28 de noviembre de 2009

Un espejo de cristal

Provengo de otro sitio que no puedo c@ntar, por eso no doy ni las buenas noches.

Ayer me decidí, por fin, a distraerme y pensé en Él bastante menos que otras veces. Supongo que esto es bueno. Pasé toda la tarde con Ana y me entretuve, pagando una y otra vez con la tarjeta de débito, riéndome de esto y de aquello, fumando y robando pendientes. Supongo que esto último no tiene perdón de dios pero también entiendo que, con todos los sitios a los que puede acudir, dios no creo que estuviese con nosotras en el Plaza Norte.

Hablé con ella de fantasías tales como irme con Luis Alfredo a Cuba por menos de quinientos euros o meterme dentro de ese preciso y precioso vestido de noche rojo en la hipotética confirmación de Fran. No tratamos acerca de nada importante aunque no hay nada más importante que nuestras ganas de reirnos. Sigue diciéndome que Luis Alfredo, el cual continúa siendo su jefe, y yo terminaremos liándonos. Lo que no sabe es que eso ya ha sucedido ni yo pienso contárselo. No quiero que me vea necesitada, quiero que me vea reirme siempre.

Me preguntó por Él, por Ángel, mientras yo buscaba la S, de desasosiego, en el jersey que después terminé comprando. La expliqué poca cosa, aunque la dije toda la verdad, que la última vez que hablamos todo lo que me dijo es que se había vuelto muy eclesiástico y que en la penúltima terminamos discutiendo por ver quién de los dos es más desconfiado. No la expliqué que tenía tres fotos y las cosas más claras (cosas y fotos que sigo teniendo) porque lo que realmente tenía eran ganas de cambiar de tema.

No sabía yo que después me entrarían también ganas de cambiar de blog pero heme aquí.

1 comentario:

cuentagotas dijo...

¡estrenado! qué ilu. te seguiremos leyendo