23 de noviembre de 2014

Una canción como un cupón de los ciegos

El otoño está dejando caer unas hojas que no piso y la pena está dejando paso a la rabia, ya no puedo sentirme más ridícula.

Abdul está en Burdeos, camino de los alpes suizos, y yo estoy en un sofá a quinientos metros escasos del sofá donde me sentaba antes. Ahora vivo en una casa con tres balcones, bañera y gastos de luz y gas desconocidos hasta el momento.

Ángel me menciona porque parece ser que Rufo vivió durante años en 4lcorcón, muy cerca del bar donde yo tenía la costumbre de comprar hachís. La Sandra en esa conversación pretende facilitarle el número de teléfono de Bea para que Rufo pueda llamarla, pero Ángel lo rechaza indicando que será él quien acompañe a Rufo al pueblo en navidad para que éste último pueda hablar con Bea, sin mencionarme en absoluto.

Tanto la Sandra como Bea y Susana están de acuerdo en que tanta implicación de Ángel en este asunto parece guardar con disimulo su deseo de acercarse a mí, siendo una hipótesis tan enrevesada que prefiero no darla por válida.

Abdul me dice que me quiere tres o cuatro veces por semana y yo le digo que se cuide. Dice que los días que estuvo conmigo transcurrieron muy rápido y que regresará con la intención literal de no salir de mi cama. Mientras me hace reír añade que se está poniendo muy tonto echándome de menos. Yo por mi parte hago el tonto barajando hipótesis angelicales sin atreverme a mencionarlo.

Ángel me dijo la última vez que nos vimos que agotará el subsidio por desempleo si continúa recibiendo ofertas de trabajo tan paupérrimas como hasta ahora y Abdul me dijo la última vez que hablamos por teléfono que prefiere trabajar en lo que sea sin recurrir al cobro del subsidio por desempleo francés al que tiene derecho por si en el futuro estando juntos nos hace falta ese dinero.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No todo va a ser follar.

Bubo dijo...

Quizá mejor dejar de lado el sofá y bajar a pisar hojas caídas. O mejor... darles patadas y desbaratar los montones esos que forman los jardineros.

Anónimo dijo...

Lo extranjeros son unos coñazos. Yo me he tirado algunas extranjeras y son unos coñazos. Hablan un español de niños pequeños, parecen tontos, y hay que estar diciéndoselo todo a gritos y todo por media hora de cama y diez minutos de sexualidad circense.

Anónimo dijo...

Noviembre en un parque siempre nos da, seamos pavos reales o guardas del bosque, la impresión de que el mundo desfallece en cobres. Entre la picaresca y el cupón, uno no sabe cuanto tiene de ciego español.

Anónimo dijo...

Hay una forma de locura leve que consiste en que uno es normal en todo , menos cuando se le toca el punto o asunto de la locura. Tu angelología anda gimiendo por los cielos inversos, y a mal cristo, mucha sangre.

Anónimo dijo...

Manzanares abajo, hasta el puente de los Franceses, quieren pasar los moros, ay Chafán, ay Chafán.

Anónimo dijo...

Lo mucho que quiero pasar contigo un rato, mejor toda la vida.