5 de abril de 2010

No tengo el título de egoísta pero me lo estoy sacando.

Durante esta cuaresma, terceras personas se han ido encargando de aniquilar los restos que perduraban en mi, restos de mi yo anterior. No tiene mucha importancia porque yo ahora opto por el silencio, la mesura y el retiro como si llevase toda la vida haciéndolo. Cada día importa menos todo.

Es posible que el hermano de Julián se haya dado cuenta del cambio, la otra noche me estuvo observando de forma un tanto extraña antes de saludarnos. También es posible que nadie se haya enterado de nada y el resultado es el mismo. No me rindo ante la adversidad, pero les dejo el mundo. Se lo dejo porque este mundo es suyo, es mucho más suyo que mío, yo ese mundo no lo quiero.

Como a pesar de todo sigo siendo el pardillismo en persona, me parece reconocer en los demás formas de expresar que me son propias. Creo ver la simpleza del resto aumentar a medida que se alejan de esas formas y todo ello me hace pensar que son ellos los que salen perdiendo dentro de esta lejanía mutua que estamos viviendo y así lo creo y lo espero.

Rara vez aparece alguien con el/la cual me apetezca volver a cruzarme, por no decir nunca. Los días siguen pasando ya sea primavera o puente de reyes con su tristeza y su sol, como ha sucedido siempre, y de no ser así qué importa. El resto de personas habla continuamente, por momentos no se callan, y dicen querer que les toque la lotería mientras yo me Le imagino bailando en mi rico mundo interior en el que ninguno de todos ellos está presente.

Ahora que me estoy reencontrando conmigo misma me he dado cuenta que tengo más bello que antes bajo la barbilla, que mis michelines son más pronunciados, que no pinto las uñas de mis pies desde hace años y que todas se peinan de forma muy similar, todas menos yo que no me peino nunca. Me tengo abandonada, lo reconozco, y esto junto a otros muchos factores de riesgo habituales en mi proceder no pueden conducirme a nada bueno, he de tenerlo en cuenta.

En cualquier caso, el ir aprendiendo a no meter ruido me hace evitar intrascendencias, ilusiones sensoriales que no me llevan jamás a ningún sitio. En el fondo no se está tan mal ahí donde he llegado a colocarme. Él no me queda tan lejos y si no estuviese ahí qué importa, otra equivocación más y es cosa diaria.

2 comentarios:

Señor De la Vega dijo...

Mi Señora usted tiene un algo, que no sabría describir ni señalarle.
Pero apostaría mi mano, a que vale la pena.
Cuídese y no se aparte del mundo, valdría menos un mundo en la subasta sin sumarla.
Suyo, Z+-----

Anónimo dijo...

Chafan estas muy despistada no pusistes el título bien