y yo eché de menos el cogollo de marihuana que dejé aquí en la ciudad y también le explicaba quiénes eran unos y quiénes eran otros. Echamos muchas risas también en todos los sitios donde estuvimos y alguna mentira. Echamos varios paseos en coche y otros los echamos andando, uno de ellos al pilón para beber del chorro de agua de sierra. Y no echamos un par de polvos porque anoche hicimos el amor, con h de hacerlo bien. Me da unos abrazos que dios tirita y yo le quiero. Pensaba que nunca jamás se iban a dar tales circunstancias pero en ellas me encontré anoche y, como en las mejores noches de mi vida, sin gastarme un euro. Oh, sí.
Volvió a pagarme copas y a llenarme el pantalón de lefa como en otras ocasiones y volvió a mi boca como si nunca se hubiera ido. Tan cerca y tantas veces. Completamente desnudo huele estupendamente y al decírselo sonreía como si estuviéramos en carnavales. Me tiene absolutamente entregada como quizá comprobase cada vez que me cogía la cara para mirarme a los ojos viendo a los míos incapaces de apartarse de sus labios. Me preguntó si me estaba tomando algo, en supuesta referencia a evitar embarazos, a lo que contesté con la incoherencia sí y tú tienes? a su vez ininteligible por la hipnosis, por lo que introdujo a continuación su barca en mi charca por primera vez en esta vida, la recibí gustosa, le di las gracias al cielo y remamos en la misma dirección durante algo más de una hora hasta que abrió por fin los ojos y me comentó sorprendido
-ya es de día!
No encuentro palabras y espero resistir los próximos doce días a su más que posible silencio.
6 comentarios:
Qué cursi.
A lo mejor rompe su mutismo / si le dicen que esperas un angelito.
Oiga, chafan, te prefiero en plan memoria erótica, libre de sentimentalismos, como en el otro blog. En este te estas saliendo por Corín Tellado.
Luego nos vienes con las mismas salidas irónica, progres, cortantes, feministas e infantiles como cuando te pones muy pesada con la revolución.
Esto del matrimonio les pasa a muchas, listas o tontas.
Me encanta tu estilo Chafán, siempre me gustó, y no es nada cursi, es emocionante y estoy contenta, feliz por ti, espero que sus ojos no se despeguen de los tuyos.
No tengas miedo.
Sería feliz si pensase en follar a los que todavía no conoce. Vale, Chafan se enamora. Y ¿de qué se enamora? ¡De un ángel! Sin sabiduría, sin nada para poder ir por ahí. Emprende la experiencia más sagrada y peligrosa de este mundo y se enamora de un cabrero, vaquero o lo que sea.
Publicar un comentario