El coche de Angel no es negro, es gris. Como los días nublados.
Comí un poco de mi orgullo que apenas suelo probarlo y me acerqué a Él. Tiene unas ojeras que no sé en quién piensa para no dormir o qué le pasa. Absolutamente guapísimo, por otra parte. Hube de ir yo, sí. De no haber ido ahora mismo estaría escribiendo que nos hemos vuelto a observar de lejos y a no hablarnos una mierda. Y no, algo sí que nos hemos hablado. Prácticamente todo lo que hablamos fue del trabajo como si me importara a mi mucho el trabajo.
Pero es hablar con él y hacerme el culo pompitas. Qué felicidad más grande el tenerle por allí presente. Durante media noche constaté que sus amistades se dedican a comprobar si sigo viva algo más allá y qué estoy haciendo, que él me busca de cuando en cuando entre las gentes para comprobar lo mismo, que no hay nadie en esta vida que me ponga el corazón así de esa manera y que los pendientes de oro en aro siempre me han parecido una cutrería muy grande pero tuve el suyo a unos milímetros y me daban ganas de chupárselo. Nada nuevo.
Bueno, sí. Esta vez cuando su trabajo ya no daba más de sí y a mi todo me parecía estupendo y ya habían sido un par de veces las que yo le hablo y rozo mis labios con su patilla izquierda de tanto que se me inclina a escucharme, Esta vez, me ha preguntado
-y tú ¿qué tal?-
Y yo me quedo en blanco con lo simple que es esta pregunta. Y le hablo del trabajo dejándome llevar por la inercia. Me llenó de explicaciones de su vida laboral que no sé para qué las quiero pero que ahi por lo que se ve se siente cómodo y todo son razonamientos. Sabe que me voy a ir a Ibiza y que volveré negra que te cagas, también debe saber que no estoy del todo bien porque eso salta a la vista con mis prisas al llegar (por dos veces le toqué la espalda esperando que se rodeara) y por mi despedida con la mano sin (creo) mirarle a la cara. Subnormal profunda.
Pero algo de mejoría sí me parece atisbar.
El viernes no había posibilidad ninguna de salir y allí me quedé fuma que te fuma, tranquilamente, sopesando lo que nunca jamás al parecer se hará conversación.
Y el sábado nada más bajarme del coche de Mario y andar unos metros allí estaba Él entre su grupito de amor y compañía, con una camiseta que ya le he visto y yo tan tranquilamente andando, sin vomitar ni intenciones. Allí estaba Raquel de bomba lapa de Susana, prácticamente dando por culo toda la noche con su presencia, pero yo tranquilamente ignorándola, sí que me pareció distinguirla algo más de tetas pero será de hacer pesas empujando camillas o algo. Me da igual, todo parece tranquilo.
Tan tranquilo que sin inmutarme y tras el mensaje diario de Ibrahim hoy le he devuelto un sms y le digo que ya he pensado y que no quiero saber nada de nadie. No sé si habrá entendido o no quiere entender pero cuando pasaba el metro por Cuatro Caminos la cobertura ha hecho interrumpir el reproductor y ya le tenía en pantalla queriendo hablarme. No se lo he cogido, bastante es ya lo que me miran en el metro como para ponerme a hablar por el móvil a requetepronunciar cada palabra.
No sé. Ya no tengo ganas de negro, ahora estoy intentando inspirar esto suavecito que me llega, esto que me indica que no hay por qué tener prisa ninguna, esto que me indica que tengo para rato con ese recibimiento que me hizo diciendo
-¡cuánto tiempo!- añadiéndole quizá mi nombre delante o detrás.
No sé si lo decía por el cuarto de hora o así en que no me había mirado porque de tan cerca podríamos cruzarnos la mirada o si se refiere a que hace mil años que no le llegaba ahi expresamente a saludarlo. En cualquier caso nos mentimos como siempre, parece que nada se haya movido. Ahora bien, no creo que vuelva a llegarle ahi en la misma situación; yo cuando toco a alguien por la espalda debe rodearse, eso de hacerme llamar dos veces ya me jode. Lo de siempre, vaya.
Comí un poco de mi orgullo que apenas suelo probarlo y me acerqué a Él. Tiene unas ojeras que no sé en quién piensa para no dormir o qué le pasa. Absolutamente guapísimo, por otra parte. Hube de ir yo, sí. De no haber ido ahora mismo estaría escribiendo que nos hemos vuelto a observar de lejos y a no hablarnos una mierda. Y no, algo sí que nos hemos hablado. Prácticamente todo lo que hablamos fue del trabajo como si me importara a mi mucho el trabajo.
Pero es hablar con él y hacerme el culo pompitas. Qué felicidad más grande el tenerle por allí presente. Durante media noche constaté que sus amistades se dedican a comprobar si sigo viva algo más allá y qué estoy haciendo, que él me busca de cuando en cuando entre las gentes para comprobar lo mismo, que no hay nadie en esta vida que me ponga el corazón así de esa manera y que los pendientes de oro en aro siempre me han parecido una cutrería muy grande pero tuve el suyo a unos milímetros y me daban ganas de chupárselo. Nada nuevo.
Bueno, sí. Esta vez cuando su trabajo ya no daba más de sí y a mi todo me parecía estupendo y ya habían sido un par de veces las que yo le hablo y rozo mis labios con su patilla izquierda de tanto que se me inclina a escucharme, Esta vez, me ha preguntado
-y tú ¿qué tal?-
Y yo me quedo en blanco con lo simple que es esta pregunta. Y le hablo del trabajo dejándome llevar por la inercia. Me llenó de explicaciones de su vida laboral que no sé para qué las quiero pero que ahi por lo que se ve se siente cómodo y todo son razonamientos. Sabe que me voy a ir a Ibiza y que volveré negra que te cagas, también debe saber que no estoy del todo bien porque eso salta a la vista con mis prisas al llegar (por dos veces le toqué la espalda esperando que se rodeara) y por mi despedida con la mano sin (creo) mirarle a la cara. Subnormal profunda.
Pero algo de mejoría sí me parece atisbar.
El viernes no había posibilidad ninguna de salir y allí me quedé fuma que te fuma, tranquilamente, sopesando lo que nunca jamás al parecer se hará conversación.
Y el sábado nada más bajarme del coche de Mario y andar unos metros allí estaba Él entre su grupito de amor y compañía, con una camiseta que ya le he visto y yo tan tranquilamente andando, sin vomitar ni intenciones. Allí estaba Raquel de bomba lapa de Susana, prácticamente dando por culo toda la noche con su presencia, pero yo tranquilamente ignorándola, sí que me pareció distinguirla algo más de tetas pero será de hacer pesas empujando camillas o algo. Me da igual, todo parece tranquilo.
Tan tranquilo que sin inmutarme y tras el mensaje diario de Ibrahim hoy le he devuelto un sms y le digo que ya he pensado y que no quiero saber nada de nadie. No sé si habrá entendido o no quiere entender pero cuando pasaba el metro por Cuatro Caminos la cobertura ha hecho interrumpir el reproductor y ya le tenía en pantalla queriendo hablarme. No se lo he cogido, bastante es ya lo que me miran en el metro como para ponerme a hablar por el móvil a requetepronunciar cada palabra.
No sé. Ya no tengo ganas de negro, ahora estoy intentando inspirar esto suavecito que me llega, esto que me indica que no hay por qué tener prisa ninguna, esto que me indica que tengo para rato con ese recibimiento que me hizo diciendo
-¡cuánto tiempo!- añadiéndole quizá mi nombre delante o detrás.
No sé si lo decía por el cuarto de hora o así en que no me había mirado porque de tan cerca podríamos cruzarnos la mirada o si se refiere a que hace mil años que no le llegaba ahi expresamente a saludarlo. En cualquier caso nos mentimos como siempre, parece que nada se haya movido. Ahora bien, no creo que vuelva a llegarle ahi en la misma situación; yo cuando toco a alguien por la espalda debe rodearse, eso de hacerme llamar dos veces ya me jode. Lo de siempre, vaya.
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