26 de abril de 2017

si he vuelto a nacer anoche de madrugada

Tenía pensado pedirle más y todo lo que pensaba decirle para conseguirlo era muy bonito. Tan bonito que me relajé bebiendo. Bebí tanto que se me olvidó lo que tenía que pedirle y todo me fue dado. El dado marcaba tres y, con el Rufo y nosotros dentro, el bar estaba cerrado. Tuve que pedirle a ella que, por favor, me dejase salir del pozo a tomar aire. Salí y olía a tierra mojada, con el viento corriendo alrededor nunca me daba en la cara. Nadie me seguía, por lo que decidí seguir andando. Y andando llegué hasta mi coche aparcado a unos quinientos metros, allí me di cuenta que estaba borracha. No sé cómo entré y me senté frente al volante. Intentaba pensar en lo que tenía que decirle, pero no me dio tiempo. Sonó mi teléfono y tardé en conseguir extraerlo del bolsillo izquierdo, me mareaba. Era Él, me preguntó dónde estaba añadiendo que llevaba un rato buscandome junto al Rufo. Le dije mi ubicación y también le dije que me mareaba. Me pidió que le esperase allí, que llegaría enseguida. Llegó enseguida y al abrir la puerta el aire por fin me dio en la cara. Me mareaba, me mareaba y me mareaba. Se lo dije y lo entendió. Me sacó del coche con delicadeza, señaló que era tarde y que debíamos irnos. Añadió que dormiría con Él en casa de sus padres, pero tuve ganas de vomitar y me negué. Mientras Él insistía yo más me mareaba. Dijo entonces que me llevaría donde otras veces y no sé cómo me trasladó hasta su coche. En su coche le pedí que volviese al mío ya que había olvidado el bolso. Fue a por él y volvió muy rápido. Muy rápido también arrancó el coche y nos movimos. Le pedí que bajase mi ventanilla y así lo hizo. Le pedí que redujera la velocidad y también lo hizo. Me mareaba y me mareaba cuando ya habíamos llegado. Me ayudó a bajar del coche. Me ayudó a subir las escaleras. Pensaba que si me tumbaba en la cama iba a marearme aún más, creo que se lo dije. No todo aquello bonito que tenía pensado decirle, sino que no podía tumbarme y me mareaba. Le pedí un momento y al soltarme apoyé la espalda sobre la pared del pasillo. Él entró en la habitación, encendió la luz y abrió la cama. Regresó a por mí y me habló con calma. No sé cómo me sentó en la cama. Me quitó los botines mientras seguía hablandome sin que saliese de su boca reproche alguno. Le hablé de mi posible vómito y que guardase la alfombra bajo la cama. Procedió a guardarla sin dejar de hablarme. Mi intención era permanecer unos minutos sentada sujetandome la cabeza y con los codos sobre mis rodillas, pero no me dio tiempo. Me desnudó rápido y lo hizo bien. Me animó a tumbarme y lo consiguió. Le dije que tenía frío, tiritaba. Al momento estaba desnudo junto a mí, arropandome. Su cuerpo se pegó al mío y dejé de tiritar. Me preguntó varias veces cómo estaba. Estaba calentito y se lo dije. No todo aquello bonito que tenía pensado decirle, sino que estaba calentito y ya no tiritaba. Creo que nos besamos. Volvió a besarme mientras me retiraba el tanga, la única prenda que no me quitó estando sentada. Entró dentro de mí ya con su cuerpo sobre el mío, pero me mareaba. No tardó en retirarse diciendo que debíamos dormir y que sólo contaba con tres horas para ello. Me arropó de nuevo y volvió a preguntarme cómo estaba. Al rato estaba dormida no sé cómo.

1 comentario:

Bubo dijo...

Todas las veces que follamos estábamos borrachos. Ella iba de ron, yo de whisky y nos fue bien durante tres meses. Pero un día ella pidió un zumo de melocotón, y yo una cocacola. Y los dos follamos pero fue nuestra última vez.