29 de octubre de 2014

Me subo a lo más alto de la locura


No sé con cuántos más tendré que follar hasta olvidarme de esta pena.

Estos días con Abdul han transcurrido según lo esperado. Mucho porro, mucho sexo y mucha risa, pero muy pocas ganas de comer. No ha habido día en el cual no haya terminado como una perra en la cama, desde la primera noche hasta la última tarde. Al parecer las hay más putas que yo y pretenden vivir a su costa en un piso de París. Él quiere que yo un día le diga que le estoy echando de menos y que quiero irme con él. Me cuenta cómo pesca y cómo caza cuando no tiene comida y lo cuenta entusiasmado, simulando los episodios vividos y es todo fibra y energía. Todas las vidas que a mí me faltan las ha vivido él, ha sido capaz de perder cuarenta y dos mil euros en varios días de casino o dormir en una tienda de campaña con gotera allá por Noruega sin una triste lata de sardinas en la mochila. Tiene un antojo amoratado bajo uno de los ojos, el cual me explica que desaparece entre los meses de enero y abril y aparece para permanecer en su rostro el resto del año. Me parto y me mondo. Me habla del hijo egipcio de Carmina Ordoñez mientras yo mojo el tanga pensando que quien está jugando con mis pezones es Cayetano Rivera. Lo vuelvo a mojar cuando con una canción me muestra el abecedario árabe que se canta en las guarderías. No hay presidente de gobierno del estado espanyol en la última década que no haya compartido mesa con él. No hay reto que se le resista y convivir tan cerca con alguien que posee una seguridad tan desbordante llega a darme miedo. Habiendo vivido bastante más que yo me deja sin palabras y todo se me vuelven preguntas. Él sabe manejar siete idiomas y las cuatro patas de la cama, cuatro angelitos que la acompañan, incluso hablándole de yogures le entran ganas de follar. Y follar hemos follado. Hemos follado mucho y hemos follado bien. Quisiera follar con él todos los días del resto de mi vida, pero tanto follar no ha hecho que me olvide de esta pena.

Estos días con Abdul han transcurrido según lo esperado. Me ha dejado alegre el corazón y una china bastante decente sobre la mesita de noche. He perdido la cuenta de los porros que me he fumado desde que pisó esta casa. Ha fregado los platos, me ha traído el desayuno en bandeja a esta cama, ha cambiado la bombilla de la entrada y me ha cogido de la mano llevándome por esas calles durante cuatro días. Me habla de todo, habla mucho y deprisa, mientras yo apenas le he llamado guapo e hijo de puta. Me gusta mucho más follando que hablándome de su viaje a Cuba y folla bastante mejor de lo que cocina habiendo sido buen cocinero en Sitges. Dice y comparto que somos energía y puedo ver la suya a través de sus pupilas. Me habla también del Alberto, mi único novio a sus ojos. Dice que el Alberto se ha borrado el tatuaje con mi nombre en chino de su gemelo izquierdo, comprobando asimismo que en mi cuerpo no hay más que la señal de su esperma sobre mi ombligo. A veces parece que pone yo en árabe y otras veces no se sabe lo que pone. Como tampoco sabe lo que desayuno me llena la nevera comprando de todo un poco y como le sobra compra condones y me trae de regalo unas chanclas. Me deja con la boca abierta, me ha salido una llaga en el labio y desde que se fue esta mañana juego con ella y la punta de la lengua. Los besos en la estación no saben a nada y tampoco huele a él ya esta casa. Ya no están secándose sus calzoncillos al sol en la repisa de la ventana, ni mis toallas secan su cuerpo. Tampoco tengo ya la tableta de hachís más grande que he visto en mi vida en completo y gratuito usufructo. Vuelven a estar los platos sin fregar, la basura sin sacar y mi estómago continúa sin lograr abrirse. Por otra parte, por fin, la televisión vuelve a estar apagada. Mañana la desenchufo, ahora me haré otro porro sobre esta cama, donde ayer estuvimos nosotros dos y la gran fumada. Una cama a la cual no parece querer venir el que más deseo que lo haga. Una cama que suena más cuando yo estoy debajo que cuando yo estoy encima. Un suelo ayer limpio y ahora lleno de mierda. Una pena larga y muy negra.

Estos días con Abdul han transcurrido según lo esperado. Falta su risa ahora en el sofá y sobran condones, no quiso llevárselos. Dice que si yo quiero él puede buscar trabajo en esta ciudad y apuesta porque en menos de un mes lo consigue. Dice que si yo me voy con él al fin del mundo en menos de quince días estamos viviendo en Francia cobrando mil quinientos euros mensuales en conjunto como prestación social con llave de piso en mano. Dice también que tengo que ser yo la que eche a andar, los polvos sí los echamos juntos. No tiene miedo a nada y me da mucha envidia. Se ha olvidado una camisa dentro del armario, señal inequívoca de que quiere volver. Entrega todo lo que tiene y pide todo por favor. Folla como nadie me ha follado, no sé si volveré a follar igual. Tiene gustos idénticos a los míos y otros a años luz, me gusta mucho pero no me gusta tanto. Tanto follar me ha dejado una risa de la que estoy muy agradecida, pero no me ha follado tan bien como para olvidar que Él no parece querer venir. El primero me ha cambiado la bombilla de la entrada siendo electricista el segundo. Consiento involucrarlo a cada rato, aunque le olvido por unos momentos mientras Abdul no lleva puestos los calzoncillos y se pasea por mi casa. No hay color, otras muchas veces estaba oscuro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Puta mierda de mierda, puta putada putisima putona puteada puteante postura de canallita que se lame las heridas, porque las cosas se desgastan y pierden sabor y dejan de importar y nunca escogemos una musica a la altura de nuestra condición.

Bubo dijo...

¡Genial! A disfrutar del tiempo.

Anónimo dijo...

Se quien eres; hay algo en la disposición que te denota, como entrar en una habitación en la que estaba seguro de no haber estado antes, pero descubrir en la taza de café o en las colillas del cenicero que acabas de salir. Lo se.

Anónimo dijo...

Y las curvas de las piernas desde arriba, ese no me olvides que solo he visto en fotos solo servirian para confirmar mis prejuicios.