19 de mayo de 2008

A veces no es posible · II

Entre las cosas que me pasan y cómo lo vivo es normal que luego suceda lo que sucede: la gente como que se queda con mi cara mirándome de una forma rara que no sé describir, no suelo pasar desapercibida entre el montón, no consigo tener el trato de alguien dentro de unas formas que yo considere que es lo normal entre las personas, etc. El caso es que el surrealismo me acompaña y yo no sé qué coño hay/tengo para vivir tantas extrañezas.

Este fin de semana he visto a Mikie, el tipo que salió del otro blog. Pasé la noche del viernes entera con él hasta las tres de la tarde del sábado, cuando ya por fin me decidí a salir de su habitación. Evidentemente, follamos. Tengo una intuición que no puedo con ella.

Nos lo hicimos un par de veces por la noche. La segunda vez, más que por apetencia, fue debido a que me había comentado por mail que no consigue correrse en un segundo polvo y bueno, yo también pude constatarlo, milagros no hago todavía. Por la mañana follamos de nuevo, me desperté a las nueve y allí estaba a mi lado, mirándome, y lógicamente empalmado. Yo no me corrí ni mañana, ni tarde, ni noche, ni una sola puta vez.

No es cosa mía; yo consigo correrme muy a gusto y muy feliz yo solita. Pero claro, si uno se pone a follar y lo único que aporta es la polla, por dura -en toda la extensión de la palabra- que la tenga, es casi imposible tener un orgasmo. Él es casi inexpresivo, se va a correr pero porque te lo dice no porque se vea venir, y es que no expresa pero tampoco toca. Le recuerdo por ej. en mi pezón, sí, allí estuvo, pero no sé, quizá un par de veces y eso en una noche entera es casi ridículo, a falta de otro adjetivo. Así es imposible, que no digo yo que tenga que abrazarme, que yo cuando estoy a falta de abrazos se los pido a Fran que los da muy bien, pero joder.

También hice cosas extrañas. Me negué a colocarle el condón. Preguntó la primera vez y se llevó la negativa por respuesta. Simplemente no me apetecía y no volvió a preguntarlo nunca más, al haberme habituado a tomarme la píldora me da una especie de pereza. No he visto tanto la tv como la mañana del sábado. Él dormía, a ratos sí y a ratos también, y me dejó viendo operación triunfo. Estuve viendo operación triunfo, sí. Entiendo que era un programa repetido y cantar no cantaron, se pasaron más de media hora entre abrazos y anuncios. Confundí la calle Alcalá con una calle paralela que sale de Sol, en fin, un fin de semana raro de cojones.

Antes de salir de la habitación dudé si quería o no volver a verle y hubo un par de detalles extraños que me hicieron pensar que mejor no. No es que lo esperara, pero hubiera estado de puta madre que me hubiera comido la boca antes de marcharme, que al menos hubiera intentado complacerme en el mientrastanto pero nada de esto sucedió. En el fondo me da igual, nadie va regalando orgasmos por ahí, eso lo tengo claro. La vida está llena de simplezas como ésta.

El caso es que cuando vuelva por madrid me dirá algo por si nos vemos de nuevo, yo no digo nada porque ahora mismo no tengo ni idea de qué haré si se da el caso pero hay dos verdades absolutas: para follar siempre hay tiempo y no me gusta sentirme segundo plato.

El sábado, tras salir de su habitación, llego a casa sobre las cinco tras fumarme un porro en el parque. Llego con una resaca mortal y lo que hago es comerme un par de yogures y meterme en la cama de nuevo. Me despierto y son las nueve, veo en el móvil una llamada perdida suya de las seis y media. Le mando un mensaje y le indico que él dirá, que yo me tengo que duchar y demás. Me llama cuando son ya las diez, dice que está por ahi, con unas amigas suyas, que se ha pasado a verlas. Dice que el caso es que sí que quiere verme pero que no sabe qué va a hacer. Me pregunta si me va bien vernos hoy domingo sobre las tres. Dudo, le indico que vale, que mejor a las cuatro.

Hoy domingo, mientras me estoy duchando, me pongo a pensar. Pienso que seguramente tenga algún interés en alguna de ellas. Pienso que como yo soy tan puta y tan fácil con él es muy posible que me haya postergado a propósito. Pienso en algo así como "venga, antes de irme de la ciudad echamos otro polvo" y comienzo a sentirme más extraña que nunca.

A mi me da igual que se folle a quien quiera, que salga con quien le de la gana, pero esa forma de postergar me hace sentir rara. Soy y me considero el punto justo de lo puta que quiero ser, no más. La sensación de ser segundo o tercer plato no me deja tranquila y es por lo que opto por enviarle un sms. En él le digo que no voy a ir, que supongo que le da igual y que a mi también, que ya le explicaré si eso. Me llama al momento y me saluda con un ¿qué ha pasao? y pasar no ha pasado nada. Le digo lo que hay, le digo todo esto, se disculpa y dice cosas como que quisiera haber venido a madrid con más tiempo, que le pareció bien quedar con ellas, que se acostó pronto, que fue él quien se negó a irse con ellas a su casa, que quería verme de nuevo y que no tengo razón, que soy yo con quien ha pasado más tiempo este fin de semana.

Le indico que la sensación no hay quien me la quite y como el sexo tampoco había sido extraordinario me mantuve en que era mejor no ir. Ahí es cuando él opta por el respeto y me indica que vale, que bien, que ya me avisará cuando vuelva a la ciudad y que por él todo ha estado bien. Si se refiere o no al sexo no me molesté en preguntárselo. Me dio cierta vergüenza decirle directamente que para no correrme, mejor no iba. Esto fue lo único que me callé. Sí le hablé de la sensación, la cual aún me dura.

No hay comentarios: