El malagueño vino a conocerme este domingo a la hora de misa, tuve que madrugar para salir a su encuentro. Le recogí en la renfe y le metí en mi casa. Después, un cigarrillo y un amago de ansiedad hicieron que le llevase hasta mi cama y le metiese entre mis piernas. Follamos y nos echamos la siesta. Después de la siesta, follamos y regresamos al salón a las ocho de la tarde.
Me habló durante dos horas de su última relación y pagó la cena a domicilio. Al terminar me preguntó si quería ir a dar una vuelta, así que volvimos a la habitación y follamos. Pensé que no podríamos superarnos, pero lo hicimos. No le saqué de casa y apenas dormimos, le devolví a la renfe a las nueve y media de la mañana del lunes antes de irme al trabajo.
Continué mojando tangas hasta el lunes por la noche y no conseguí comer algo hasta bien entrado el martes. Me preguntó por mi escaso apetito el lunes a mediodía, pero me dio miedo leerlo y me eché la siesta.
Me hace gracia, zezea y parece bueno. No es feo ni guapo, pero folla estupendamente. Dice que fue genial conocerme y que quiere volver. Realmente quiere volver a mi cama y no me extraña, pero yo no sé si quiero que vuelva. A mí lo que realmente me contenta es recordar la sonrisa de Ángel, tan reciente, una y otra vez en mi cabeza. Y ahí estamos.
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