26 de mayo de 2017

Desato tormentas sin rechistar

Sucede que me canso de ser buena. Soy buena por naturaleza, no me cuesta trabajo, pero cansa.

Sucede que me canso de reclamarle y luego me arrepiento de haberlo hecho, tras escuchar sus argumentos y tras oírle cansado de tanto reclamo.

Sucede que el miedo y la inseguridad son libres, también la felicidad que por días se me escapa.

Y sucede que tengo dos entrevistas de trabajo el mismo día, como si no hubiera más fechas en el calendario.

26 de abril de 2017

si he vuelto a nacer anoche de madrugada

Tenía pensado pedirle más y todo lo que pensaba decirle para conseguirlo era muy bonito. Tan bonito que me relajé bebiendo. Bebí tanto que se me olvidó lo que tenía que pedirle y todo me fue dado. El dado marcaba tres y, con el Rufo y nosotros dentro, el bar estaba cerrado. Tuve que pedirle a ella que, por favor, me dejase salir del pozo a tomar aire. Salí y olía a tierra mojada, con el viento corriendo alrededor nunca me daba en la cara. Nadie me seguía, por lo que decidí seguir andando. Y andando llegué hasta mi coche aparcado a unos quinientos metros, allí me di cuenta que estaba borracha. No sé cómo entré y me senté frente al volante. Intentaba pensar en lo que tenía que decirle, pero no me dio tiempo. Sonó mi teléfono y tardé en conseguir extraerlo del bolsillo izquierdo, me mareaba. Era Él, me preguntó dónde estaba añadiendo que llevaba un rato buscandome junto al Rufo. Le dije mi ubicación y también le dije que me mareaba. Me pidió que le esperase allí, que llegaría enseguida. Llegó enseguida y al abrir la puerta el aire por fin me dio en la cara. Me mareaba, me mareaba y me mareaba. Se lo dije y lo entendió. Me sacó del coche con delicadeza, señaló que era tarde y que debíamos irnos. Añadió que dormiría con Él en casa de sus padres, pero tuve ganas de vomitar y me negué. Mientras Él insistía yo más me mareaba. Dijo entonces que me llevaría donde otras veces y no sé cómo me trasladó hasta su coche. En su coche le pedí que volviese al mío ya que había olvidado el bolso. Fue a por él y volvió muy rápido. Muy rápido también arrancó el coche y nos movimos. Le pedí que bajase mi ventanilla y así lo hizo. Le pedí que redujera la velocidad y también lo hizo. Me mareaba y me mareaba cuando ya habíamos llegado. Me ayudó a bajar del coche. Me ayudó a subir las escaleras. Pensaba que si me tumbaba en la cama iba a marearme aún más, creo que se lo dije. No todo aquello bonito que tenía pensado decirle, sino que no podía tumbarme y me mareaba. Le pedí un momento y al soltarme apoyé la espalda sobre la pared del pasillo. Él entró en la habitación, encendió la luz y abrió la cama. Regresó a por mí y me habló con calma. No sé cómo me sentó en la cama. Me quitó los botines mientras seguía hablandome sin que saliese de su boca reproche alguno. Le hablé de mi posible vómito y que guardase la alfombra bajo la cama. Procedió a guardarla sin dejar de hablarme. Mi intención era permanecer unos minutos sentada sujetandome la cabeza y con los codos sobre mis rodillas, pero no me dio tiempo. Me desnudó rápido y lo hizo bien. Me animó a tumbarme y lo consiguió. Le dije que tenía frío, tiritaba. Al momento estaba desnudo junto a mí, arropandome. Su cuerpo se pegó al mío y dejé de tiritar. Me preguntó varias veces cómo estaba. Estaba calentito y se lo dije. No todo aquello bonito que tenía pensado decirle, sino que estaba calentito y ya no tiritaba. Creo que nos besamos. Volvió a besarme mientras me retiraba el tanga, la única prenda que no me quitó estando sentada. Entró dentro de mí ya con su cuerpo sobre el mío, pero me mareaba. No tardó en retirarse diciendo que debíamos dormir y que sólo contaba con tres horas para ello. Me arropó de nuevo y volvió a preguntarme cómo estaba. Al rato estaba dormida no sé cómo.

20 de abril de 2017

El cerezo en flor dentro del cuerpo

Estoy más tranquila, la fiera que llevo dentro se ha cortado las uñas.

Ahora me llama más a menudo, me dice cosas como hay que encontrar una casa y ya no me importa no entender a los demás. He perdido mucho tiempo en entender que los demás no importan, son el resto.

Todo fluye; nuestra conversación, los besos y mi sonrisa al descubrir La ley innata sonando en el cd de su coche.

Está más cerca el momento de pedirle más y no sé cómo hacerlo. No tengo miedo, quiero y espero que todo salga bien. Se acostumbró a mi queja y no sé pedir sin quejarme. Tendré que perder el tiempo pensando en el cómo y en el cuándo.

7 de abril de 2017

No hay sultán más feliz que yo ni mendigo más pobre

Creo que él me escucha. No me escuchan apenas, lo valoro mucho.

Quiere lo mejor para mí. Estoy segura, lo ha demostrado varias veces.

Pero, siempre ha de haber un puto pero, entonces no entiendo por qué este vernos tan lento y este acostarnos tampoco y tan poco. Y entonces, para responderme, me digo una y otra vez lo puta que soy y la poca paciencia que tengo. Yo, minoría absoluta y puta. Me lo digo una vez y otra, para intentar mejorar, pero no sé si puedo.

Tengo ganas de él y de ningún otro, hambre de él y sed de él. No hay nada comparable a beber de la fuente de los deseos. Por desgracia él y yo no vivimos todavía en una isla desierta.

21 de marzo de 2017

Y vienen de Trabubulandia

Hace algunas mediodías que me preguntó por mi talla de pantalón pero en letra y desde entonces sonrío a la vida como nunca.

Y me hago preguntas. Si será un regalo y, de serlo, si serán rojos, verdes, negros, azules o amarillos. Si me van a quedar bien o si no me van a gustar. Después me contesto que me van a gustar mucho y que pienso conservarlos como oro en paño.

Desde su pregunta nos hemos vuelto a ver. Pasé con él la tarde y parte de la noche y no recibí pantalón alguno. Eso me hizo preguntarme si acaso asemejaba mi talla con la de otra persona, pero no se lo he preguntado. Ya con las dos entradas para el concierto guardaditas en una carpeta estoy tan contenta que nada más importa.

Pude comprobar, tanto por la tarde como por la noche, cómo me observaba mientras yo sonreía a diestro y siniestro. Otras veces, a su lado, no había reparado en esto. Esta vez estuve muy entretenida hablando con unos y otras por lo que tan pronto le sorprendía mirándome a dos metros o desde fuera, por la ventana, porque salía a fumar. Y era sereno su mirar, miraba por gusto.

Siguieron pasando las horas, cambiamos de sitio y antes de sentarnos a cenar con los demás me pidió que le llevase a casa porque no se encontraba bien. Habíamos hablado poco y en el camino me explicó que llevaba así un par de horas y no mejoraba. También dijo que había planeado pasar esa noche conmigo y que sentía no poder explicarme qué le ocurría.

Regresé y procuré hablar y beber con todo el mundo. Acompañaban mi sonrisa y no me dejaban pagar nada. Belén vino dos veces con prisas para llevarme con los demás a la mesa. La tercera vez vino Bea al ser mi diálogo con el Rufo, todavía la gusta aunque viva con otro y no me lo diga. Bebí tanto y hablé tan deprisa que Mario decidió conducir mi coche y no recuerdo nuestra conversación de vuelta. A la mañana siguiente tenía un mensaje de Él, preguntándome cómo había llegado y hablando de sus paseos obligados al retrete.

10 de marzo de 2017

Hay cosas en la vida que el dinero te quita leré leré

Me sonríe cómplice mientras hablamos con nuestro amigo común y con el Rufo. Al despedirnos me da un beso, cuatro, siete, muchos besos y me deja la sonrisa instalada en la cara hasta que me duermo.

La felicidad completa tarda pocas noches en llegar. Comienza cuando nos sirven banderillas de aperitivo junto a las cervezas y le indico que son la octava maravilla del mundo. La novena llega para colocarse sexta justo en el momento del milagroso gol de Sergi Roberto. Después seguimos bebiendo y con el ánimo rebosando acompaño su apoyo en las muletas hasta mi coche. Conduzco hasta su casa y al frenar le digo que me haría muy feliz que me acompañase el día de Extremadura al concierto del Robe en el teatro romano de Mérida.

-Sí, vale, cuenta conmigo!

No recuerdo mi reacción, se lo agradezco y creo que toco las palmas nerviosa y él entonces me besa tres, cinco, seis o siete veces. También me entrega su mechero porque no tengo. Le duele el tobillo y no tardo en marcharme. Tan sólo unos metros más adelante localizo esa canción del Puchero del Hortelano y a todo volumen llego a la carretera loca de contenta. Cuando me meto en la cama le escribo y vuelvo a darle las gracias.

26 de febrero de 2017

La fábula que iluminaba mi soñar

Roncaba en decubito supino y yo rodeé con mi brazo su cintura encontrando poros en su muslo izquierdo. Rasqué los poros con mis uñas y no se inmutó. Jugué con el poco pelo de su pecho y tampoco. Merodeé con mis dedos sobre su ombligo y entonces, en un movimiento que considero inconsciente, cogió mi antebrazo con suavidad y lo paralizó encima de su abdomen durante un rato. Me mantuve entretenida escuchandole durante más de dos horas con mi cabeza apoyada sobre su hombro derecho y su brazo extendido. Sólo cambié de almohada transcurrido ese tiempo cuando sintió que se le había dormido el brazo y me pidió recuperarlo, entonces no tuve más remedio que entregárselo.

Roncaba, pero era feliz pegadita a él. Su respiración, caliente, me abanicaba la cara y con su pie derecho a veces rozaba levemente la planta del mío. Me conté mil y un cuentos pasando la noche en vela, no quise dormir porque soñaba despierta. Huele estupendamente, no me canso de decirlo. Y esta vez, aparte de correrme como es habitual, también me dedicó un masaje dejando el nivel muy alto para la posteridad.