Estoy contenta, he vuelto a constatar que me quiere aunque sea un poco.
No tengo queja aunque no me es suficiente, sigo inmersa en una búsqueda de la felicidad permanente que quizá nunca llegue a realizarse. Era consciente que era más que posible que nos encontrásemos este fin de semana y tenía preparadas para él unas cuantas frases que, de decírselas, dejarían constancia de mi amor eterno pero sólo me atreví a comentarle que está muy guapo siempre.
Extrañas fuerzas de la naturaleza le colocaron en mi mapa de visión entre los más de cien metros de distancia y de gente que nos separaban. Sabía que me había visto antes de que Mario me lo confirmase. Era viernes de aparente luna llena, Belén me había dicho al menos tres veces que me encontraba muy guapa y el sombrero cordobés de lentejuelas que llevaba sobre mi cabeza, tras regatearle tres euros al subsahariano, hacían de mi una personita aparentemente feliz y más negra imposible.
Se entremezclaban la risa y el alcohol en mi garganta mientras Belén me taladraba los ojos a golpes de flash y mi estómago me recordaba lo poco que había cenado y que de risas uno no se alimenta. Le distinguí algo más cerca, nítido e impasible, hablando con una con otra y con esa quién es. Me dije a mí misma que tocaba beber, reir y bailar y cuando todo mi interés estaba en que cuando yo regresara del baño Mario y el resto no se hubieran movido del sitio en el que nos encontrábamos por favor que no veo, éste me dijo muy tajante que mejor me estuviese quieta porque Ángel se disponía a venir a hablarme. Tragué el vodka que se empeñaba en salir ahora por abajo ahora por la garganta y, sin ver nada más allá de mi pena negra, le contesté sonriendo que no todos los días son fiesta.
Inmediatamente después, volvió a aparecer en mi mapa de visión por el lado derecho y directamente tocándome el brazo. Si existiera un dios entonces sabría de mis ganas de morirme y perpetuarme para siempre en ese preciso momento. No hubo un dios que me hiciera escuchar la música de fondo, ni suenan nunca sus besos cuando los da en las mejillas, ni tampoco se escuchaba mi corazón aunque me gritase por dentro. Venía más sereno que yo pero aparentemente igual de divertido y simpático. Me encantó, como no podía ser de otra manera.
Lo primero que me dijo es que me había visto hacía un rato y que se había dicho a sí mismo que iba a saludar a Chafan. Entre tanta evidencia, se le pasó el decirme lo morena que estoy. Me llenó de nuevo de explicaciones laborales que sólo importan a su jefe y a su cartilla de ahorros y, sin preguntarle siquiera, me advirtió que por realizar horas extras no había visto la maraVilla del partido de Iniesta. Quizá debiera haberle dicho que se va a hacer rico entre los mensajes que no contesta, las llamadas que no hace y lo que trabaja pero opté por apurar mi copa y meterme con él en una conversación de peluquerías de más de cuarto de hora.
Cuando quiere sabe cómo y qué ha de preguntar, por lo que se encargó de conocer mi actualidad sorprendiéndome gratamente con más de una pregunta y diciéndome, entre otras cosas y en el colmo del regocijo, que él no sabría si fiarse de mi poniéndose en mis manos en lo que será mi futuro profesional. Por si se le ocurría decirme, como antaño, que se me transparentaba el sujetador tenía pensado contestarle que entre todos los presentes sólo él me había visto las tetas por lo que para el resto poco podía transparentarse. No hubo tal comentario. Se reía mucho y con mucho ímpetu de forma que a veces incluso se inclinaba hacia atrás de la risa que le daba sin que yo hubiera dicho nada extraordinario. Se le veía encantado. Y yo, que cuando quiero soy lo más agradable que ha parido madre, le pregunté incluso por su hermana.
En la conversación de los cortes de pelo, con sus respectivas formas sitios y precios, salió de mi boca el único piropo masculino que escuché esa noche y no sé ni cómo entramos en la conversación peluda ni por qué ninguno de los dos era capaz de salir pero terminamos saliendo forzosamente. La amiga de Belén, conductora y dueña de la situación, vino tocándome en la espalda para decirme firmemente que nos íbamos y nos íbamos ya mismo. Sabe dios que me entraron ganas de escupirla en la cara. Me dio escaso tiempo para preguntar a Ángel si estaría allí mañana, para que contestase que sí, para decirle hasta luego sujetándome el sombrero, y para salir corriendo detrás de Mario con mi tanga mojado.
aplíquese el para para para para qué quererte tanto si después, después, si después te vas de fito y los fitipaldis
El día siguiente, sábado, una tormenta a las ocho de la tarde auguraba cambios y ocultaba la luna para no volver a mostrarla en toda la noche. Si Ángel estuvo allí sólo dios debe saberlo, pero sí pude ver cómo su hermana me pisaba el pie derecho en plena madrugada, sin querer o a propósito, para después darme dos besos y contarme lo que ya me había contado su hermano la noche anterior.
Esa noche opté por conducir yo, transportando a Bea, mi hermano Pedro y su amigo Elfeo por lo que no probé ni gota de alcohol y, en un momento de la noche, mientras Elfeo amigo de mi hermano y su simpatía me hablaban de unas cosas y de otras pude comprobar cómo Rufo el eterno amigo de Ángel, a su espalda, no nos quitaba la vista de encima dios sabe por qué.
Bea, a la cual sentencié hace tiempo tras varios desaires, llegó a decirme que ella sigue viéndose como cuando tenía 19 años y yo la respondí que llevo en los 15 toda la vida. Beber, reir y bailar. Bailar, reir y beber y que sea lo que dios quiera.
Dios quiere y sabe muchas cosas pero Bea, a la cual estoy pensando restar sentencia, fue quien sorprendentemente acabaría mostrándome esa noche dentro de su borrachera una serie de pareceres globales e intercambiables que terminaron dándome la fuerza que necesitaba ya que una mísera tortilla francesa y un gazpacho no me son suficientes.
Rayada, sí, pero contenta.
3 comentarios:
Y yo contenta por ti Chafan! Pero no lo dejes aquí, al menos déjanos una prueba creíble de que tu A te quiere.
Emma, cerré el círculo angelical que pretendía, Iniesta marcó el gol que dio la primera copa del mundo en la historia del fútbol en Espanya, conozco el propósito de Luis Alfredo, me tocó en sorteo un piso de protección oficial por 60.000 euros...creo que ya es suficiente.
Aunque no descarto terminar trayendo aquí más pruebas creíbles porque, ahora, ya sí tengo la completa confianza en que sólo es cuestión de tiempo.
Todo encaja, entonces.
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