18 de agosto de 2015

A ver qué me dice después

Pues ahí estamos.

Su error fue preguntar qué es lo que había hecho, inquietud de culpable. Le pregunté cómo es posible que no quiera novia y a la vez ponga tanto empeño en conseguir una para su amigo. Creo que no contestó, se limitó a reír como lo venía haciendo y siguió sonriendo ante mi discurso para acabar contándome que le dijo a la Sandra que ahí estamos.

En esta ocasión no dirigió las manos en ningún sentido, por lo que no sé si ahí estamos bien o mal.

Pero ahí estamos, como dos idiotas, a cuál más sonriente o quién más estúpido. En el medio de la plaza, solitos con el resto de personas a cincuenta metros. Estamos muy entretenidos, él me toca, yo le toco, nos tocamos. No nos pondremos de acuerdo nunca y a lo largo de la noche, con tanta copa, tanto cigarro y tanta risa, me pregunta un par de veces si ya no estoy enfadada, acompañando la pregunta con esos abrazos al hombro que trae preparados; no nos pondremos de acuerdo nunca, pero me está tocando.

Ahí estamos, hay cinco hombres dentro del bar y a dos me los he follado. Sólo dejo que se me arrime él, al otro le ignoro. Estamos ahí porque le he dicho que me pague un vino allí dentro y está tan encantado de hacerlo que repite. No se separará de mí ni un momento, por más que le entretenga gente saludando.

Ahí estamos después, en las afueras porque me meo y no puede llevarme más lejos. Ahí estoy yo, en la bifurcación en tres carriles, eligiendo el camino de tierra. Allí él, en mitad de la bifurcación, ahora observando que no venga nadie y ahora viendome el culo. No tarda en ponerse a mear él también, allá en la calle asfaltada y dándome la espalda. Cuando regreso bajo la farola, me comenta sonriendo que seguro que me he manchado y yo contesto igual de idiota sonriente que no acostumbro a mancharme y ahí estoy, pidiéndole otro cigarro. Para darmelo primero me hace entrega de mi bolso que lleva colgado y de la última copa que me ha pagado. Quizá mientras meaba la sostuvo con la boca.

Y ahí estamos de nuevo en la plaza, contentos el uno con el otro, estúpidos sonrientes. Sonreimos hablando por hablar hasta que le indico que deben estar esperándome en el coche, contestando serio que si quiero me acompaña. Al llegar ahí estamos los cuatro hablando, sin prestar atención al reloj, no parece querer irse nunca ni yo quiero que se vaya.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A ti no tengo nada que decirte, mona. Tú no eres profesional de nada, se te ve, ni siquiera profesional del coño. Ni siquiera eres profesional de lo rubio. Eres teñida. Tú eres una aficionada a todo, mayormente al has y a toda la mierda que te metes. Juraría que hasta tocas el violín, como afición.