20 de noviembre de 2015

Pensamientos como tormentas

Se dirigió a mí escribiéndome dos noches distintas la semana pasada y todo era paz y felicidad dentro de mí.

Dijo que vendría a verme el viernes a su regreso de la capital coincidiendo con mi descanso matinal. Insistió en venir, a pesar de explicarle que tan sólo descanso cinco minutos para fumarme un cigarro. Añadí que entonces podría llevarse con él a su madre, que vendría junto a sus paisanas en autobús para enseñarme las tetas esa misma mañana. Respondió que, si llegaba con suficiente tiempo, así lo haría.

La mañana del viernes permanecí en la sala media hora más de lo habitual para atender a su madre personalmente. Fue ella quien me dijo, dentro de la sala, que su hijo la estaba esperando fuera. A medio estudio me preguntó, dudosa, si yo era Chafan aunque minutos antes, a su entrada, me había dado dos besos tras responder que sí que me reconocía. Al terminar la prueba me dio las gracias y repetidas y exageradas veces me llamó guapa planchándome la cara con ambas manos. La expliqué mi intención de salir a fumarme un cigarro con él. Salí tras ella y a continuación procuré beber agua y coger todo el aire posible. Al abrir la puerta de la calle sentí el temblor de mis piernas y de frente allí estaba él, afeitado y con su madre al lado. Me dio dos besos y ella enseguida dijo que iba a dar una vuelta mientras nosotros hablábamos. Necesité buscar apoyo sobre el capó de un coche y lo dije en voz alta. Me habló de su dentista y yo le hablé de mi trabajo pues hacia éste se dirigieron sus preguntas. Al momento ya estaba allí de nuevo su madre, que no se callaba. También la madre del novio de la Sandra y varias más que nos rodeaban. Apuré mi cigarro y él metió cierta prisa a su madre, que no dejaba de hablarme de todo un poco, para que me dejase continuar con mi trabajo. Se alejó con ella y otras tres señoras, despidiéndose de mí con otros dos besos.

El día siguiente, sábado, Bea me escribió para contarme que ella, Mario y el amigo gay estuvieron con él en dos bares de su territorio. Me habló de su simpatía, de su paciencia con el novio de la Sandra y de lo bien que se portó como anfitrión con ellos.

El lunes decidí escribirle y rápidamente me habló del sábado con Bea. También me habló de lo bien que me sienta el uniforme blanco con el que trabajo. Nada dijo de vernos en mejores condiciones y tras una hora de conversación se despidió de mí antes de tiempo por si se dormía y me enfadaba por ello, hecho que agradezco pues alguna vez se ha dormido sin avisarme. Le indiqué que aún no me ha visto enfadada.

Anoche, miércoles, le escribí de nuevo dándole el resultado de la prueba de su madre. Respondió hora y media más tarde dándome las gracias por preocuparme y disculpándose por no haberme leído hasta entonces. Cinco minutos después le hice una pregunta de lo más simple, con la intención de seguir conversando, pero todavía estoy esperando que conteste.

Ha leído mi pregunta esta mañana de jueves y desde mediodía no dejo de llorar. He llorado frente al ordenador en el trabajo y frente al móvil en casa. He llorado en el baño, en la cocina y hace un rato en el salón. Cada vez que pienso en que hemos vuelto a las andadas me echo a llorar. Ya que no le veo con ánimo de venir aquí a casa, tenía pensado proponerle ver el partido del Barça en la Castellana de este sábado juntos. Veinte días atrás vimos lo malo que (solo según él) es Neymar. Iba a proponérselo al cabo de un rato justo en esa conversación, pero supongo que se durmió importándole una mierda mis propósitos.

Ahora mismo ya me da igual si contesta o no lo hace nunca, necesito recuperar mi cabeza porque siento que ya no es mía al depender demasiado de su comportamiento. Hace tan sólo unos días yo era feliz, pensando que él estaba conmigo, ahora ni siquiera sé dónde tengo la cabeza. No puedo odiarle porque su ritmo de vida no se rompa. Tampoco puedo quererle más de lo que le estoy queriendo, respetando todos sus movimientos. Me da pánico retroceder o imaginar que se aleja y estoy valorando la posibilidad de salir del país si esto sucede, como si en otro idioma el corazón y la cabeza fuesen a pertenecerme.

3 comentarios:

Bubo dijo...

¿Conoce usted eso de los peces y el mar? Pues nada. Cuando quiera recoge el sedal, pone nuevo cebo y vuelve a tirar la caña. Y si no le gusta el sitio solo tiene que mover la barca un poco mas al lado, pero no es necesario que se aleje de la orilla.

Chafan dijo...

No tengo ganas de pescar, aunque gracias por continuar en mis quebraderos, estoy muy sensible.

Anónimo dijo...

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