15 de enero de 2009

Con que vengan los camellos

El martes 13, por la noche, vinieron los reyes para mí en casa de César.
..
En mi casa no habían dejado nada para nadie, ni siquiera para mis sobrinas aunque, eso sí, para mí dejaron un mp4 mega rebajado porque sabían que el anterior, mi mp3, se lo llevó en mi bolso esa hija de puta y que, desde entonces, me he negado a comprar otro.
.
Los reyes siempre son buenos conmigo a pesar de lo mal que yo me porto (cada vez que me parece), y de no creer en ellos.
.
La cartera/billetera, que me han traído en casa de César, es igual que la negra suya que tanto me gustó, siendo ésta mía de color rojo puta. Me encanta. Por otra parte, ahora transito a diario con el mp4 encendido y es como si, de este modo, la gente me provocase mucha menos repugnancia, incluso a ratos se me olvida que están por ahí alrededor.

César me había exigido, prácticamente, que me pasase por su casa a la salida de mi trabajo, no me dio ningún tipo de explicación por lo que en el trayecto de metro fui barajando distintas posibilidades para este llamamiento repentino. Como no nos hemos visto durante el fin de semana pensé que, o bien habría ocurrido algo importante y entonces querría cambiar pareceres conmigo, o bien se habría hecho tan evidente mi desidia que veía necesario hablarlo... No hablamos luego nada de esto, por supuesto, a pesar de que me había dado tiempo a pensar en todo menos en baltasar.

La mayoría de las veces que pienso no sé para qué lo hago y, tal y como dije, anoche tras el partit le envié un mensaje a Angel, suavecito, aunque no sé para qué lo hago, tampoco, porque ya sabía yo que no contestaría.

-Ángel, ké pasa, ké tal? visto aquest partit ya puede el atleti ir asegurándose puesto de uefa porke otra cosa no va a pillar... espero ke te vaya todo bien si es ke no le estoy hablando al aire, cuidate, 1beso-

Bueno, básicamente, todo consiste en quedarme más agusto, soy así de egoísta. Primero porque no dejo de pensarle, sin saber si está vivo o está muerto (por dentro y por fuera), lo que ya de por sí conlleva un desasosiego, y dándole señales de vida apacible me quedo más conforme. Y segundo porque yo he de dedicarme a repartir simpatía, porque lo que pretendo es acercarlo, aunque en joder, incordiar, insultar y en rayarle la cabeza también he pensado al enviárselo.

Y, pensando y pensando, me da por pensar en el ángel, en éste no, pienso en el otro, en el poeta que se murió el año pasado, y que dijo algo así como,

-y mañana será otro día tranquilo, un día como hoy, jueves o martes, cualquier cosa y no eso que esperamos, aún, todavía, siempre-

y ese aún y ese todavía, siempre me llevan al mismo habitáculo, del que quizá nunca tuve que haber salido, y entonces recuerdo su incienso y su mirra. El oro, oro, lo que se dice oro lo hubo pero de lo que cagó el moro, y cincuenta céntimos que aparecieron y desaparecieron ante mi vista en un abrir y cerrar de puerta.

Como sé que yo suelo portarme regular nada más, lo que tenga que ser, que sea cualquier cosa menos indiferencia. Si su actitud es la que es (después) realmente no me importa que sea tan desagradable y no conteste. La indiferencia que me jode creo que, por el momento, no la rozo.

No hay comentarios: